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- ¡Te prometo que no me gustó! - Decía intentando llegar hasta West, que caminaba por la playa alejándose de él.

- ¡Seguro que gemías como una zorra asquerosa! ¡Lo que eres! - Contestó sin dejar de caminar, demasiado enfadado y con las manos en los bolsillos.

Cada palabra que Ashton recibía era como una flecha que le atravesaba el corazón. Pero no tenía nada que ver con Cupido. Era dolorosa, demasiado.

- ¡West, por favor! ¡Escúchame! - Suplicaba intentando alcanzarle, llenándose las zapatillas de arena.

El ojiverde no se detenía, cada vez caminaba más rápido. No quería que el castaño le alcanzara y viera las lágrimas que caían por sus mejillas.

Él no era así. ¿Qué le pasaba? Nunca había llorado por nadie y menos por un chico. Pensaba que se volvía loco.

- ¡Déjame! - Gritó con la voz quebrada, delatando su sollozo.

El ojiazul tomó su mano haciendo que parara. West miraba al suelo, ocultando su cara.

- ¿Estás llorando? - Murmuró más calmado.

Él negó. Sin atreverse a hablar por si empezaba a llorar más.

Notó los brazos de Ashton rodearle, abrazándole por la espalda. Sonrió un poco pero sin moverse de su lugar.

- Lo siento... - Susurró, abrazándole más fuerte. Pegando su mejilla a la espalda del ojiverde.

Limpió sus lágrimas y negó.

- Eres impuro. - Pronunció serio.

- No lo soy...- Contestó aflojando el agarre.

- ¡Sí lo eres! - Se apartó brusco y le miró con rabia. - ¡Te has acostado con el primero que has visto, sin que te importara una mierda!

Ashton le empujó, ya cansado de que le culpara.

- ¡Puedo hacer lo que me de la gana!- Gritó. - ¡Además, creía que estabas muerto!

Apretó los dientes al escucharle decir eso.

- Ni si quiera pasaron dos días y ya tenías a otro. ¿Tanto me quieres? - Resopló.

Le empujó de nuevo, sin casi moverle por la poca fuerza que tenía.

- ¡Pues puedes buscarte a otro que te quite el miedo! ¡A otro con los ojos como el océano! - Sentía horribles punzadas en el corazón cada vez que decía algo malo hacia West, pero no le importaba. - ¿¡Por qué te importa tanto!?

West suspiró y bajó la cabeza. Sin creerse que su pequeño chico de ojos azules le decía eso. Las lágrimas pasaban por sus mejillas de nuevo, incontrolables.

- ¡¡Dímelo!! ¿¡Por qué te importa tanto!? - Repitió, empujándole de nuevo. Haciéndole sentarse en la arena.

- ¡Quería hacerlo en las Maldivas!- Gritó limpiándose las lágrimas.

- ¿Las Maldivas? Ahí es donde está...- Murmuró atónito y sin acabar la frase se arrepintió de todo lo dicho.

- El mar de estrellas. - Acabó. Con el corazón roto y los sueños destrozados.

Love EyesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora