PROLOGO: INOCENCIA ROBADA:

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Quince, esa era la edad de Sara cuando empezó todo. Ella tenía toda una vida planeada por su padre, una vida que no le gustaba, una vida que no deseaba. Pero por su cabeza no pasaba rebelarse, hasta que lo conoció a él.

Una tarde de tantas salía del instituto, ese exclusivo y caro centro que en secreto detestaba. Él se acercó con intención de seducirla, de ganarse su confianza y enredarla en su delictivo mundo. Era un don nadie que hechizó a Sara.
Y ella inocente no se preguntó qué hacía ese chico allí, no pensó que de todas las chicas del mundo, ¿Por qué elegirla a ella?
Se dejó seducir por aquella endiablada sonrisa y su dudoso encanto.

-Preciosa llevo días observándote y quiero conocerte. - Dijo con aquella voz que causaría estragos en el vientre de ella.

-Espera aquí. - Expuso Sara, se moría de ganas de salir con aquel chico tan guapo.
Sin preguntarse nada, sin cuestionar que aquella situación era muy extraña. Y más aún retorcida era la afirmación de él de decir que llevaba días observándola. Una chica normal hubiera huido o ignorado al muchacho. Pero no Sara. Su deseo de aventuras y experiencias era demasiado grande.

Decidida fue a deshacerse de su hermana mayor y del chofer de su padre. Como esperaba no le costó mucho trabajo. Fue tan fácil como sabía que sería.
Pobre niña rica sin atención.
Volvió donde él estaba esperando y antes de subirse en aquella preciosa moto le preguntó:

- ¿Cómo te llamas?- Deseaba saber su nombre, así dejaría de ser un desconocido. Pobre criatura ignorante, como si saber el nombre de alguien le dijera quién era esa persona.

-Lorenzo. ¿Y tú? - Preguntó el desconocido.

-Sara. - Respondió ella mientras se subía a la moto.

La llevó a un lugar caro y exclusivo, una heladería a la que Sara no había ido nunca. Charlaron conociéndose mejor, conociendo los gustos del otro.

Cuando Lorenzo la llevó a su mansión sana y salva le dio una orden, ese muchacho estaba demasiado acostumbrado a mandar.

-Mañana te llevaré al cine y después a cenar.

Sara se acercó y le agarró por la camiseta de marca, se atrevió a besarle, dulcemente. Incitándolo a desear más. A ella también le gustaba jugar, aún a pesar de que aún tenía mucho que aprender.
El mes pasó volando, se sucedían las citas clandestinas, Lorenzo enamorándola, haciéndola adicta a él. Pronto Sara estaría dispuesta a hacer cualquier cosa que él le pidiera.
Un mes más tarde después de una romántica tarde de cine, cena y un increíble paseo se sentaron en la hierba de un parque cualquiera y Lorenzo inició una conversación, se sentía impaciente por hacer partícipe a Sara de su mundo.
Creía que ya había esperado suficiente tiempo e invertido todo el dinero que había calculado.
- ¿Cuántos años me echas Sara? En casi dos meses que llevamos juntos no me has preguntado.
- ¿Será por qué no me interesa? Pero ya que lo dices, por lo menos dieciocho tienes. Conduces motos y coches. Y el dinero que manejas.-Respondió Sara entretenida en hacerle caricias por encima de la camiseta.
Lorenzo sonrió, sacó su cartera del bolsillo trasero de su pantalón y sacó su identificación para mostrársela.
Sara la cogió sin mucho interés, no es que se muriera por saber su edad, la verdad no le importaba mucho. Leyó la fecha e hizo cálculos, el asombro hizo que exclamara:
- ¡Solo tienes dieciséis años! ¡Cómo es posible! Pareces mayor, hasta en tu forma de comportarte.
-Fácil mi padre es el dueño del mundo, yo puedo hacer lo que me dé la gana sin que haya consecuencias. Tengo dieciséis años y soy dueño de mi mundo. Puedo tener todo lo que quiera, coches, motos, lujos y sin pedirle ni exigirle nada a mi padre. - Dijo Lorenzo jactándose.
- ¿No tienes que rendirle cuentas? - Preguntó Sara sin terminar de creérselo. En su mundo eso no sería posible.
-No, tengo mi propio negocio. Además de ayudar a mi padre en sus negocios, le gusta que sea maduro y me encargue de ciertas cosas. Me gustaría que tu como mi novia te implicaras en mi trabajo. Me ayudarás y apoyarás. Quiero que sepas todo de mí, que estés en mi vida al cien por cien. Los dos juntos seremos dueños del mundo. - Contestó sabiendo que no le negaría nada.
- ¿Y qué es lo que tendría que hacer?- Sara quería saber en qué consistía ese negocio, quería saber qué es lo que tenía que hacer ella. Le seducía la idea de no tener que pedirle dinero a su padre, le gustaba saber que podría tener lo que quisiera y ser independiente.
Además de lo mucho que le habían seducido los planes de futuro de aquel chico del que se creía enamorada. Le gustaba sentirse valorada.
-Mañana te llevaré a mi despacho y te lo enseñaré, de momento tendrás que aprender a mentir. Tendrás que aprender a disfrazar tus ausencias de casa. Tal vez te necesite a horas que para tus padres no sean normales. - Respondió Lorenzo serio.
Sara no tenía mayores problemas con eso, sus padres vivían más ocupados con ellos mismos que con sus hijas.
La tarde transcurrió entre abrazos y besos, caricias y promesas de amor vacías.
Por la tarde del día siguiente Sara como todas las tardes, fingía estar encerrada en su cuarto, mientras saltaba por el canalón para poder fugarse con su enamorado.
Como siempre ya la esperaba unas calles más abajo, esta vez no iba con la moto, se subió en el lujoso deportivo y se dedicó a conocer el camino por el cual la llevaba Lorenzo.
Algo en su interior la alertaba, se había encendido una especie de alarma, sentía que no debía confiarse tanto. De repente la situación parecía ir a una velocidad que empezaba a olerle a quemado.
Llegaron a un barrio donde nunca antes había estado, sentía como si siempre hubiera estado allí, como si ese fuese el lugar al que ella pertenecía.
Dos sentimientos totalmente distintos, estaban teniendo lugar en su alma.
Entraron en un local, que era un club, uno con sus espejos, su escenario y su barra en medio del escenario.
Siempre le había gustado el baile y se imaginó a si misma sobre el encerado, entregándose a una danza sensual y sugerente.
Inconscientemente se juró que ese local era suyo. Pero aún tenía mucho por vivir, por aprender. De eso se encargaría Lorenzo. Y tenía prisa por empezar el curso.
Después de besarla y prometerle que siempre estarían juntos le enseñó una bolsita de polvo blanco, le dijo como tenía que comportarse, donde tenía que llevarla y la dejó a su suerte para que le llevara la mercancía. Solo le hizo dos advertencias.
-Antes de entregar la droga coge el dinero, siempre el dinero. Y segundo es que, si quieres prosperar en este negocio, nunca jamás pruebes con lo que comercias.
Sara solo tenía clara una cosa, que nunca jamás probaría la droga, era su primer contacto con esa sustancia ilegal y no se sentía nada contenta. Sus dudas crecieron al ver la sonrisa de satisfacción de Lorenzo. Algo le decía que rechazará aquel estúpido encargo. Pero su orgullo no se lo permitía.
Salió al exterior mal oliente sintiendo algo muy negro en su corazón.
Lorenzo la observó salir con una sonrisa perversa en la cara, cogió su móvil e hizo una llamada.
-Ahí os va el conejillo de indias.
-De acuerdo, en cuanto acabemos con ella deberás buscar otra incauta. Tu padre está bastante contento con tu trabajo mocoso.
Lorenzo colgó enfadado por cómo se había dirigido a él, el hombre de confianza de su padre. Se dejó caer en la butaca de cuero a fumarse un puro, mientras ponía al día la contabilidad, necesitaba dinero urgente, para levantar el negocio. Y no quería depender de su padre para que le sacara las castañas del fuego.
La mala gestión había sido suya y el castigo de su progenitor sería ejemplar si se enteraba.
Sara caminaba vacilante calle abajo, tenía las indicaciones de su amado, pero no confiaba del todo.
Solo se obligaba a ir seducida por la promesa de independencia y riqueza.
Él esperaba justo en la entrada de la calle sin salida, todo un ángel vengador vestido de negro. Meses de dura investigación con el único apoyo de su mejor amigo Larry y algunos chiquillos que ayudaban por cuatro duros. Pero era hora de jugársela del todo con la información que tenía. Debía pararle los pies a Lorenzo y la única vía  para llegar hasta ese inútil arrogante era aquella muchacha delgada, rubia y hermosa. La vio acercarse, era su momento, aunque no le gustara la situación, debía convencerla de ayudarle.
Sara inocente a los planes de Dios, pasó por delante de un callejón y unos fuertes brazos la atrajeron a la esquina más alejada de la calle. Allí refugiados entre sombras miró a su asaltante sin sentir miedo y se perdió en esos ojos azules que prometían tantas cosas.
Sintió la más pura atracción que había sentido en su corta vida.
-Soy el diablo. No me tengas miedo. - dijo el desconocido.
Aunque con esa presentación, tal vez debió haber salido corriendo. Pero Sara era curiosa. Y nada la asustaba como era debido.
-No te tengo miedo.- repuso ella con chulería.
-Quizá deberías, te he dicho que soy el Diablo - se quejó el desconocido.
-Si quieres asustarme con un estúpido apodo vas listo. Ahora dime que quieres. Tengo cosas que hacer- Sara se sentía demasiado agusto con aquel hombre, tanto que había olvidado el encargo de Lorenzo.
-Vale, déjemos la conversación y la chulería. Llevo meses en las sombras vigilando vigilando a Lorenzo. Necesito que tengas la mente abierta. Tengo pruebas que te abrirán los ojos. Necesito salvarte ya que a las demás no pude.
Sara frunció el ceño y miró a Diablo. Pero sus ojos no parecían mentir. A pesar de la innata desconfianza que sentía, lo veía sincero. En su mirada había mucho más de lo que parecía.
Él no perdió más tiempo y le enseñó las pruebas de que su novio no era quien decía ser, que la había engañado desde el principio y que iba derecha a una trampa. Sara se obligó a no llorar, pero sentía su corazón hacerse añicos contra el suelo. Y algo de su inocencia se había perdido con los vídeos que Diablo la había obligado a ver. Aún no sabía cómo, pero su estómago seguía en su sitio.
Con razón su radar se había encendido. Su instinto la avisaba de que algo no andaba bien.
Miró con odio al hombre que le había abierto los ojos y le preguntó:
- ¿Qué es lo que quieres de mí?
-Veo que no solo eres una cara bonita, eres inteligente, tal vez demasiado. Te ofrezco venganza, ¿a cambio de qué? De que me ayudes a quitarle todo a ese mocoso. Yo también quiero venganza, pararle los pies, que él y su padre dejen de hacer daño. Trabaja para él, aunque en verdad estarás trabajando para mí. Me servirás la cabeza de ese niño para enviársela al hijo de puta de su padre. Tú, encanto me ayudarás a subir de escalafón y yo te ayudaré a ti en todos y cada uno de tus deseos. Toma una pistola con seis balas, una navaja y defiéndete, yo iré contigo.- respondió Diablo con su mirada brillando de maldad.
Sara aún se resistía, no quería irse de allí, sabía que después todo habría cambiado en su vida.
-Acepto, aunque en realidad no sé porque, podría en este momento huir de aquí y no volver nunca más. Volver a mi estupenda vida.
- ¿Te digo porque aceptas? Por ambición. Y porque te sientes traicionada. Lo veo en tus ojos. Ahora vamos tenemos gente que matar. Y un plan que empezar.- ordenó él.
Sara le siguió sabiendo que ese día se acababa cualquier rastro de inocencia que quedara en ella. Había entrado en un mundo cruel, en un mundo que solo sobrevivía el más fuerte y el más inteligente.
Se juró a si misma que con el tiempo sería todo eso. Con el tiempo dejaría de ser una esclava y sería la dueña del mundo.
Sonrió con suficiencia mientras caminaba detrás de ese chico extraño que le había dado la oportunidad de vivir. Le debía mucho. Y nunca le pagaría con deslealtad.
Pero que Lorenzo se preparara, había creado a un monstruo y con el tiempo lo pagaría caro.

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APARENTEMENTE DULCEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora