Durante los cuatro siguientes días, quedé con Marcos cada uno de ellos. Él me hacía sentir especial. El primer día después de ese hermoso beso, me levanté y vi un mensaje sin leer en la pequeña pantalla de mi móvil:
Miriam, quiero verte y saborear tus labios de nuevo. PD: ¿Quieres ir a tomar algo?
No podía resistirme a él y en cuestión de segundo le contesté. Al final, después de siete mensajes, quedamos en una cafetería muy cercana a mi casa. Me vestí con unos pantalones azul marino y una camisa de rayas blancas y azules, que hacían conjunto con las zapatillas. Como que el viento soplaba fuerte, me puse mi abrigo y una bufanda. Al salir de mi casa, topé con mi hermano que volvía a casa. ¿A las diez de la mañana? Estaba feliz y sonreía como un tonto. Pensé que Cristina y él hicieron de las suyas. Opté por prepararle un café y después salí en busca de mi Marcos.
A las diez y cinco, estaba enfrente de la cafetería y Marcos aún no había llegado. Me senté en una silla de espaldas a la calle. De pronto, noté unas manos en mis hombros que me masajeaban y al girarme, unos labios que me daban los buenos días de la mejor forma posible. Marcos había llegado y con él, un beso y unas flores rojas. Estuvimos hablando sobre la noche anterior y yo me disculpe por haberle dejado con las ganas de hacer algo más, pero enseguida él me cogió la mano y me dijo que no me disculpará que la culpa era suya. No pude resistirme a sus labios y le besé.
El segundo día fui a su casa. Era enorme, por un momento pensé que sus padres eran multimillonarios pero no, su padre había heredado la casa de su abuelo. Pasamos el día entero jugando como niños, pero estábamos enamorados. Son esas pequeñas cosas las que hacen que me enamoré de él. El tercer día vino a mi casa y Sergio le preguntó de todo, desde su comida preferida hasta que intenciones tenia conmigo. Mi hermano tenía esa característica que, seguramente, tienen todos los hermanos mayores, pero ya sabía que lo hacía para protegerme de cualquier hombre.
El cuarto día quedamos en la cafetería. Comimos cogidos de la mano, pero al rato me soltó. Lo mire con cara extrañada pensando mil cosas negativas sobre mí y mi físico. Marcos sacó de su abrigo una cajita de tela roja y me la entregó con una sonrisa. Cuando la tenía entre las manos, Marcos dijo: Espero que lo nuestro dure para siempre. Abrí la pequeña caja y dentro de ella había un anillo de plata con una cosa inscrita: M&M. Después de dos segundos de haber visto ese anillo, me lance a sus brazos para besarle entero.
ESTÁS LEYENDO
Dieciocho y enamorada
RomanceMi nombre es Miriam y soy una chica corriente que vive en Barcelona. Alta y delgada con los ojos marrones y una larga cabellera rubia. Queda un mes para que cumpla los dieciocho y nunca me he enamorado antes. Mis amigas, Sara y Cristina, me dicen qu...