Capítulo 9

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Cuando me acerqué a él, traté de conservar la compostura y parecer seria, aunque me sentía excitadísima. Quería respuestas, de inmediato, pero tenía que parecer paciente.

Me detuve a un metro del individuo. Una juguetona e irónica sonrisilla se extendió por sus labios, lo cual sólo sirvió para irritarme.

-Esperaba volver a verte.

-Pues yo no... -mascullé entre dientes.

Alzó una ceja, y me di cuenta de que incluso ese simple gesto, al ser producido por él, se convertía en un ademán travieso y rebelde; y, por tanto, me exasperaba.

-¿Estás segura? -dijo con voz melosa. En un ataque de orgullo, quise replicarle mordazment, pero me forcé a concentrarme en lo que realmente me interesaba, así que me decidí a no seguirle el juego.

-¿Puede saberse quién eres?

Él volvió a sonreír de esa irritante forma, como si me retase y... se dio la vuelta para marcharse, en la dirección contraria a mi casa.

Dudé unos instantes. Miré a mi izquierda, el camino por el que debería irme. Había pensado en ir a casa de Josh, pues desde la noche anterior no habíamos hablado y hoy no había venido a clase en ningún momento. Luego dirigí mi vista al lugar por el que lentamente se alejaba aquel idiota, al que necesitaba para descubrir las respuestas que necesitaba desesperadamente. Sin duda estaba esperando a que lo siguiera. Mis ojos se fijaron en un pequeño tatuaje de su nuca, cuyas líneas superiores se asomaban tímidamente bajo su cazadora, aunque no pude distinguir de qué dibujo se trataba. Claro, pensé, lo único que le faltaba al señor Suficiencia. Un tatuaje.

Con vacilación, volví a mirar a la izquierda. Suspiré, sintiéndome débil, y me volví en redondo, acelerando el paso para alcanzar al don Misterio.

-Oye -espeté cuando lo alcancé-, en serio, ¿quién eres? ¿Qué eran esas cosas que me atacaron? ¿Qué sabes sobre el Libro Rojo? ¿Por qué esos bichos... y tú, estáis tan interesados en él? ¿Por qué precisamente lo he encontrado yo? Y ¿puedo saber adónde me estás llevando?

-Las preguntas de una en una, por favor -estaba disfrutando de ésta situación, lo veía en sus negros ojos, aunque éstos se mantenían serenos y miraban al frente-. Mi nombre es Jev. Jev Ravenhill.

Vaya nombre, pensé, aunque yo no era nadie para juzgar. Mi apellido era igual de extraño que el suyo -Blowfire-, de orígenes americanos o ingleses, quién sabe.

-Las cosas que te atacaron anoche eran demonios. Demonios rham, para ser exactos. Sé muchas cosas sobre el Libro Rojo. Hay cierta gente que lo está buscando desde hace años y daría cualquier cosa para tenerlo, porque es muy poderoso, según dicen, y si cae en las manos equivocadas, podría traernos ciertos problemillas respecto a la seguridad de la raza humana y del planeta en sí. Tú eres la protectora de este libro, porque así son las normas, debes continuar con el deber de tu padre. Y no te estoy llevando a ningún sitio, me estás siguiendo tú solita.

Lo dijo con total naturalidad, como si estuviésemos hablando sobre el tiempo. Me quedé tan estupefacta que me rezagué unos metros. Jev continuó caminando cómo si nada. Estaba demasiado ocupada intentando evitar que mi cabeza se emboce como un desagüe al intentar procesar toda esta información, para que me moleste su falta de consideración.

Finalmente, reaccioné y corrí para volver a ponerme a la altura de Jev.

-Espera, espera... ¿demonios? ¿Libros poderosos? ¿Seguir los pasos de mi padre?

Él sonrió con superioridad, como si le explicase las ecuaciones matemáticas a una niña de seis años.

-¿Qué te esperabas? ¿Que todo ésto tendría alguna explicación lógica para tí?

Los Guardianes I: Alas BlancasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora