Fiesta del Solsticio boreal

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             El exceso de luz parecía ser muy molesto para alguien que no hacía uso de la vista quien sabe desde cuándo. Sam abría sus rojizos ojos lentamente por primera vez, mientras la claridad del lugar entraba en sus pupilas y parecían quemarlas. Detallaba el lugar donde se encontraba mientras recuperaba la vista poco a poco; una amplia habitación, luces blancas incrustadas en el techo del lugar muy elegantemente, paredes absolutamente blancas y artefactos estilizados del mismo color, todo en aquella estancia que Samuel desconocía en lo absoluto.

- Hasta que por fin despierta de quién todos hablan en estos días – sonreía una risueña chica al otro de la cama donde se encontraba Samuel en reposo, movía otros artefactos de allá para acá y los conectaba a un ducto que llegaba hasta el pecho del paciente.

- ¿Qué... Qué es aquí? – Balbuceó el muchacho con los ojos entrecerrados.

- Aquí es la enfermería y tú no deberías estar hablando mucho aún – señalaba la joven a Samuel con un dedo en signo de reprenderlo con una risita un tanto pícara, dibujándose dos adorables hoyuelos en sus pómulos.

- Pensé que había muerto... de nuevo – dijo esto último para sí mismo ladeando la mirada hacía el otro lado de la habitación, había un enorme ventanal cerrado que se mostraba entre una larga cortina oscura de lana -. ¿Quién eres tú?

- Al parecer, tu salvadora – bromeó la chica guiñando un ojo y Sam. mirándola de arriba abajo, por un segundo pensó que la había salvado un mismísimo ángel; estaba con un traje tallado al cuerpo de material parecido al latex, con una falda típica de enfermera, unas extrañas hombreras ovaladas y unos guantes hasta los hombros, totalmente blanco todo su atuendo que la hacía lucir innegablemente hermosa -. Cualquiera que te hubiese visto en el estado en el que llegaste juraría que no ibas a sobrevivir ni una septiada más – lanzó una risa mientras revisaba una lista en sus manos y verificaba con sus ojos todo lo que tenía Sam conectado a una enorme maquina en la pared.

- Gracias – agregó Samuel sonrojándose luego de detallar el esbelto y voluminoso cuerpo de la joven quién percibió las miradas del chico y fingió sonriendo, colocando sus ojos en el formulario que tenía en manos nuevamente.

- Hay un niño que ha venido a visitarte varios días seguidos – Sam se horrorizó imaginándose la cantidad de tiempo que pudo estar inconsciente – Está afuera esperando – señaló la risueña muchacha con un dedo hacía la puerta que se encontraba detrás de ella, sin retirar la vista de lo que leía y con un gesto algo desinteresado.

Sam supo enseguida que debía ser Ozias, y se contentó que alguien se haya preocupado por él en ese mundo desconocido. Ideas vagas de su madre y su hermana venían a su mente pero las esquivó rápidamente para no ser aturdido por su consciencia en ese momento tan inoportuno.

- Podrás irte hoy mismo, en cuanto retiremos el ductoloide de tu cuerpo – se adelantó la joven a responder antes de que Samuel, quien había abierto la boca para hablar, le preguntara. Luego observó el tubo como un grueso cable que se conectaba desde la maquina fijada a la pared y el centro de su pecho.

La chica poseía en su oído derecho un artefacto en forma de rombo blanco con el que se comunicaba con alguien más. Al colocar su mano y aguzar el oído para escuchar mejor lo que parecían informarle, aceleró el pasó hacía la puerta de la habitación para marcharse. Se movía tan rápidamente que sus bucles pelinegros se meneaban de allá para acá a la altura de sus hombros de una manera adorable.

- Por cierto, ha venido personalmente el Profesor Ren- Kai a verte – se detuvo antes de salir y, al hablar, sus bucles negros aún se meneaban en su blanco rostro casi tapando su mirada de miel desbordante- Como estabas aun inconsciente me pidió que te informara que El Consejo desea hablar contigo en el Salón Común de Profesores.

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⏰ Última actualización: Aug 19, 2016 ⏰

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