CAPITULO 8: ¿ENAMORADOS?

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SARA:

La luz me molestaba y me despertó, me sentía lánguida y algo feliz. Recordé todo lo vivido durante la noche y sonreí, Diablo no había sido egoísta, me había regalado millones de caricias y besos sin exigir nada para él.
Y había estado tan extasiada que ni cuenta me había dado de mi pobre amante. Una idea se dibujó en mi mente y volví a sonreír.
Me levanté con cuidado, haciendo el menor ruido posible y me dirigí a la única puerta que había en la habitación. Daba a un corto pasillo con tan sólo otra puerta más. Mi dormitorio era mucho más grande que aquella vivienda.
Abri y me adentre en un minúsculo baño, suspire, quería mi jacuzzi con sus burbujas y mis cremas y jabones. Pero tendría que conformarme con lo que había.
Cogí el cepillo de dientes de Diablo y asee mi boca. Después me di una corta ducha, me seque y deseé tener una de mis lociones para dejar mi piel tersa y suave.
Volví al dormitorio, me dio pena ver todos aquellos pétalos aplastados, recordé lo suaves que eran bajo mi piel y lo bien que olían.
Me había encantado aquel detalle y deseé que hubieran más veces como aquella.
Me puse de rodillas sobre el colchón, que se sacudió, haciendo ligeras olas. Como si estuviéramos en la playa. Sigilosa me acerqué, levanté la sábana y admiré aquel cuerpo perfecto. Pose mi vista en el culpable de hacerme explotar de deseo y se endureció inmediatamente. Me sentí golosa, me lami los labios y me fui directamente por aquella obra de arte. Me moría de curiosidad, quería probar su textura, su sabor. Deseaba saberlo todo. Con prudencia pasé mi lengua por la punta y se sacudió en respuesta. Pasó un rato hasta que me atreví a metermelo entero en la boca. Gemi sin querer. Perdí la noción del tiempo de nuevo, me dediqué única y exclusivamente a ese maravilloso miembro. Lami en círculos, en línea recta, probé todas las maneras que se me ocurrieron. Lo observé y parecía que sus venas estaban a punto de explotar. Como yo misma. Me atreví a jugar con sus dos bolsitas, hasta que le escuché gemir a él también. Eso fue mi perdición.
Me toque y comprobé que estaba ardiendo y sorprendentemente mojada.
No podía más, necesitaba tenerle en mi interior.
Me senté encima de Diablo, le sentí temblar, coloqué mi entrada encima de la punta, me aferre a los hombros masculinos para apoyarme y tragando saliva me empale. Dejé que entrará de golpe y sin contemplaciones, empecé a moverme en círculos, hacia arriba y hacia abajo.
Diablo abrió sus ojos que estaban turbios por el deseo, estiró sus manos hacia mis puntas rosadas y sin compasión las estrujo. Una descarga eléctrica me recorrió hasta la punta de mis pies, haciendo que encorvara mi espalda hasta agarrar sus tobillos. No sé cómo pero segui moviéndome, me sentía ardiendo.
Ignoro como lo hizo, pero él se levantó y consiguió meterse en la boca uno de mis doloridos pezones. Esta vez no me cohibi, grité con todas mis ganas, no sé en qué momento me vi sobre el colchón, expuesta, con mi trasero mirando hacia él, con la incertidumbre incrementando mi deseo. Su lengua accedió a mi interior y volví a gritar, ese hombre me volvía loca. Pero en ese momento era mi luz.
Su miembro sustituyó a su boca y me sentí completa, llena, me quedaba sin adjetivos para describirlo. Diablo se aferró a mis hombros para poder embestir con más dureza y no podía quejarme, a pesar de estar entre el deseo y el dolor, no podía hacerlo. Esa profundidad me elevaba a las nubes y su rudeza y falta de tacto a la hora de embestirme me hacía acercarme al infierno.
Mi corazón estaba también sintiendo cosas extrañas, ¿sería amor? No tenía la más remota idea. Pero algo extraño sucedió, mientras sentía aquel líquido caliente llenarme, Diablo gritó algo que jamás creí llegar a oír de su boca:
-¡Te amo!
Con esas palabras volví a caer por el precipicio, me tense y explote mientras él aún continuaba vaciandose dentro de mí. Las palabras salieron entonces de mi boca, extrañas, ásperas, ajenas:
-Te amo.

DIABLO:

No podía dormir, me sentía tan feliz, ese sentimiento no era normal en mí.
¿Qué era esa nube rosa que vislumbraba? ¿Dónde se habían ido mis nubes grises?
Sara se revolvió y supe que estaba despertando. Cerré los ojos para fingir que dormía. No me sentía preparado para enfrentarla después de la noche tan intensa que habíamos pasado.
Ella se levantó y mi corazón se estrujo, me obligué a permanecer con los ojos cerrados, la oí abrir el grifo del baño y me relaje. No quería que se fuera. Mi deseo por ella estaba despertando. Tenía ya una débil erección entre las piernas. Me toqué sin poderlo evitar.
Me quedé quieto cuando sentí que volvía a la habitación. Se arrodilló en la cama, haciendo que esta se moviera, levantó la sábana y mi miembro reaccionó a su mirada. Abri un ojo para poder observarla y la vi mirando admirada esa parte de mi anatomía masculina.
Tímidamente pasó su lengua por la punta y yo me estremeci entero. Empezó a recorrerme entero con húmedos besos, me aferre a la sábana para no hacer ningún movimiento. Intenté por todos los medios no gemir. Me estaba volviendo loco. Creí que me daría una taquicardia cuando me abarcó entero con su boca y oírla gemir no me estaba ayudando en nada.
Cuando esa gloriosa boca se posó en mis testículos yo ya creí morir. En cualquier momento me correría.
Noté como se sentaba encima mía y se agarraba a mis hombros, mi pene se sacudió cuando sintió su anhelante entrada. Ella se empaló con fuerza, llenándose de mí, empezó a moverse y yo ya no pude evitar abrir los ojos. Deseaba admirarla. Lo primero que vi fue su expresión de puro deseo y esos pezones duros, llamándome, incitandome. Estiré mis manos hacia esas puntas rosadas y sin compasión los retorci. Pero lo que realmente quería era la meros. Cuando Sara se aferró a mis tobillos yo me levanté e hice lo que tanto quería pasar mis lengua por esas montañas. Ella sudaba y supongo que yo también. Estaba ya fuera de mí, sin cuidado le di la vuelta, exponiendo a mis ojos ese trasero que deseaba penetrar, pero me recordé que no era el momento. En cambio mordi su botón hasta hacerla gritar, pero no podía más, la penetre de forma salvaje, agarrándome a sus hombros para dar rudeza a mis embestidas. Mis ansias por ella eran salvajes, no podía frenarlas, sentí que me ahogaba mientras mi semen llenaba su interior. Y entonces mi boca gritó algo que yo quería callar:
-¡Te amo!
Entonces ella apretó mi miembro hasta el dolor, dándome aún más calor y gritó:
-Te amo.
Clavé mis dedos en sus hombros, di una última embestida para apurar todo su deseo y caí rendido en el colchón.
Que el cielo se congelara me daba igual, pero yo amaba a esa chiquilla y nada conseguiría alejarme de su lado.

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⏰ Última actualización: Jul 04, 2018 ⏰

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