El día siete de diciembre llego de forma veloz. Rápido. Va que vuela el año. Ciertamente, Sam se tuvo sujetar del escritorio cuando Ruby antes de irse le recordó su cita con Gabriel para ir a cenar, nuevamente por su retrasado aniversario. ¿Seis meses de relación? Por todos los cielos, ¡llevaba una relación de seis meses!
Esto estaba siendo muy raro para Sam. Aunque si añadía el hecho de que otra vez no pudieron celebrar el día correcto, tal vez sea el único conflicto en su noviazgo. Noviazgo. Por favor, que raro se escuchaba eso en su mente, peor aún si lo dijese en voz alta.
Una relación tranquila, relajada, muy divertida y sin estrés ni presiones. Veintisiete años y llevaba un romance tan pacífico y en cierto punto, tierna, que era irreal. No tenía idea de cómo pasaron seis meses tan rápido, pero su mareo le indico que tal vez era demasiado.
Pero, ¿demasiado en qué sentido?
Toc, Toc, Toc.
El sonido del cristal de su puerta logró recomponerlo, escuchando la solicitud de Gadreel para entrar, y sólo le costó un carraspeo para recordar como sonaba su voz en el mundo actual. — Adelante.
— Que bueno que te alcancé.
— ¿Qué ocurre?
— Llamaron de la oficina en Brooklyn, hay un caso con el que están teniendo dificultades.
— ¿Tres abogados y cinco practicantes no pueden solucionarlo?
— El caso no es reciente, ha sido visto por dos defensores de gobierno que parece que se quedaron a mitad de la carrera. La familia no puede pagar un particular y no les queda tiempo. — Gadreel le pasó un folder amarillo, sellado y pesado —. Te solicitaron a ti.
Sam lo miro por unos instantes comprendiendo por donde iba aquello.
Con su socio sentado frente a él, sacó los papeles con cuidado y los ojeo superficialmente, entendiendo de inmediato lo que era el caso. Joven de dieciocho sin padres acusado de asalto a mano armada y robo a un supermercado, con un hermano menor que nadie sabía que estaba a su cuidado. Los aparentes familiares no era más que su tutora no oficial amiga de la madre, quien trabajaba de camarera, y exigía que se abriera una investigación completa porque insistía en que el muchacho no había hecho nada más que acompañar a unos amigos que lo engañaron y después lo abandonaron a su suerte.
Sam sintió un nudo horrible formándose en la boca de su estómago, apretó la mandíbula e inhalaba y exhalaba con calma para tratar de despejar su mente de toda redada que comenzó su cabeza. Aquella historia él la conocía a carne propia, y pese a que el acusado era afroamericano y muy delgado, por un momento juró ver el rostro de su hermano en esos papeles.
¿Cuántas veces no estuvieron a punto de atrapar a Dean cuando las cosas se pusieron realmente mal varias veces? Paso una vez, y la experiencia no fue nada agradable para ninguno de los dos.
— Sam, puedo hacerlo yo si gustas. — Gadreel tenía ese tono de voz que le brindaba apoyo, aunque su amigo jamás ha sabido los oscuros secretos que guardaba.
Gadreel era un buen defensor, se las apañaba muy bien en los jurados; daba autoridad con su postura y superioridad con su mirada superior, así como daba fuerzas cada que soltaba una nueva declaración, sin contar que su ética moral era igual o mucho más alta que la suya propia.
Winchester volvió a mirar una vez más aquella fotografía, el chico en verdad tenía pinta de ser un vago delincuente, pero era esa mirada de confusión, temor y depresión lo que le incitaba a realizar su trabajo.
— Está bien, yo lo haré. — habló con normalidad y su amigo asintió solemne. —. Llamaré a los juzgados para que den aviso, iré a Brooklyn mañana después de cerrar las firmas que pediste.
ESTÁS LEYENDO
Un toque dulce...
RomanceSam Winchester es un abogado exitoso y de buena fama. Pero tiene un secreto sobre su familia, uno que nadie debe saber. Es en un momento común de su vida, donde se encuentra con Gabriel Novak, un peculiar reportero y escritor del New York Times que...