Intenté fingir normalidad durante el resto del tiempo durante mi estancia con Mike. No fue tan fácil como parece. Me costaba concentrarme en sus palabras y seguir el filo de la conversación, miles de ideas espantosas me daban vueltas en la cabeza y me distraían.
Finalmente, se me hizo tarde y tuve que irme y, aunque me avergüenza admitirlo, me sentí aliviada al poder abandonar la casa de Mike. Y entonces me sentí fatal. Él no se merecía ser afrentado de esta forma. ¿Qué esperaba yo que pasara? ¿Que en cualquier momento mi tío cogería alguna de aquellas armas y me apuñaría? Eso no tenía sentido. Si Mike quisiera verme muerta, podría haberlo hecho hace tiempo, sin haberse tomado tantas molestias por mi bienestar. Sin embargo, luego me viene a la cabeza su rostro nervioso y agitado, como si lo hubiese pillado infligiendo una ley muy importante y de esta forma esto me hubiese convertido en cómplice de algún delito. No tengo ni idea de si está prohibido tener armas. Sé que hay mucha gente con armas de fuego escondidas, pero tener un montón de cuchillos y espadas es distinto. ¿No?
Todos estos pensamientos contenidos me acosaban mientras me dirigía a casa de Josh. No vivía muy lejos de la mía, solo un par de manzanas de distancia.
Lo cierto, es que nunca había conocido a sus padres en persona. Josh decía que ellos siempre tenían trabajo y que cada semana tenían que viajar, o que sencillamente no les gustaba la gente ni las visitas.
Pero sí conocí a Nora. Antes había sido niñera de Josh. Obviamente ya no viene, hace años que no la veo. La verdad es que antes, hace tiempo, le había tenido un poco de celos. Ella era joven y muy guapa, su piel de porcelana inmaculada, con un pelo muy largo y de color rojo intenso, tan bonito e impresionante que no parecía natural. Sus ojos eran oscuros, de un negro tan profundo que parecían inhumanos.
Cuando llegué a casa de Josh, el sol se estaba poniendo, pintando con sus rayos la silueta de las casas y las calles en colores dorados y rojizos. La puerta de su garaje estaba abierta y con la luz encendida Me acerqué para echar un vistazo.
Normalmente, era allí donde practicaba y tocaba con sus guitarras. Sí sus guitarras, en plural. Tenía un montón. Diez, doce, quince, quizá una veintena. Nunca me deja contarlas, y se burla silenciosamente de mí porque sabe que eso me pone de los nervios. Y las tenia de todo tipo; guitarra clásica, eléctrica, de jazz, electroacústica, semi acústica, stratocaster, telecaster, SG, ukelele, bajo, banjo... Las tenía de todos los modelos, de todas las formas y de todos los colores, y las cuidaba de un modo que uno se reserva solo para su familia o para la persona con la que va a casarse. Melissa y yo bromeábamos sobre ello y Josh se reía, pero en el fondo yo sabía que era importante para él, del mismo modo en que algunas cosas, como mis libros o la música, eran importantes para mí, aunque a primera vista no tuvieran importancia.
Josh se hallaba solo en el garaje mientras se apoyaba en uno de los altavoces con su móvil en la mano. Entré y lo saludé con una sonrisa.
- Hola.
Él estaba distraído con su teléfono (tentador artefacto del Diablo, como lo habría llamado Mel), no se dio cuenta de que yo estaba allí y se sobresaltó.
- Caramba, Ash, me has asustado.
Me reí al ver su expresión. Sus sorprendidos ojos eran de color marrón claro y resultaban acogedoramente cálidos y alegres, un poco ocultos tras sus gafas de pasta. Pelo corto, ligeramente despeinado, del mismo color que sus ojos, pero con algunos mechones más claros y otros más oscuros. Y esa bonita y afable sonrisa suya que tan acostumbrada estoy a ver que no me doy cuenta de lo guapo que es él. Pero parece como si siempre quisiera ocultarse tras sus gafas y su ropa normal sin llamar la atención. "Un friki mono" lo había calificado Melissa una vez. Yo no le había respondido. Aunque estaba de acuerdo con su veredicto final, no me gustaba clasificar a la gente. Y aun menos a mi mejor amigo.
- ¿Caramba? Pero bueno, ¿es que has viajado del siglo pasado, grumete? - bromeé. Él volvió a sonreír y entonces me di cuenta de que estaba solo. - ¿Y Mel? ¿No dijiste que también venía?
- Me ha enviado un mensaje justo antes de que tú te colaras sin permiso en mi garaje - envié una mirada asesina de broma a su expresión de superioridad -, y dice que no va a venir - puso los ojos en blanco -. Sus padres al fin han encontrado la guarida donde su traficante ilegal, según ellos, también conocida como su hija, guardaba todos los chicles que utilizaba para la revenda. No sé qué significa la palabra ilegal para ellos. Supongo que es una " Falta No Autorizada Por los Papis" - alzó las manos y dibujó una comillas en el aire. Se le iluminó el rostro, como si acabase de darse cuenta de algo brutal -. La ley NAPP - dijo a media voz - ¿Qué será lo siguiente, eh papás? La ley de "Ahora está permitido poner chips a nuestros hijos, a pesar de que eso invada su intimidad pero no importa porque es por su seguridad, aunque no sea así y solo es una excusa ya que en realidad solo lo hacemos porque podemos? ¿La ley AEPCH...? No, la ley AEPPCNHAQ... No, mierda, sería...
- Yo creo que Miranda ya ha aprobado esta ley hace tiempo. ¿Y si nos vamos? - sugerí intentando reprimir una carcajada. Josh parecía realmente indignado y frustrado. Al instante siguiente su rostro se aclaró como si hace un par de segundos no hubiese estado cuestionando las normas de nuestros progenitores de la forma más sarcástica.
- Vale. Pero invito yo - respondió saliendo del garaje.
Me encogí de hombros sonriendo y lo seguí.
- Si tú insistes...
Fuimos al local donde siempre veníamos, que estaba a unas manzanas, en la dirección contraria de la casa de Josh. Mientras caminábamos, aproveché para sacar el tema que tanto me preocupaba.
- Hoy fui a casa de Mike.
- ¿Y cómo está? Te veo preocupada. Es un poco temprano para que enferme, ¿no?
- No está enfermo - respondí -. Pero es que... vi una cosa que...
Le expliqué detalladamente todo lo que me había ocurrido aquella tarde, lo que vi, la reacción de Mike, mi desconcierto y el mal presentimiento que me abrumaba por dentro. Josh mantuvo su expresión inalterada, sin mostrar ningún tipo de sentimiento, lo cual me preocupó aún más. ¿Porque estaba tan serio? ¿Es que sabía algo que yo no? En ese caso, ¿porque no me interrumpe y me lo explica?
- Josh, ¿sabes algo sobre todo esto? - le pregunté cuando terminé, después de un tenso silencio.
Él miró al frente, sin dirigirme ni una ojeada durante mi relato, con su rostro cuidadosamente inexpresivo. Parecía dudar durante unos instantes. Luego se volvió hacia mí.
- No tengo ni idea - los sentimientos habían vuelto a su rostro, como una estatua que vuelve a la vida en un segundo. Sus ojos reflejaban sinceridad, y algo más. Nadie que no lo conociera como a sí mismo lo detectaría, pero yo lo vi. Aquella sombra de lástima que cruzaba su mirada cuando me miraba, aquel mismo sentimiento que vi en la cara de Mike cuando me dijo que no tenía que acercarme a aquel baúl nunca más. - De verdad. Me gustaría saberlo y ayudarte, pero... no tengo ni idea - parecía sentirlo de verdad -. Aunque sí puedo asegurarte de que Mike es inofensivo. No creo que vaya a hacerte daño, después de todos estos años. Sería un poco estúpido. Lo más probable es que no quería que te vieras implicada en todo este asunto, sea cual sea.
Aquello sí tenía sentido. Me sentí bien al contarle esto a alguien. Por eso yo necesitaba a Josh. Admito que yo a la mínima razón me vuelvo paranoica, muy paranoica. Pero Josh siempre estaba allí para hacerme razonar, para darle sentido a mis imaginaciones caóticas.
- Pero - dijo a media voz -, has considerado la probable posibilidad de que... bueno, quiero decir, ¿estaba en el cuarto del pasado, no?
Me detuve en seco. Josh se volvió hacia mí.
- ¿Estás diciendo - pregunté en voz baja - que todo esto era de mi padre?
- Sería una posibilidad, una muy probable - le miré con incredulidad ¿de verdad pensaba que yo no iba a conocer una cosa tan importante sobre mi padre? -. Ashley, eras muy pequeña cuando él se fue - dijo con amabilidad, como si me hubiese leído el pensamiento -, a lo mejor no lo sabías todo sobre él.
Permanecí en silencio. Josh tenía razón. No me gustaba aquello, pero tenía razón. A lo mejor, yo no conocía a mi padre como había pensado siempre.
A lo mejor había muchas cosas que yo no conocía como había pensado siempre.
Y esa idea me aterrorizó.
ESTÁS LEYENDO
Los Guardianes I: Alas Blancas
Fantasy"¿Crees en los ángeles?" Ashley Blowfire no se ha planteado esta cuestión hasta que conoce a Jev Ravenhill, el mismo individuo que la arrastra y la sumerge en la despiadada vida basada en las continuas luchas entre seres angelicales y demoníacos . E...