Antes que nada, la historia original y los personajes pertenecen a Mary K.S. Ngai.
La historia que leerán es una adaptación propia de la historia original que es un "vídeo corto" hecho por su creadora. Intentare mantener gran parte de la esencia hi...
El día comenzó como otros. El mismo cuarto, sus padres con el característico dolor de resaca, el desayuno poco sustancioso y el mismo camino a la escuela. Pero hubo una diferencia significativa...
No había dolor, ni tristeza; aunque fuera un día como los otros.
Desde que Fiona despertó. En su corazón, se gestaba una pequeña pero creciente felicidad que crecía conforme avanzaba el día. Y en toda la clase ella no dejo de pensar en el chico de sus sueños y apenas toco el timbre, Fiona se levantó y corrió a toda prisa por los pasillos causando la sorpresa de sus compañeros y siguió corriendo, hasta que por fin llego a casa y se tumbó en la cama sin más.
El esperado sueño llego. Ahora apareció en lo que parecía ser el barrio de un distrito genovés, los edificios tenían varios colores vivos, como sus tejas. Las calles estaban empedradas y contaba con filas de faroles y había una pequeña placita, donde no muy lejos estaba Lamonte, que estaba apoyado en un carrito de helados. Ella se acercó hasta él.
— ¿Te gusta?
—Es muy hermoso.
—No... —Lamonte dio una mini risa—. Yo preguntaba si te gusta el helado. Pero gracias.
Fiona rio.
—Sí. ¿A qué chica no le gusta el helado?
—Pues toma. —Lamonte le alcanzo un helado barquillo color rosa.
— ¿Rosa? —pregunto.
—Descuida este helado es especial. —El comenzó a hablar con más entusiasmo—. Pruébalo, no te dejes engañar por el color.
Fiona lamió la crema del helado quedando sorprendida.
— ¡Vainilla!
Y de la mejor calidad.
— ¡Por el color, hubiera jurado que era sabor fresa o frutilla! —exclamo sorprendida.
—Pues no.
— ¿Y tú? —pregunto la chica.
—Yo... —Pero antes de que el pudiera darle una respuesta concreta...
—Descuida. Yo te sirvo
—Espera.
—No seas orgulloso. Es lo menos que puedo hacer por ti —Fiona le dio su helado unos segundos, para poder preparar un barquillo para él.
—Bueno... —musito Lamonte.
Ella estaba tan enfocada con el helado que no noto la tristeza en los ojos del joven.
