Capítulo I

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    Los parlantes suenan lo bastante alto como para que deba gritarle a Sue al oído, cada dos segundos, nuestra conversación. Las luces psicodélicas del Café Wha?, titilan de tal forma que parecen cegarme. Es el jueves de rock y la banda de Jerry está anunciada para las veintitrés horas, aunque todavía no son las veintidós y el griterío del grupo de turno está enloqueciéndome. Cantan algo acerca de muerte, sangre, oscuridad y cuchillos. No hay nada nuevo bajo el sol.

Cuando estoy por desistir de la idea de quedarme hasta ver a mi mejor amigo, Sue me grita:

- ¡Acompáñame al frente del escenario, ése chico cantará mal, pero es guapísimo! – Y ladeando mis ojos, asiento con la cabeza. ¿Qué más da?

Entre codazos y pisotones, la rubia que me acompaña logra hacerse lugar hasta llegar casi al borde del escenario. El ruido es ensordecedor, y Sue no deja de silbar, ni le quita la vista al rubio gritón que viste de negro, con tanto delineador en los ojos como tatuajes en el brazo. Yo solo quiero volver a mi casa.

De repente, el ruido cesa, lo que quiere decir que se perderán tras el telón o volverán al ruedo en apenas unos segundos. Rezo porque sea la primera opción. Pero no, el lánguido chico maquillado anuncia que el próximo tema fue escrito por Arik, el baterista, y está dedicado a su ahora ex novia.

Alzo la vista para llegar a ver el rostro del poeta baterista, mientras el cantante va hasta el fondo del escenario para tomar un poco de agua y colgarse en el cuello una guitarra acústica. ¡Gracias a Dios!

Arik, el chico escritor, es blanco y de unos grandes ojos de los cuales no distingo el color. Está sonriente y de brazos cruzados, escuchando las primeras estrofas de su tema. No suena mal, habla sobre un corazón roto, y sobre una chica que lo ha dejado así.

De pronto, nuestras miradas se entrecruzan. Siento sonrojarme y sonrío. Bajo la mirada. ¡Qué vergüenza! Levanto una vez más la mirada y sigue observándome, pensativo y sonriente. Le sonrío asintiendo con la cabeza, queriendo decirle que me gusta lo que estoy escuchando. Me muestra sus dientes en una gentil sonrisa y vuelve su mirada al cantante, para continuar escuchando su canción.

Por alguna razón, continúo observándolo. Tiene un rostro fuerte. También viste de negro, pero no llego a divisar ningún tatuaje. Solo muchas pulseras con tachas que casi llegan a su codo. Es hermoso, debo admitir. No es mi tipo, pero es hermoso. Wow! Estoy sonrojándome otra vez.

- ¡Nada mal para un baterista mundano, ¿no?! – Me grita al oído Sue. Una sonrisa se me escapa.

- ¡Nada mal! – Asiento.

- ¡Tienes que dejarle tu numero!

- ¡No es mi tipo! – Y en ese momento, la balada termina con los gritos de Sue y todas las adolescentes que pueblan el Bar.

El lánguido muchacho al micrófono, anuncia que en dos días tocaran en El Hoyo de Rikers, un club de música dark situado en las afueras de Rikers Island.

- ¡Debemos ir! ¡Tú puedes quedar con el baterista y yo con el cantante! – Sue suena desesperadamente soltera para tener diecisiete, y a mí, ni por un segundo me va la idea de cruzar Manhattan para ir a ese hoyo.

- ¡Demasiado maquillaje y tachas para mi gusto! ¡Prefiero seguir entrenando! ¡La competencia es en tres semanas y no lo he hecho lo suficiente!

- ¡Por favor!

- ¡No me pongas esa cara, ya sabes que no puedo dejar de entrenar en este momento! – Y mirándome achicando sus ojos, parece desistir de la idea.

Mientras la banda sale del escenario, el ruido desaparece por un momento. El calor es sofocante y los rostros a mi alrededor parecen extasiados por algo que vendrá. Muero de sed cuando me doy cuenta que mi platinada amiga se perdió en la horda adolescente que espera bajo el escenario para saludar a los artistas.

Crystal Beck - La hermandad De Los Cuernos Y La Sangre #StarsAwards2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora