Capítulo VII: Pausa - Cobarde.

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Sam estaba en la oficina de Brooklyn la víspera de navidad. Llevaba ahí prácticamente casi dos semanas enfocado completamente en el caso del joven para realizar una investigación mucho más completa, o más específicos, la estaba completando correctamente.

Gadreel tenía razón al decir que los dos defensores anteriores no terminaron la carrera. Incompetencia en todas las notas y documentación, solo para rellenar un caso y si bien les iba, cobrar la asesoría jurídica simplemente. Bastardos, Sam detestaba con el alma a ese tipo de personas.

En su sede de Brooklyn tenía dos buenos licenciados en defensas de protección civil, lo que abarcaba desde laborales hasta penales. Y solo se permitía tener buenos practicantes que uno de sus profesores en Stanford le enviaba según su buen criterio. Así que tal vez ellos lo hubiesen logrado, pero la familia ya desconfiaba de la ley por lo que decidieron arriesgarse con él.

No pensaba fallar ésta.

Entonces helo ahí en nochebuena, el único dentro del pequeño edificio de dos pisos que en años viejos fue un almacén, en lo que fue algún día su vieja oficina ahora transformada en sala de reuniones, rodeado de papeles y evidencia, con las mangas de la camisa arremangadas y la primera de las muchas tazas de café que le esperaban esa noche.

Tenía aún una semana más para ordenar completamente el caso y reanudarlo ante el jurado, le concedieron un plazo porque el chico era menor de edad y los abogados que tuvo eran muestra clara de la negligencia que manejaba las agencias de gobierno como seguro.

Eso no quería decir que todo fuera fácil, las lecturas y la investigación para él seguían abiertas, que si no hubiese sido por tremendos errores de sus predecesores no hubiese tenido que pedir la prórroga para liberar al joven, que a fin de cuentas todo indicaba que sí era inocente y muy estúpido, demasiado.

Vale, ya estaba estresado. Pero debía sacar al chico cuanto antes de las oficinas tipo reclusorios infantiles, antes de que pasara el plazo y se lo llevaran a una correccional de verdad. Peor aún, el joven cumpliría años el próximo Enero en la primer semana, y sí Sam no lo sacaba antes las acusaciones caerían con mucho más peso al tratarlo como adulto. Él era buen abogado, pero no hace milagros.

Dejó las hojas blancas que tenía en una mano y soltó el lápiz con el que anotaba en una libreta a su contraria. Tomó la taza de café y le dio un sorbo a su líquido, pero este ya estaba frio. Hizo una mueca de desagrado.

Se puso de pie para encender la cafetera y rellenar su taza con algo caliente, pasó al menos unas tres veces sus manos por su cara para quitarse la pereza que le amenazaba con volver. Era lo malo de estar acostumbrado a terminar las cosas por él mismo y hacerlo todo a su ritmo, no recordaba el sentimiento agotador que era ser practicante de oficio y resolver las investigaciones de sus jefes. Y estaba acostumbrado a que Ruby le llevase su café.

Dios, ahora resulta que sí era un mimado nenasa como Gabriel le dijo una vez. No, definitivamente no se debía enterar que pensó y afirmó aquello.

Volvió a su silla con una taza humeante, pero se distrajo con el tono de su celular a todo ritmo. ¿A esa hora? En el registrador de llamadas era, ¿su novio?

¡Sam! ¡Saaam! — la voz del susodicho estaba siendo arrastrada con dificultad, sin mencionar que casi no se escuchaba por la música a todo volumen del fondo.

— Gabriel, ¿dónde estás?

El reportero le había dicho, entre uno de los pocos mensajes que se han podido mandar, que en víspera de navidad tal vez iría a casa de un amigo del ejército, supuestamente una simple reunión entre los suyos. ¿Ese gritadero era la definición de "simple"?

Un toque dulce...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora