capitulo 3

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―Tienes los dedos demasiado fríos, ―dijo―. Déjame darte una bebida caliente.
―Realmente debería irme a casa, ―dije un poco abrumada por todo y necesitando espacio para digerir todo lo que había sucedido.
―Solo quédate por una infusión, por favor. No estoy convencido de que estés lo suficientemente bien para irte todavía.
Y cuando pensé sobre ello, el probablemente estaba en lo cierto.
―Oh, vale.
― ¿Cómo te gusta él te?
―Con leche, por favor, ―dije―. Me gusta cremoso.
― ¿Un poco de azúcar? ―gritó desde el otro lado del marco de la puerta.
―No, gracias, ya soy lo suficientemente dulce, ―respondí por costumbre. John solía pensar que eso era gracioso. Una puñalada de dolor me atravesó, y sentí una ola de culpa pasándome por encima. ¿Cómo podía desear a otro hombre tan pronto?
Estaba a punto de levantarse y salir corriendo cuando apareció una taza de té seguida del magnífico hombre que había causado mi pánico.
―Aquí tienes. Esto te calentara. ―Me pasó la taza―. Ahora, no puedes tomarte un té sin un pastel. ¿Cuál te gusta?
Miré hacia abajo en la estantería de la vidriera delante mío y mmm.
―Decisiones, decisiones. ―Envolví mis dedos alrededor de la taza caliente y me incliné más hacia adelante para tener una mejor visión―. Me encantaría uno de esos merengues, en realidad ―dije al final.
―Una gran elección― se entusiasmó mientras levantaba una ligera y cremosa concha llena de esponjosa crema y decorada con fresas. Había tomado una bolsa de papel y la había colocado en el extremo del mostrador para mí.
―Así que, ¿quién hace las tortas, Harold? ―Le pregunte mientras apoyaba el humeante té y trataba de encontrar la manera de abordar el merengue. Al final, lo partí en dos mitades con aproximadamente la misma cantidad de fruta y crema en cada uno.
―Bueno, si, en cierto modo. Yo las hago a todas, pero me llamo Harry. Le di un toque francés al nombre, ―respondió.
―Soy ___________. ―Sonreí―. Debes trabajar muy duro si horneas y vendes todos estos pasteles.
―Me levanto a las cuatro de la madrugada todos los días. Cuando cierro a las tres y media, me voy arriba y derecho a la cama. Es un largo día.
―Guau, podrías buscar a alguien para que te dé una mano.
―Bueno, una vez que el negocio este en pie y dando buenas ganancias, pienso contratar a alguien para que me ayude.
―Parece como que el negocio va viento en popa para mí. ―Di un suspiro de apreciación cuando mordí en el merengue y fui abrumada por los olores del verano y el sabor del cielo―. Con merengues como este, no me sorprende.
Él se puso un poquito colorado y recuperó rápidamente su compostura.
―Oh, lo está, pero hay que afrontar muchos gastos al principio de un negocio. Recién estoy comenzando a reducir las deudas por la apertura de esta tienda en primer lugar.
― ¿Siempre te dedicaste a esto? ―Le pregunté mientras el té y el pastel me soltaban la lengua y me hacían sentir más relajada.
―Sí, siempre me ha gustado. Mi papé pensaba que era una cosa de chicas, sin embargo y me obligo a ir a estudiar Ciencias Económicas. Trabajé en un banco durante mucho tiempo y, entonces, un día, decidí que no podía soportar más otro aburrido trámite y abandoné. Y comencé con este lugar.
― ¿Eres más feliz ahora?
Él suspiro.
―Considerando que por esto perdí a mi novia y el respeto de mi padre, sí.
―Oh, estoy segura de que tu padre recapacitará. ¿Ha visto este lugar?
―No.
―Deberías invitarlo. Estaría orgulloso de ti, estoy segura.
―Qué dulce eres en decirlo, pero no estoy seguro de que sea cierto. No cambiaria mi vida ahora por nada, sin embargo. Me despierto para hacer lo que me gusta. Eso hace de cada día un placer.
Echaba de menos eso. Solía sentir eso cuando ensenaba. Cada día era un placer.
Me sentí vacía una vez más y bajé el último bocado de mi pastel, de repente incapaz de comer más.
― ¿Estás bien? ―pregunto―. Te pusiste pálida.
―Sí. Sentí ese placer una vez. Ya no lo tengo ahora, eso es todo.
Él apretó mi hombro.
―Estoy seguro de que lo encontraras otra vez, o él te encontrara a ti.
―Muchas gracias. ―Me levante de la silla―. Ahora, tengo que irme. Gracias por tu amabilidad.
―Volverás mañana, ¿verdad?
―Sí, lo haré.
―Vale, buenísimo, nos vemos mañana.

Sumisión y otros placeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora