Una memoria eterna

11 4 4
                                    

Había estado caminando desde hace ya mucho rato. El sol me picaba la parte de atrás de la cabeza y sentía la piel pegajosa. Fui a coger mi termo para tomar un poco de agua pero no había ni una solo gota de agua. Miré mis alrededores y vi un centro comercial, con sus grandes puertas y destruidos avisos. Me dirigí hacia allí, esperando que hubiera agua en algún lado. Cuando entré intenté no pisar los vidrios rotos y mientras maniobraba por la cantidad de obstáculos, trataba de ser lo más callada posible. Al entrar había oído algo, pero no estaba segura si era mi imaginación.

Seguí caminando en silencio mientras buscaba agua cuando oí una voz. No estaba muy segura de querer seguirla, pero mi curiosidad me obligó a que siguiera el ruido. Cuando estuve lo suficientemente cerca como para ver quien hacía el sonido, me acerqué sigilosamente y me mantuve escondida. Lo que vi me hizo maldecir.

Eran tres personas en un blanco total. Estaban empacando cosas en varias maletas, la primera, una mujer, le pasaba objetos a la segunda, otra mujer, la segunda al tercero, un hombre, y el tercero los empacaba, pero cuando ya no había más objetos, la tercera persona le devolvía uno a unos los objetos a la segunda mujer, que a su vez se los pasaba a la primera mujer, que los ponía en el suelo. El proceso se repitió una y otra vez frente a mis ojos. Sentí las lagrimas tratar de salir y las contuve lo mejor que pude, de nada servía llorar.

Los miré con lastima y traté de pensar en alguna forma de ayudarlos. ¿Tal vez si le lanzaba una botella a uno de ellos...? Cogí una botella que estaba junto a mi y la se la lancé en la cara a la segunda mujer. La botella dio con su blanco y la mujer cayó al suelo por el fuerte impacto. Se sentó, parpadeando varias veces y recogiendo la botella. ¡Había funcionado! La mujer se levantó y se dirigió a la salida, con la botella todavía en su mano. Iba a bajar a saludarla cuando ella frenó en seco. Miró la botella en su mano, se devolvió al centro de la habitación y la dejó allí. Siguió avanzando a la salida pero volvió a frenar y se devolvió por la botella.
—¡Mierda!—grité frustrada.

No había servido de nada. La mujer seguía recogiendo y dejando la botella una y otra vez y los otros dos no habían notado la ausencia de su compañera. Seguí adelante tratando de no vomitar y me concentré en encontrar agua, nada más, en no pensar en esas pobres personas que iban a quedarse haciendo lo mismo hasta morir. Sacudí la cabeza para quitarme esos pensamientos de la mente y cuando al final encontré una canilla funcional busqué mi termo para llenarlo. Cuando iba a abrir la tapa me di cuenta que mis mano estaban temblando demasiado y que no iba a ser capaz de abrirlo. Respiré profundo y lo intenté de nuevo sin éxito, así que abrí la canilla y me eché agua en la cara para intentar calmarme. Después de varios intentos logré abrir mi termo y aunque se regó un par de veces por lo mucho que me temblaban las manos, al final tenía mi termo y otras botellas llenas de agua. Inmediatamente fui hacía la salida, tratando de ignorar los sonidos de las latas o los pasos que iban y se devolvían.

Fuera del centro comercial caminé sin rumbo, mi mente tratando de olvidar lo que había visto. Al cabo de un rato noté que mis piernas estaban temblando y se sentían como si no pudieran soportar mi peso. Me senté bajo la sombra de una destruida tienda y dejé mis lágrimas fluir.

En mi diario faltaba algo, que me había marcado profundamente. A veces me preguntaba porqué no lo había escrito, pero después pensaba en hacerlo y me daba cuenta que no sería capaz de hacerlo. Sólo una cosa que estaría aliviada, agradecida, de olvidar y es la cosa que probablemente nunca olvidaré. Aun si hubiera un riesgo de olvidar no podría ponerlo en palabras. En mi mente sólo era escenas borrosas y hechos desconectados, pero si tratara de escribirlo todo quedaría aun más claro. Si una vaga memoria podía hacerme llorar ¿Qué me haría el recuerdo completo?

Yo estaba con alguien, una silueta vaga sin identidad, y creo que estábamos cerca de un río, ¿Cascada, lago, mar?, y caímos, ¿Nos empujaron, resbalamos?. La corriente me arrastraba y yo luchaba contra ella lo más fuerte que podía, de repente me preguntaba porqué estaba luchando y todo lo que hubiera avanzado se perdía, y agarraba rocas y olvidaba que estaba haciendo hasta que solo recordaba que tenía que flotar, flotar y nada más. No sé cuanto tiempo pasé en el río, ahogándome y olvidando que lo estaba haciendo, simplemente flotando y con cortos periodos de lucidez que apenas alcanzaban para acercarme a la orilla, para después ser arrastrada tanto por la corriente como por mi falta de memoria. Estaba segura que me hubiera ahogado de no ser que al pasar por un muelle, algo se había enganchado en mi torso y se enterró en una de mis costillas. El terrible dolor me había sacado de mi blanco y había subido al muelle, donde había atendido lo mejor que pude mi herida. Sin pensarlo pase mi mano por la cicatriz en mi costado. La acción me calmó como siempre lo hacía cuando recordaba mi blanco.

Tal vez un día sería capaz de escribir o al menos pensar del incidente sin sentirme como si fuera a vomitar, pero lo dudaba mucho. Arrastré mis manos por mi corto cabello, después lo peine lo mejor que pude y me paré.

—Es una noche hermosa—Dije para nadie en particular mirando al despejado cielo, lleno de estrellas y matices de azul y morado. Empecé a caminar, sin ningún lugar en particular en la mente, con las estrellas y el silencio como mi única compañía.

Gracias a todos los que leen mi historia! De verdad lo aprecio mucho. Los invito a pasar a leer mis otra historias.
El siguiente capítulo se pública el próximo lunes.

Memorias PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora