Stiles jugaba con las manos de Derek, deslizando sus dedos por la palma de esta. La otra mano del ojiverde estaba ocupada con un libro abierto, no muy lejos de su rostro. Era absurda la manera de entretenerse del ojimiel, pero para Derek mientras que se mantuviera quieto por un rato le bastaba.
- Tienes unas manos muy callosas -susurra Stiles, entrelazando sus dedos con facilidad.
- Ajá.
- ¿Crees que algún día me desaparecerá el hechizo por completo?
- Yo creo que es un regalo -dice Derek distraído.
- ¿Un regalo? Tengo que transformarme una vez al día porque tengo a un estúpido gato gritándome desde dentro para que lo deje salir -dice reposando sus manos en su regazo-. Encima el maldito gato es medio malvado.
- ¿Por qué dices eso?
- El muy maldito me hace cazar ratones que te rondan por el loft, lo que por cierto es algo asqueroso ¿Nunca te has planteado hacer una buena limpieza y poner un par de muebles?
- Estoy esperando que lo hagas tú mismo en un ataque de hiperactividad.
- Claro, déjaselo al chico hiperactivo -bufa.
- ¿A qué hora va a venir la manada? Empiezo a tener hambre.
- No lo sé, Scott decía que tenía que pasar por la tienda para comprar las patatas fritas congeladas, el muy estúpido no se ha llevado suficiente dinero para comprarlas hechas en una tienda.
Derek aparta la vista de su libro, fijando sus ojos en los del castaño. Ambos comienzan a mirarse fijamente, de manera tan intensa que cualquiera habría apartado la mirada de inmediato. A Stiles le habia costado acostumbrarse la intensa manera de mirarle, como si le estubiera gritando algo que era incapaz de decir sin miedo y que Stiles había aprendido a descifrar.
Estirando los labios en una tierna sonrisa, Stiles entrelaza sus dedos de esa manera tan perfecta, como si sus dedos estuvieran hechos para encajarse mutuamente.
- Yo también te quiero, sourwolf.
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Corto, lo sé. Pero me gusta esta manera de acabar la historia, sin necesidad de enrollarme.
Bueno, subiré los agracecimientos en un rato. Allí diré lo que os tengo que decir.
Nos leemos.
Lu.
