Premoniciones II

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Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.

Gracias por sus hermosos reviews y por su apoyo. Os quiero.

A leer.

Capítulo 10: Premoniciones II

–¿Tú... qué? –cuestiona, inclinándose hacia atrás.

–Encontré a tu familia –repito–. Tus padres y los padres de Bryan son amigos. Les conocí en la barbacoa, el fin de semana.

Está fuera de sí mismo. Ni siquiera me mira el rostro. Me asusto un poco.

–¿Estás bien?

Niega.

–¿Qué tiene que ver Bryan con mis padres?

Levanto los hombros.

–No lo sé. No pude averiguar eso.

Continúa sin creerme. Me mira entonces y toma mis hombros.

–¿Cómo sabes que son mis padres?

–Bueno, los nombres de Esme y Carlisle no son demasiado comunes. Tú tienes una hermana llamada Alice ¿cierto?

–S...ssí.

–Alice tuvo un hijo, y le puso Edward para recordarte siempre. Esme me dijo que hacía años ella había perdido un hijo –hago una pausa para tomar sus manos en las mías y colocarlas en mi regazo–. Tu familia sabe que te asesinaron.

Él apuña los ojos y recuesta su cabeza en mi hombro lentamente. Puedo sentir su tristeza canalizarse dentro de mis venas y humedecer mis pestañas.

–¿Cómo están ellos? Necesito saber... ¿Son felices?

Tomo una bocanada. Esto es demasiado. ¿Mentir o ser sincera? Un dilema con el que nunca antes había tenido problema, pues siempre he escogido la verdad, y que ahora me hace querer salir corriendo. En lugar de decir cualquier cosa, tomo su rostro y lo obligo a mirarme un segundo, en el cual le muestro mi primera sonrisa dulce en mucho tiempo. Él, confundido al principio, se muerde el labio con un gesto inseguro. Lo atraigo hacia mí y exhalo cerca de su boca. El frío de su alma me hace tiritar, y me encojo en mi lugar.

–Lo siento –farfulla.

De pronto la pesadilla que tuve me ataca, como un terror nocturno. Puedo sentir físicamente el roce de las manos ásperas de Phil tratando de quitar mi blusa.

Un gemido agudo se escapa de mi pecho y mis ojos se cristalizan.

«¿Bella? –me llama, y toca mi mejilla. Me alejo por inercia, luego me doy cuenta de que es él. Solo es él– ¿Te... te duele algo?».

Sí. Claramente me duele el alma, y todo lo que ella tiene que cargar.

Me convenzo de que solo ha sido una pesadilla y recobro la tranquilidad.

–Estoy bien –me envuelvo con mis propios brazos y dejo del palco.

–¿A dónde vas?

–A casa. Necesito... descansar un poco.

–Pero tenemos mucho de qué hablar. ¿A caso estás huyendo?

Mi barbilla tiembla.

–Sí. Estoy huyendo. Pensé que iba a poder manejar esto pero no es así –dejo caer los brazos–. No soy tan fuerte como pensaba.

De un salto se coloca frente a mí. Sus ojos verdes parecen atravesarme.

–¿Qué va mal, ónix? Debes contarme. ¿A caso mi familia sufre? ¿Están enfermos o algo peor?

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