27.

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- Ajá, ¿y hasta cuando te quedarás aquí? -pregunté. Él me miró pensativo.

- Hasta cuando quieras, baby -sonrió pícaro. Reí y le di un puñetazo que probablemente no le hizo ni cosquillas.

Las fiestas están bien, una se lo pasa bien y se divierte. Claro, que al día siguiente hay que limpiar y basta con tomar dos copitas de más para que el dolor de cabeza lo empeore aún más si cabe.

A mi novio parece darle igual que sean las 9 am, ya que lleva un rato cantando y bailando mientras limpiaba. Ojalá mi amigo y yo pudiéramos estar de la misma manera que él.

- ¿Pero de dónde saca la fuerza? -volvió a dirigirme la palabra Paul.

Me encogí de hombros y de nuevo fijé mi mirada en Anto. Realmente era divertido verle menear las caderas de tal forma.

- ¡Sexy simbol! -grité llamando la atención del francés de ojos azules.

- Lo siento señorita, si quiere algo conmigo -su sonrisa se tornó pícara- debe ser después de que limpie esto o mi novia me maltratará.

Abrí mis ojos y escuché una carcajada proveniente de Pogba.

- ¿De qué te ríes? -le fulminé con la mirada.

- De que tiene razón -se encogió de hombros.

Intenté no reír para no salirme del papel, pero con estos chicos era prácticamente imposible.

Decidí ponerme manos a la obra y ayudar al bailarín antes de que se despelote aquí en medio.

- Paul, tú ve recogiendo los vasos y yo los platos, Anto que se encargue de limpiar el suelo que al parecer le gusta.

Ambos miramos al rubio que sujetaba la fregona con una mano mientras que la usaba de micrófono y se movía al compás de la canción.

- ¿Sabes? Podrías entrenar tú la selección, aunque la concentración en el juego sería menor, claro -alzó las cejas Pogba.

- ¡Te he oído! -escuchamos a nuestras espaldas.

Ambos reímos y empezamos con el trabajo que yo misma había asignado.

Cuando vi la cantidad de platos que había en el jardín casi me da un patatús. He elegido lo peor.

Comencé a recoger y a llevarlos a la cocina, estaba sudando. Madrid en estas fechas era la muerte a pellizco y está acabando conmigo.

- Dest tienes mala cara -me observó Griezmann.

- Será porque estoy recogiendo platos con 40ºC fuera, tal vez -ironicé.

Él rio y me agarró del brazo. Me llevó hasta el jardín y como no, Antoine "maduro" Griezmann cogió la manguera y me puso llena de agua.

- Ya estás fresquita, aunque yo me voy porque a mi me está entrando calor al verte así -se mordió el labio divertido.

Rodé los ojos y seguí con mi trabajo.

Nunca jamás organizaría una fiesta. Aunque en parte esto era culpa de Antoine.

En la cocina estaba María lavando los platos que yo le iba dejando.

- ¿Por qué no usas el lavavajillas? Así te costaría menos -solté otra torre de platos en la encimera.

- ¡Oh! ¡Eso de la nueva tecnología no es lo mío! Además, así quedan más limpios -me enseñó un vaso que estaba lavando.

- Tienes razón, pero debes estar cansada, ¡mira todo lo que has limpiado! -le dije mientras comenzaba a guardar todos los platos y vasos.

Whims of fate. | Antoine Griezmann.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora