Pensé en Harry todo el camino a casa. Su olor perduraba, esa especiada masculinidad que tapaba cualquier otro olor parecía haberse adherido en mi sistema, no podía escapar de él y no quería. Pensé en su merengue, cómo sabía y cómo su olor a dulce vainilla y crema me excitó antes incluso de que una migaja tocara mis labios, pero principalmente, pensé de Harry. Parecía extraño que, en todo este tiempo que había pasado afuera de su tienda, nunca lo había visto verdaderamente antes. Nunca lo había notado, pero ahora que lo había conocido no podía pensar en ninguna otra cosa.
Necesité una ducha cuando llegué a casa, todavía sentía el sudor del pánico sobre mi piel y necesitaba borrarlo de mi mente. Abrí la ducha y rápidamente me eché hacia atrás. Me quité la ropa y esperé que saliera el agua caliente.
Realmente había pensado que había superado los ataques públicos de pánico por mi aflicción, pero el chirrido de los frenos y mi casi desmayo demostraron que no era el caso. Si Harry no hubiera salido a mi rescate, probablemente estarían en Accidentes y Emergencias ahora, mi cara cubierta de rasguños y mi mente siendo animada por los psicólogos de guardia.
Cuando me deslicé debajo del agua, gemí. Necesitaba el purificante calor y eso calmó mi cuerpo. Las salpicaduras de las poderosas gotitas impactaban sobre mi piel masajeándome, y me quedé parada debajo de la ducha, solo disfrutando de las sensaciones por un largo momento.
John odiaría como me enredo con todo esto. Era un hombre sensato, y simplemente no podía entender lo emocional que podía ponerme a veces. Sería mortificante para él saber cómo me había venido abajo con su muerte.
Recuerdo una vez que estuvimos hablando sobre un incidente particular que me había trastornado. No recuerdo exactamente que fue ahora, pero en el momento, tuve un completo ataque de nervios.
"No quiero que nunca te pongas así por mí, ______, ―dijo―, Odiaría hacerte eso".
Oh, bueno, no es como que uno pueda modificar su forma de ser, ¿verdad? Uno no puede, exactamente, divorciarse de uno mismo por sus emociones, o al menos yo no podía. John sacudiría la cabeza y me sostendría abrazada hasta que las lágrimas se detuvieran. Entonces, podría decirme que me amaba, para ayudarme a recuperarme y sonreír. El habría fortalecido mi resolución.
Una lágrima rodó por mi mejilla mientras deseé por millonésima vez que estuviera cerca para mí, que pudiera ser capaz de salir de esta ducha y meterme en sus brazos. Recordé entonces una vez cuando se metió en la ducha conmigo y me tomó en sus brazos, y en ese preciso momento frotó mis hombros y mi espalda y besó mi cuello. Me hizo girar, y nos besamos, el agua chorreando sobre nosotros, su excitación evidente. El placer me había abrumado cuando había caído sobre mis rodillas y lo había complacido justo allí, con el agua haciéndome cosquillas en mi espalda.
No era un amante particularmente audaz, y esa instancia fue una sorprendentemente agradable interrupción a la rutina de solo en el dormitorio. Me encantaba el John cariñoso, pero siempre me sentí culpable de añorar algo más que nunca me daría.
Hasta lo había mencionado una vez, a raíz de una estúpida escena en un programa de televisión.
“Creo que los azotes son bastante sexys”, le dije. Me mordí el labio inferior y me preparé para jugar a la niña traviesa.
“Yo no", respondió. "No está bien ejercer poder sobre el otro".
Y eso fue todo. No discutí. John habría ganado al final, y yo no quería revelar mi naturaleza pervertida. Me encanta ser sumisa, ser sostenida bajo el poder de un hombre. Nunca tuve eso con John.
Y repentinamente mi mente regreso a la patisserie y a Harry ordenándome que me quedara donde estaba. Mi estómago se apretó y la excitación corrió por mis venas. Harry parecía como un hombre que tomaría el control muy bien. Sus manos eran grandes y duras, y solo podía imaginarlas bajándome los pantalones y bragas, para azotarme por ser irritante y obstinada.
Simplemente me inclinaría sobre su regazo. No tengo una contextura pequeña, pero él podría manejarme en esa posición, y me azotaría, ignorando mis patadas y gritos. Me castigaría, por ser una lasciva chica traviesa, y yo amaría cada momento de eso. Mis dedos se habían colado debajo del elástico hacia mi suave pubis, y se deslizaron más abajo, la humedad entre mis muslos era espesa y untuosa, y no tenía nada que ver con las cálidas gotas que salían de la ducha.
Me tragué la culpa y me imagine de rodillas entre sus muslos, el almizcle de su piel tan evidente, la vainilla especiada tentándome a degustarlo. Imaginé mi trasero al aire, rojo por sus atenciones, y su polla en mi boca, los dedos en mi pelo. Quería adorar a este hombre de esa manera, mis manos detrás de mi espalda, dejándome la boca como única herramienta disponible para complacerlo.