Gemí y enterré mi cabeza en su hombro, mis labios en contra de su cuello, besándolo febrilmente.
―Córrete para mí, mi amor. Córrete toda sobre estos dedos. Estalla para mí, cariño. Déjate ir, bebe. Eso es. Oh, joder, sí. Eso es. Córrete para mí, ___________. Ahora. Córrete para mí.
Y con un grito, un estremecimiento y un torrente de líquido, lo hice. Me corrí sobre sus dedos con mi cara enterrada en su cuello. Cuando deje de estremecerme, envolvió ambos brazos a mí alrededor y me sostuvo apretada mientras me recuperaba de los temblores secundarios del orgasmo más poderoso que alguna vez había sentido. Sus fuertes dedos acariciaban hacia abajo por mi espalda mientras yo me esforzaba por respirar. El aire estaba saturado con el perfume de nuestros sexos, ese intoxicarte perfume fue suficiente para marearme por la necesidad otra vez. Me estremecí al notar cuan poderosamente reaccionaba a él.
― ¿Estás bien? ―preguntó, probablemente captando las húmedas señales de lágrimas presionando en contra de su pecho.
―Sí, ―resollé―. Estoy bien. ―No quería que él supiera que me había estremecido hasta la médula.
―Bien. ―Ubicó un beso en lo alto de mi cabeza y a regañadientes me dejó salir de su abrazo.
―Oh, maldición, ¿esa es la hora? ―Miré el reloj e inicié mi escapada. Tenía que apartarme de su perturbadoramente sexy cuerpo para poder pensar―. Tendré que irme, Harry.
―Está bien, ___________, si tienes que hacerlo.
Lo miré directamente a los ojos, y supe que él sabía que no necesitaba irme. Sabía que estaba escapándome. Había una especie de tristeza en sus ojos, e impulsivamente, me incliné para besarle los labios. Había pasado un muy buen rato, tal vez demasiado bueno.
―Estuviste maravilloso, ―susurré. No quería que él se sintiera como que me había espantado. En realidad no quería que se sintiera mal por nada.
―Tu estuviste jodidamente fantástica, ―él enfatizó―. No podré dormir esta noche pensando en ti.
Me sonrojé y me vestí. Él se puso sus pantalones y la camiseta y luego me guió escaleras abajo a una puerta diferente en la parte trasera de su cocina que llevaba a la calle lateral.
―Te veré mañana, entonces.
―Sí. ―Sonreí, mis mejillas se ruborizaron y me sentí abrumada por el momento.
Este exigía palabras y acciones, y yo no las tenía. Solo necesitaba llegar a casa y pensar. Él se inclinó y me besó. Era tan tierno que casi rompo a llorar, pero tomé una profunda respiración, sonreí y caminé hacia fuera.
No me permití llorar hasta que había pasado la vidriera. Era una masa de emociones confusas, y no sabía cómo manejarlas. Por un lado, sabía que acababa de experimentar algo especial, algo que había deseado durante mucho, mucho tiempo.
Por otra parte, recordé lo que John había dicho acerca de ser disfuncional… y me acordé de John.
Esa era la base del problema. Me sentía culpable. Sentía como si hubiera engañado a John, lo que era estúpido, realmente estúpido, pero no me podía sacudir el sentimiento de que realmente lo había decepcionado. No era porque había tenido sexo con alguien más… aun cuando John vivía no era un tipo celoso, y él había señalado a hombres atractivos para mí y me había dicho cuando los tipos estaban coqueteando conmigo. No, era porque había tenido un sexo tan retorcido, sucio y sumiso. John no lo aprobaría.
Me fui a casa y me tiré en la cama. Todavía era temprano, pero no podría comer.
No podría concentrarme en la TV ni con un libro. Tenía la esperanza de que, si me quedaba acostado allí lo suficiente, me quedaría dormida.
No ocurrió.
Simplemente seguí pensando y pensando. Enojándome más conmigo misma con cada pensamiento. No ayudaba que cada vez que me movía captaba el aroma de Harry en mí y recordaba sus manos frotándome con el masculino jabón, masajeándome el cuero cabelludo con el champú de menta y secándome tiernamente con su toalla.
Esos recuerdos eran buenos, dolorosamente buenos, y cuando volví a recordar las escenas en mi mente, me sentí bien, adorada, venerada. No me sentí usada ni abusada ni inadaptada. John debió de haber estado equivocado. ¿Cómo podría algo que se sintió tan bien, que me hizo sentir tan bien, estaba tan mal?
Y cada vez que llegaba a esa conclusión, me sentía más culpable, pero no podía soportar lavar el perfume de Harry de mi piel. Me sentía mal incluso al pensar en eso.
Me gustaba estar marcada como suya. Amaba la manera en que me había llamado su dulce zorra. John nunca habría dicho tal cosa. Él apenas alguna vez me había dicho un apodo cariñoso. Realmente no había creído en ellos, y había pensado que eran peyorativos.
Luché contra mí misma hasta altas horas de la noche, vacilando de un extremo a otro hasta que, finalmente, me dormí de puro cansancio.
Al día siguiente, llamé por teléfono a Harry.