Descubrimientos

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Había estado caminando desde hace rato, no sabía cuanto, aunque por lo cansada que me sentía debían haber sido horas. Miré a mi alrededor y vi una maquina de comida cerca, así que fui a investigar que había dentro. Aunque estaba algo destruida, aún tenía algunos paquetes dentro y los agarré todos metiendo todos menos uno al bolso. El paquete que había elegido al azar era algo pequeño y adentro había una especie de grano amarillo claro. Curiosa lo mastiqué y lo probé, saboreando el toque salado, y me comí otro, y otro, hasta que me acabé el paquete entero. ¡Eran deliciosos! Miré si en mi bolso había más del delicioso paquete y vi que solo había unos pocos, así que decidí buscar en lo alrededores por más. El sol ya se estaba ocultando cuando me sentí satisfecha con mi pequeño botín de los deliciosos granos, que puse en otro bolso porque o sino me hubieran estorbado para coger otras cosas.

Estaba bastante cansada cuando encontré una casa que se veía mejor que las otras y abrí la puerta con una pequeña navaja. Una vez adentro pasé por un corredor buscando una habitación con una cama, y cuando la encontré también vi un tocador con un espejo.

Mi reflejo no se veía nada bien. Mi cara estaba llena de mugre y mi cabello parecía un grasoso nido de pájaro. Decidí ducharme. Cuando entré en la ducha me dio bastante alegría ver jabón y cepillo para el pelo. Estregué vigorosamente mi cuero cabelludo y quité bruscamente todos los nudos en mi cabello. No sabía por qué se enredaba tanto si era corto. Me restregué el cuerpo con grandes cantidades de jabón y cuando salí me sentía fresca y renovada.

Me tiré en la cama y reboté suavemente. Me acurruqué en la cama y suspire contenta, hacía mucho que no dormía en una cama tan cómoda, casi había olvidado lo que se sentía. No me di cuenta cuando me dormí.

Los pájaros cantaban, el día estaba soleado y una suave brisa movía juguetona las hojas de los árboles. Aspiré el fresco aire matutino y supe que iba a ser un gran día.
Parpadeé.
Estaba dentro del cuarto donde había dormido. Miré alrededor confundida. No recordaba haber caminado hasta ahí. Me encogí de hombros y noté que me dolía mover el cuerpo, pero lo ignoré. No iba a desperdiciar un hermoso día quejándome. Abrí la puerta y me quedé congelada. Ya era de noche.

Volví al cuarto, descargando mi mochila en la cama y fui al baño para echarme agua en la cara en un intento para tranquilizarme. Lo que vi en el espejo solo lo empeoro todo. Tenía una gran cortada en mi labio y mi ojo izquierdo estaba negro e hinchado. Mis brazos estaban llenos de morados con forma de mano y mis nudillos estaban negros y sangrando. El resto de mi cuerpo estaba en un estado similar, aunque lo más grave eran mis hombros, que estaban rojos, ardían y sentía como si se estuvieran quemando aun ahora. Definitivamente necesitaba el botiquín.
Cremas y vendas pronto rodearon mi cuerpo, siseando de vez en cuando cuando untaba la "leche de magnesia" en mis quemaduras. Cuando me recosté nuevamente, intentando no quitar la "leche de magnesia" de mis hombros, me pregunté que clase de animal sería la magnesia. La imagen de una cabra vino a mi mente y no supe por qué pero sentía que ya había hecho esto. Al final me rendí con el misterio de la "leche de magnesia" y empecé a escribir en mi diario lo que había pasado.

...
Y de un momento a otro estaba otra vez dentro de la casa y había perdido casi un día entero. También estaba lastimada, llena de moretones y mis hombros estaban quemados por el sol. No sé de donde salieron los moretones, pero las manos que hicieron los moretones de mis brazos son más grandes que las mías. Probablemente me encontré a alguien...Lo mejor será que me vaya de la zona para que ya no esté en peligro.

Estaba rodeada de altos pastizales y mi único guía era el estrecho sendero de piedra que estaba siguiendo. El viento movía suavemente el largo césped de un lado a otro. Todo era muy pacífico.
El silencio fue roto por un rugido que venía de mi estomago y lo tomé como mi señal para detenerme a comer y descansar.

A la sombra de un enorme árbol saqué lo que sería mi almuerzo de hoy. Comida enlatada acompañada de comida enlatada. Comí lentamente, disfrutando de la vista y de la tranquilidad que me rodeaba. Cuando terminé de comer todavía estaba algo hambrienta, así que saqué mis paquetes. Lo abrí y comí alegremente los deliciosos y adictivos granos. De verdad debería anotar que era para en un futuro conseguir más. Aún masticando felizmente abrí mi diario y anoté que mis deliciosos bocadillos eran maní, y abrí otro paquete de la irresistible comida. Estaba empacando para irme, estirándome y maravillada de lo rápido que sanaron mis hombros con la "leche de magnesia" cuando me comenzó a molestar algo. No sabía qué pero sentía como si estuviera olvidando algo sumamente importante. Miré mi diario y lo abrí, leyendo las páginas más recientes, nada fuera de lo común.
Y descubrí el mejor bocadillo del mundo, se llama maní.
Había algo mal con eso, pero no sabía que. Pasé las hojas buscando que era lo que me estaba molestando y lo encontré.

¿Qué? Estaba absolutamente confundida. ¿Como era eso posible? Yo era alérgica al maní, pero no me estaba pasando nada. Intenté convencerme de que solo era una reacción alérgica retardada, pero yo había estado comiendo maní desde hacía varios días y nada había pasado.
Nada tenía sentido. Tal vez en alguna parte del diario decía que dejé de ser alérgica o algo. Busqué desesperada por todo el diario alguna explicación de lo que estaba pasando.

No. No. No. Nada. No. Nada. No. Y así hasta que llegué a lo último que había escrito. Estaba pasando alto algo y no sabía qué. Volví a revisar desesperada, esta vez leyendo algunos pasajes y tratando de encontrar respuestas. Iba a pasar una hoja bastante gorda cuando me di cuenta de que la esquina estaba doblada. La alisé e iba a seguir pero la hoja tenía dos puntas. Iba a separarlas pero tenía miedo de dañar la hoja en caso de que no fuera nada. Leí la página y no era tan importante así que jalé las dos puntas.

Eran dos páginas pegadas. En las nuevas páginas había una foto de tres mujeres, la de la esquina izquierda alta, peli café y con ojos oscuros, la de la otra esquina peli roja y con ojos café claro y en el centro una mujer bajita con largo pelo negro y una sonrisa en la cara. Una flecha señalaba a la mujer del centro y decía "Yo".

Pero esa no era yo.
Yo no era bajita, yo no tenía un lunar bajo mi ojo derecho y yo no tenía labios tan delgados. Esa no era mi cara, ese no era mi cuerpo y esa no era mi sonrisa.

Yo no era Daniela. 

Memorias PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora