Capítulo XIII

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La música de Ozzy Osbourne se oye a lo lejos de la van color negro mate, que tiene en sus costados el nombre de la banda. "Dark & Deep Experience" reza pintado en aerosol rojo a ambos lados. El muchacho de la melena rubia se ve extasiado por el potente sonido de la voz del cantante de Black Sabbath. 

El joven aparca la camioneta a la vera de Wingstop, al parecer, sólo va en búsqueda de unas alitas crujientes. Ha estado todo el día en su habitación, esperando que el reloj se mueva para poder estar allí.

No es un gran fan de esta clase de comida, pero hoy es necesario que coma allí. Luego de fumar un cigarrillo en la acera, lo avienta y entra al local de comidas, donde una joven desaliñada lo atiende.

- Bienvenido a Wingstop, ¿Qué desea ordenar? - Su sonrisa evidencia falsedad, pero parece no importarle.

- Dame unas "alitas cheddar", papas con bacon y una coca...

- Ya se lo preparo... - Dice con desdén la joven. Cuando está ingresando a la cocina, el muchacho rubio agrega:

- ...y dile a Manny que Geoff está aquí... - Ella sólo lo mira y pone los ojos en blanco antes de ingresar a preparar el pedido.

Geoff toma su teléfono y comienza a teclear alocadamente. Está impaciente. Sonríe.

Minutos más tarde, desde el fondo del local, un hombre robusto sale, con su gorra verde y una fuente llena con el pedido. Llega detrás del mostrador hasta donde se encuentra el joven rubio y pregunta:

- ¿Ya le has pagado a la chica?

- No todo, Manny... - Y metiendo su mano derecha en el bolsillo interior de su chaqueta de cuero, saca un pequeño fajo de billetes que le entrega al empleado, intentando mirar disimuladamente para sus costados. - ...está todo allí.

- Lo sé, confío en tí... - El hombre robusto hace lo mismo, mirando a su alrededor y toma el dinero. Luego, entre las papas y la gaseosa, deja un mínimo sobre transparente con dos pastillas cuadradas de color verde. Geoff las mira sorprendido.

- Sólo pagué por una... 

- La otra va por la casa, hasta la próxima...

- ¿Puedo...? 

- Sí. Deja la camioneta en el estacionamiento todo lo quieras. 

Geoff sonríe satisfecho y va con su fuente a las mesas del local que están afuera. Luego de comer todo rapidamente, con el último sorbo que le queda de su soda, toma del sobre transparente una pastilla y se la coloca en la lengua para tomársela.

Se pone de pie y va camino al estacionamiento hasta llegar a su vehículo. Abre la puerta y se coloca un pañuelo negro sobre su cabello.

Comienza a caminar por Broad Avenue lentamente. El frío de la noche se comienza a sentir, por lo que se lleva las manos a los bolsillos. Enciende un cigarrillo y su teléfono comienza a sonar, éso le recuerda que debe ponerlo en vibrador antes de llegar al sitio de la reunión.

- ¿Arik? ¿Donde estás?

- Hey, Geoff! Esperaba que vinieras a buscarme, pero al ver la hora me subí al coche. Ya estoy llegando.

- Supuse que no necesitas más que te lleve... - Se nota algo de ira en sus palabras.

- ¿Conseguiste un lugar para estacionar? El vecindario debe ser una locura a esta hora...

- Ya estacioné... No te preocupes.

- ¿Queda algún lugar disponible donde pueda meter el coche?

- No lo creo, debo colgar, estoy llegando... - Y así sin más, cuelga el teléfono.

El joven ingresa en la oscuridad del parque del Cementerio, a las afueras del municipio de Fairview. Por el medio de la hierba va cuando observa a lo lejos, una garita de seguridad. A estas horas de la noche, es lo único que puede verse de lejos.

Comienza a hacer efecto en su cuerpo lo que ha tomado en Wingstop y sus sentidos se agudizan cada vez más, pudiendo oler el aroma que sale de la unión del rocío nocturno y la gravilla. Comienza a contar mentalmente todo lo que lleva en sus bolsillos. En su pantalón, bolsillo izquierdo trasero, paquete de cigarrillos. Bolsillo delantero derecho, billetera y paquete de pastillas de menta. En su chaqueta de cuero, un par de billetes más y la otra pastilla.

Llega donde se encuentra el personal de seguridad del cementerio, y éste al verlo parece reconocerlo. Le cierra el paso sin decirle una palabra. Geoff se baja la chaqueta del lado derecho, para mostrarle así al sujeto de la puerta el tatuaje de su brazo. Éste lo alumbra con su linterna y lo toca con sus grandes dedos para asegurarse que es real.

El joven rubio lo mira con desdén. ¿Cuántas veces tendrá que mostrar su brazo para que vea que es parte de La Hermandad?

- ¿Está todo bien, Señor?... - Dice en tono irónico, sin quitarle la vista. El hombre sólo asiente con la cabeza y se corre de su camino. -... idiota. - Susurra.

Ya más tranquilo, sigue su camino. Recuerda el contenido del bolsillo, por lo que observa unos segundos la pastilla, la pone en su lengua y la traga con una sonrisa en su boca.

- ¡Geoff! ¡Hey, hermano! - Se oyen los gritos de Arik, por lo que se da la vuelta y observa cómo el guardia revisa el tatuaje de su amigo y lo deja pasar. Éste corre hacia el muchacho rubio y comienza a caminar junto a él, abrazándolo con el brazo derecho sobre su hombro. - Pensé que no me oirías y entrarías sin mí. - Dice, sonriente.

- Pensé que llegarías más tarde e ingresé. No quería ser observado por todos cuando entrara fuera de horario...

- Lo sé, ni yo. Apurémonos que ya comienza.

El lugar dentro del cementerio, es apenas un mausoleo pequeño que tiene una puerta de rejas negras, una cúpula y una cruz sobre ella.

Geoff comienza a buscar algo en sus bolsillos y parece no encontrarlo. 

- ¡Maldición! ¿Dónde dejé mi tarjeta? - Comienza a desesperarse.

- Tranquilo, hermano. Usemos la mía. - Arik toma de su billetera una tarjeta completamente negra y la pasa por el lector que está a la derecha de la puerta de rejas. Ésta hace un sonido y los jóvenes tiran de ella para ingresar.

El panteón parece normal, sólo que tiene una escalera hacia un sótano. Bajan rápidamente y el lugar es enorme. Unas doscientas personas ya están en el lugar, la gran mayoría vestidas de negro. Desde jóvenes como Arik y Geoffrey, hasta ancianos vestidos en caros trajes oscuros y corbatas plateadas.

La luz es una mezcla de velas, cientos de ellas, y algunos reflectores eléctricos en los rincones, pero mayormente reina la penumbra, que a nadie parece importarle. A las cero horas en punto, los reflectores se apagan e iluminados sólo con las velas, entre las sombras, salen siete personas vestidas con largas túnicas rojas, todas encapuchadas, ocultando sus rostros.

Todos los asistentes hacen un círculo en el medio del salón, donde se colocan éstos siete individuos, cada uno frente a una vela negra encendida de un  metro de alto. Comienzan a susurrar una especie de rezo, en un idioma extraño. La ceremonia se extiende hasta que las velas arden completas, dejando en el piso siete manchas de cera. 

Un silencio solemne envuelve el ambiente, donde también se huele un potente olor a azufre. En ese preciso momento, la cera del piso comienza a moverse, uniéndose las manchas una con otra, formando un redondo perfecto, y dentro de él, una estrella de cinco puntas. Al terminar de dibujarse, con las llamas apenas vivas de las velas, se enciende toda la imagen del piso.

Es el momento de develar la identidad de los siete monjes.

El primero en quitarse la capucha y mostrar su rostro es Donald Mc Intyre, luego y al unísono, los restantes. Otro abogado llamado Peter Garland toma la palabra.

- Nos hemos reunido hoy aquí, de forma apremiante, porque nos vemos en la obligación de actuar, dada la amenaza inminente que nos representan las dos nuevas iglesias cristianas que se han levantado en nuestro capítulo. - La voz del hombre canoso es cansina, al parecer por su edad avanzada. Es el único de los siete que lleva lentes.

- Tanto la iglesia Puerta de Salvación de Cliffside Park, como Good News en Fort Lee, han estado tomando gran territorio que nos pertenece, y no vamos a dejarlo así. - Quien ahora habla, es una mujer de mediana edad, con el pelo rubio en corte carré y perfectamente alisado. - 



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⏰ Última actualización: Mar 26, 2021 ⏰

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