capitulo 15

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―Oh, dulce, dulce mujer. Ella es mi hermana, Gemma. Está en la universidad, así que le he dado un trabajo de medio tiempo para echarle una mano y ayudarla a pagarse las cuentas.

― ¿Tu hermana?

―Sí, divino ángel. Mi hermana. ¿No notaste el parecido familiar?

―No, ―inhalé por la nariz―. Parece que estaba demasiado ocupada sacando conclusiones precipitadas.

Sus brazos me rodearon otra vez, y mis mejillas se pusieron coloradas en contra del algodón suave y frío de su camiseta.

―Te he extrañado, ―me susurró en el oído, y sus labios rozaron contra mi mejilla. Miré hacia arriba, y sus labios buscaron los míos. Las palabras pasaron al olvido. Simplemente intenté comunicarle todo lo que sentía a través de mi beso. La angustia, las lágrimas, la amargura y la dulce conclusión.

―Entra, ―gimió en mi boca―, o por Dios que tendré que tenerte aquí mismo en la calle.

Enlazó mi mano con la suya y me condujo por el pasillo lateral y a través de la puerta trasera abierta a su cocina. Tomó mi abrigo.

―Siéntate aquí un minuto. Déjame solo hablar con Gem. Creo que hoy se puede ir a casa un poco más temprano. ―Guiñó un ojo, y me sonrojé. Agradecí el momento de soledad para recobrar la compostura. Cuando ellos volvieron caminando juntos hacia la cocina, me percate de por qué Harry se había sorprendido tanto de que no haya notado que eran familia. Realmente se parecían mucho, y sus ojos eran exactamente iguales.

―Esta es ___________.

―Oh, ___________, ―dijo Gemma. Se extendió, y sacudió mi mano.

―Esta es mi hermana, Gemma. Justo se iba a casa.

―Nos vemos, ___________. ―Ella sonrió―. ¿Hay algunas sobras que pueda llevarme, Harry?

―Mis pasteles no son sobras, mocosa, pero sí, toma los de crema fresca. Hay dos o tres, creo.

―Gracias, hermanito. ―Ella le apretó el brazo y entonces tomo el abrigo que él le ofreció―. Cerraré con llave cuando salga. Te veo en la mañana.

―Parece agradable, ―le dije mientras ella salía de la tienda.

―Lo soy, ―ella grito―. Es a mi hermano a quien tienes que observar.

Harry sacudió la cabeza y se acercó a mí. Se inclinó para besarme, y me aferré al frente de su camisa, mareada por el deseo. Vagamente oí el tintineo de las campanillas en alguna parte del trasfondo. Todo estaba en el fondo, incluso yo. Harry era lo único que importaba, y su beso que me estaba abrumando. Me envolvió en su abrazo, y me aferré a él con desesperación. Quería permanecer en su beso, pero necesitaba el momento de que terminara porque tenía cosas para decir, cosas importantes, y estaba determinada a decirlas.

―Vamos arriba, ―susurró, y asentí con la cabeza.

―Tengo que decirte algunas cosas, Harry. Es importante.

―Está bien, cosita dulce, ―contestó y suavemente frotó mi espalda mientras me dejaba subir las escaleras delante de él.

Entramos en su sala de estar. Era bonita, con poco mobiliario, simplemente un sofá, una TV y un radiador en la pared. Me pregunté donde conservaba él todas sus cosas. Era escalofriante lo vacío del cuarto.

―No paso mucho tiempo aquí, ―me dijo, como si hubiera leído mi mente. Tal vez él se percató de lo extraño que se veía el lugar, de lo desprovisto de emociones―. Cuando no estoy en la cocina, estoy durmiendo, la mayoría de las veces. No tengo mucho tiempo para mirar la tele. ―Se sentó junto a mí en el sofá―. ¿De qué quieres hablar conmigo exactamente? ―preguntó.

―He estado pensando mucho estos pocos días pasados, Harry, y necesito aclarar las cosas contigo. No estuve enferma. Solo tuve una especie de terror.

―Me lo imaginé ―asintió con la cabeza―. Necesitabas espacio, ¿verdad?

―Sí, lo que sucedió el otro día entre tú y yo, fue… muy intenso, y necesitaba pensar acerca de un montón de cosas. ―Tomé una larga y profunda respiración. Él no habló. Simplemente apoyo la mano sobre mi rodilla y me miró―. Supongo que mejor empiezo desde el principio. ―Aspiré profundamente y continué―. Siempre supe que soy sumisa. No soy alguien que arme escándalos ni soy una líder, me gusta tener a alguien organizándome la vida. Bueno, pues, descubrí que soy sumisa sexualmente, también. ―Me sonrojé, pero mientras hablaba, se volvía más fácil continuar―. Solo he experimentado raros momentos de eso sin embargo. Los pocos hombres con los que he tenido este tipo de relaciones han estado muy vainillas, y los azotes ocasionales se veían como un poquito de diversión. Nunca les hubiera podido pedir que me agredan correctamente o que me aten porque les hubiera parecido estrafalario. Cuando conocí a John, mi último novio, pensé que él sería diferente. Parecía tan autoritario, tan controlador, pero resultó que cuando revelé mi profundo deseo de ser dominada, él lo vio como una deficiencia psicológica. Me dijo que era mi falta de confianza la que estaba hablando, que un hombre de verdad nunca le levantaría la mano a una mujer, que un hombre de verdad nunca sería tan grosero. Me desilusioné, pero lo dejé quedarse convencido de que tenía razón.

Sumisión y otros placeresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora