capitulo 6

2.2K 65 1
                                    

―El naranja es un buen color en ti―dijo, mientras se volvía caminando dentro de la tienda, y me sonrojé.
―Oh, gracias.
―Complementa el color cremoso de tu piel.
Casi sentí las palabras acariciando la carne expuesta en la V de mi escote. Me mordí los labios y subrepticiamente restregué los muslos juntos. Este hombre me volvía loca de lujuria, y ni siquiera había dicho nada que fuera íntimo.
―No sé cómo te las arreglas para trabajar aquí día tras día. Yo estaría comiéndome toda la mercadería, ―dije―. Simplemente el delicioso aroma es suficiente para hacerme agua la boca.
El aire estaba denso con la vainilla, la crema y el chocolate, con ese especial ligero aroma a dulce horneado que cualquier panadero te dirá que permanece hasta mucho después de que el pastel haya terminado de cocinarse.
―Tengo mi buena participación en la prueba de sabores, ―contestó, su lengua asomándose para humedecer su labio inferior. Sonrió―. Pero disfruto de las ganancias mucho más.
―Parece un crimen comer estos. Son todas obras de arte.
―Me halagas. ―Fui recompensada por el más ligero rubor de sus mejillas―. No soy tan bueno.
―Oh, deja la falsa modestia. Podrías exhibir estos en una galería de arte, y las personas pagarían simplemente para mirarlos y olerlos.
―Ah, pero si no los tocas o los saboreas, te estás perdiendo la mayor parte de la sensación.
Sus ojos parecían haberse oscurecido al color de la espinaca cocida y en lugar de estar enfocados sobre sus pasteles, estaban clavados firmemente sobre los pálidos montículos de mis pechos.
―Oh, bueno, sé, saben divinos, ―contesté, azorada.
―Apuesto a que sí, ―dijo sarcásticamente y levantó una ceja. No me sonrojé solo en las mejillas. Se filtró hacia abajo y se difundió por mi pecho, también.
― ¿Cuál es tu favorito? ―Le pregunté, dirigiendo mi mirada a sus oscurecidos ojos y hacia el despliegue de pasteles al lado nuestro.
―Oh, es muy difícil escoger. ―Su voz ronroneó, pero la suavidad era desmentida por el puro poder de su tono―. Soy un fanático del chocolate, ―dijo―, y de la fruta fresca. Me gusta combinarlos con crema y un bizcocho liviano y tal vez solo el toque más dulce y más pequeño de especias exóticas. Los nuevos, los excitantes, los recién descubiertos son mis pasteles favoritos para crear.
―Eres muy talentoso. ―No lo vi dar un paso, pero pareció estar mucho más cerca de mi cuando volví a mirarlo. ¿Me había movido? Estaba confusa y un poquito hipnotizada por su mirada y justo cuando pensé que sus labios bajarían a los míos, la campana en la puerta tintineo.
Respingué. Él solo sonrió sarcásticamente y cambio su atención al cliente.
La lujuria martillada a través de mi corriente sanguíneo, desesperada para salir.
Tomé un trémulo aliento, y cuando Harry inclino la caja arriba de las magdalenas glaseadas hacia la señora, guiñó un ojo en mi dirección.
Intenté tomar el control de lo que estaba ocurriendo. Estaba bastante segura de que Harry había estado coqueteando conmigo. Sus palabras realmente habían parecido sugerentes en el momento, pero seguramente, estaba imaginándomelo. Él era alto, delgado y muy guapo. No había simplemente ninguna manera de que pudiera sentirse atraído por una curvilínea chica como yo, ¿verdad?
―Creo que ya es hora de cerrar, ―dijo y camino hacia la puerta atravesando la tienda ahora vacía―. No creo que venga nadie más por hoy. Las vacaciones escolares son malas para el comercio por las tardes. ―Giró el cartel de la ventana y corrió el cerrojo de la puerta―. Cerraré con llave correctamente más tarde. Ahora puedes venir y ver mí cocina.
Estaba un poco molesta por su falta de modales. ¿Quién dijo que quería ver su cocina y quién dijo que quería estar encerrada con él, a solas? Entonces la molestia se desvaneció, y los nervios ocuparon su lugar. Estaba segura de que realmente temblaba por la tensión.
Tomó mi mano cuando paso de largo. Para el parecía una acción natural. Para mí, tenía la impresión de que me estaba reclamando, marcándome como suya. Sus dedos eran largos y duros, y agarraron los míos con fuerza pero con una ternura que me quitó el aliento. Caminamos juntos alrededor de la parte visible de la tienda hacia atrás y entramos a la cocina. Él llevaba la delantera. Yo lo seguía. Disfruté de su toque y descubrí su olor profundamente almizclado. No era nada pretencioso, ninguna loción para después de afeitarse o producto caro. Era solo una sugerencia de un jabón fresco con un toque de limón y algo más exótico.
―Este es mi santuario, ―anunció cuando entramos en la enorme cocina industrial. En el centro había una gran mesa de madera con patas gruesas y una parte superior muy usada, todo alrededor de las paredes había hornos y repisas, a los lados, acero inoxidable y un gran, enorme fregadero―. Es mi orgullo y mi placer.
―Es asombroso, ―jadeé, sobrecogida por su tamaño y humillada por su simplicidad. Sabía que este era un lugar íntimo para él, y que no invitaría casi a nadie a su cocina. Se sentía como si me hubiera concedido el acceso a su ser más íntimo, incluso más íntimo que ser invitada a su dormitorio. Me sentí ligeramente incomoda con el nuevo paso en nuestra floreciente relación.
Me esforcé por no demostrarlo.
_______________________

Sumisión y otros placeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora