10.

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Pasó una semana desde que Louis había despertado del coma. El fisioterapeuta del hospital le explicó su plan de tratamiento, empezando inmediatamente. Al menos podía levantar sus brazos un poco, luchando con el movimiento de sus dedos. Sus amigos lo habían estado apoyando todo este tiempo, alentándolo. La recuperación se sentía más aligerada con sus amigos a su alrededor.

Louis quería saber sobre Harry, él no se había presentado en el hospital, no llamaba y no sabía nada de él. Cuando preguntaba que sucedía, los chicos cambiaban de tema o simplemente lo ignoraban. Estaba preocupado y extrañado, quería saber que estaba pasando y que fue lo que ocurrió en el accidente.

Ahora se encontraba en una de sus tantas sesiones.

—Empuja mi mano, Louis. —el fisioterapeuta tenía la mano en el pie derecho de Louis, quien estaba frente a él sentado en una silla.

—N-no puedo... Due-le. —sudaba e intentaba empujar lo más que podía. Tenía el ceño fruncido y los ojos cerrados.

—Un poco más. Tú puedes, Louis. —animaba.

–¡M-mierda! —murmuró empujando levemente.

—Una más. —alentó.

—¡Ya! —gritó deteniendo los empujes.

—Muy bien. Haz mejorado mucho, Louis. —bajó su pierna con cuidado.

—Lo dudo mucho, doctor. —suspiró.

—No seas tan duro contigo mismo. Y dime Max, por favor. Trabajaremos un largo tiempo, empecemos a tutearnos. —le sonrió. —Recuerda que todo esto es poco a poco y la rehabilitación exige paciencia y disciplina. Necesito que creas que lo lograras o todo esto se volverá más difícil. Recuerda que la mente es poderosa, Louis. —le guiñó el ojo levantándose. —Regresemos a la habitación. —puso una silla de ruedas frente a él.

Max lo cargó para ponerlo en la silla, acomodándolo con cuidado.  Coloco las cosas en su lugar y empujó la silla saliendo de él cuarto donde cada día iban a hacer sus ejercicios. Pasaban por varios pasillos, donde podía ver a los doctores ir y venir junto a las enfermeras. En el tiempo que llevaba en el hospital había visto diferente tipo de casos, desde un nacimiento, hasta la muerte de una persona. Casos que las enfermeras le terminaban contando de los pacientes que atendían. Veía a los residentes de medicina correr por los pasillos, buscando pacientes, medicinas o alguna cirugía a la cual asistir, también los veía dormir en piso o en alguna camilla libre. Tal vez si él hubiera terminado sus estudios, hubiera empezado una carrera de medicina y se hubiera especializado en pediatría. Amaba a los niños.

Los diferentes casos que llega a oír en el hospital le hacían ver que era demasiado afortunado por estar vivo. El doctor le había dicho que era muy difícil sobrevivir a una situación así y que era un milagro que no sufriera daños mentales. Se sentía como nuevo, y aunque su familia estuviera lejos y no se hayan contactado por un tiempo, agradecía saber que en algún momento podría verlos de nuevo.

Se detuvieron en una estación de enfermeras.

—¿Cómo le fue en su terapia, joven Tomlinson? —le preguntó una de las enfermeras.

—Como siempre, sobreviviendo. —dice en un intento de encoger sus hombros.

—No le hagas caso, Julieta. Va muy bien. —contestó Max. —Me podría apoyar con estos papeles para el doctor del señor Tomlinson.

—Por supuesto.

Louis vio a lo lejos en una habitación a una madre con su bebé en brazos, su esposo los miraba con amor mientras acariciaba el cabello de su esposa. Sonrió, definitivamente le hubiera gustado ser pediatra y ser parte de esos momentos.

No me dejes |l.s|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora