La chica de la discoteca

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     Sam usaba la ropa prestada de Ozías y encima de ella llevaba su parca negra puesta en conjunto con la cadena de plata que exhibía el enorme rubí que le había dado su madre la última vez que la vio. Se sentía algo agotado, no estaba acostumbrado al trabajo físico de cargar cajas y cajas de frutas durante todo el día y venderlas a los odiosos clientes de trajes extraños que eran ciudadanos de Ciudad Capitanía. Su cansancio también era porque ya habían pasado cinco días desde que despertó en ese lugar y llevaba cuatro días trabajando para el señor Simón y la señora Estela en el mercado junto a Ozías, que parecía más acostumbrado a esa rutina.

Sam le había propuesto a Ozías, desde el primer día, organizar sus tareas y hacer un plan de trabajo. Así que durante esos días que llevaba viviendo allí, entrenaban durante la mañana; Ozías le enseñaba como convocar efectivamente el Ignis Dracal, pero el chico nunca lograba con éxito llamar su tótem muy a pesar de que sus poderes con el fuego aparecían débilmente alrededor de sus largas manos, una sola vez fue que decidió entrenar con el collar puesto y logró hacer una increíble bola de fuego que detuvo a Ozías, el otro creyó que definitivamente tener el rubí puesto encima era de buena suerte. Cuando no entrenaban, Ozias le explicaba cómo jugar al Mitbold o practicaban el deporte en las calles de la barriada.

- El Mitbold puede jugarse entre dos contrincantes o en equipos de tres, dependiendo de la modalidad las reglas del juego cambian – explicaba Ozías –probablemente en la prueba de Totemhaim será un juego de uno contra uno, así que te explicare como se juega esa modalidad.

Hizo una pausa mientras señalaba dos puntos de la larga calle en subida del barrio para que Sam se imaginara las canchas. Y explicó:

- Los campos tienen dos aros, uno en cada extremo del campo como vimos en el de Totemhaim, y cada aro se estarán moviendo por los aires por el borde al que pertenece dentro de la arena, así que con mucha precisión el rompemarcas debe lanzar la mitbold, que es este balón, tratando de pasar la pelote entre el agujero del aro al que le corresponde anotar. – le mostraba una esfera transparente que parecía agua congelada – y la parte difícil del juego, es que mientras el rompemarcas intenta anotar, corriendo desde su salida hasta el aro del contrincante, el cazador tiene que evitar que su oponente llegue hasta su aro tratando de sacarlo de la arena.

- No me digas que...- ya imaginaba lo que Ozias iba a explicar.

- Así es – decía el otro chico riéndose malévolamente de Samuel – el cazador desde un extremo del campo, debe atacar al rompemarcas invocando su tótem y haciendo uso de sus poderes. Son cinco carreras que debe hacer cada jugador alternándose los roles – se le hacía difícil explicarle claramente – Es decir, una vez tú serás el corredor y yo el cazador, luego en la siguiente vuelta será al revés...y así hasta que los dos hallamos corrido 5 veces hasta los aros para anotar. Y el que logre anotar 3 encestas durante las 5 oportunidades que tiene el corredor, gana.

- No suena tan difícil como lo explicas – dijo Sam tratando de comprender todo –pero si no soy veloz o no domino mi tótem perderé, o moriré – se imaginaba a sus oponentes atacándolo brutalmente con los tótem.

- La verdad es que yo corro como vaca, pero tengo buena puntería para sacar a los rompemarcas del juego – dijo Ozías para alentarlo –practicaremos las convocaciones, yo el Iterrageoum y tú el Ignis Dracal, para dominar mejor las habilidades. Solo tienes que saber que rol del juego te favorece más y para cual eres mejor sacando ventaja en el partido.

Y así pasaron los primeros cuatro días. En la mañana practicaban jugando al mitbold cuidadosamente, aunque Samuel siempre se lamentaba de no poder hacer nada eficiente para sacar a su amigo del juego, que siempre terminaba vencedor. Evitaban destrozar las fachadas de los hogares que les rodeaban. Sam quedó impresionado cuando vio que el balón, de aspecto transparente, se transformaba según el elemento del híbrido que lo tuviese en sus manos; Ozías lograba convertirlo en una pelota de tierra al tocarlo. Cuando no practicaban, ayudaban a la abuela a limpiar la casa o charlaban durante largo rato contándole Ozías al otro muchacho sobre las aventuras de sus padres y lo mucho que añoraba verlos,se lamentaba de que pocas veces se ocuparan de él y Sam trataba de animarlo diciéndole que nunca había conocido a su padre y su madre se negaba a hablar de él.

Los Misterios de Nógea  La profecía del príncipe rojoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora