Mire a Diablo. Estaba en blanco, lo había dejado en shock. Sonreí, me gustaba esa sensación de poder.
Continué sentada en la mesa, fingiendo que mis uñas rojas eran muy interesantes.
Pero me cansé de esperar, de no obtener respuesta he hice lo que me dictaba el cuerpo. Actuar. Con violencia le agarré de la camiseta y lo atraje hacía mi cuerpo. Como siempre su boca parecía adaptarse a la mía. Su lengua parecía haber nacido para luchar con la mía.
Como pude me quite la parte de arriba del vestido y me ofreci.
No podía dejar pasar la noche sin que mis planes se hicieran realidad.
-Tomame- le exigi sintiendo que ardía.
-¿Por qué yo? Puedes tener a cualquiera, incluido aquel muñeco rubio que te abrazaba- Diablo parecía querer cuestionar mi elección y yo me sentí furiosa.
-¿Sabes que? Tienes razón, cualquiera quisiera pasar sus manos por mi cuerpo y poseerlo, besar estos labios. Entre ellos Lorenzo. Esperaré que vuelva y me entregaré a él como me ha pedido- le dije sabiendo que nombrar a Lorenzo le haría enfurecerse.
-¡No dejaré que ese imbécil te toque! ¿Quieres pasar la noche conmigo? Muy bien, satisfacere tus deseos. Pero a mi manera, como yo quiera. Así que ahora esperaras aquí. Yo espero volver rápido- y después de decir eso me dejo sola el muy idiota.
Allí sentada, con mi sugerente sujetador negro a la vista y ardiendo de rabia.DIABLO:
No podía pensar, no sabía que sentir, pero ella, mi diosa me estaba ofreciendo algo que deseaba con todo el alma.
Y yo todo lo que sabía era que no quería amarla sobre una mesa de oficina, en un sucio despacho, en una atmósfera hostil y poco adecuada.
¿Desde cuándo yo me preocupaba tanto? No lo sabía, pero me daba igual, en otro momento de mi vida, el otro hombre que era, hubiera tomado lo que me ofrecían y no me hubiera preocupado por más. Pero con ella no podía.
No pude seguir pensando, Sara me atrajo a su cuerpo, con exigencia posó su boca en la mía.
Ese beso se convirtió en puro fuego, me volvió ciego y sordo. Admiré las dos montañas que ella me ofrecía, eran adecuadas a mis manos, tapadas adorablemente con un encaje semi transparente que me incitaba a arrancarlo a mordiscos. No pude contenerme, mi boca habló sola, mi confusa mente tenía que entender porque alguien como ella quería entregarse a mi.
-¿Por qué yo? Puedes tener a cualquiera, incluido a aquel muñeco rubio, que te abrazaba.
-¿Sabes qué? Tienes razón, cualquiera quisiera pasar las manos por mi cuerpo y poseerlo, besar estos labios. Entre ellos Lorenzo. Esperaré que vuelva y me entregaré a él como me ha pedido.
Estaba sufriendo como un condenado imaginando otras manos en su cuerpo. Otra boca en la suya que no fuera la mía. Pero para mi lo peor fue oír como ella me decía que se entregaría a ese gusano que yo detestaba.
La decisión la tomó mi rabia.
-¡No dejaré que ese imbécil te toque!¿Quieres pasar la noche conmigo? Muy bien, satisfacere tu deseo, pero a mi manera, como yo quiera, así que ahora me esperaras aquí, yo espero volver rápido.
Le eche un último vistazo y salí de allí apresuradamente.
Bien, nunca en mi vida había planeado algo como aquello y aunque hiciera el ridículo, quería que aquella noche fuera inolvidable para Sara.
Lo primero conseguir una tonelada de rosas rojas, pero a esas horas nada estaría abierto, así que ni corto ni perezoso, en la primera tienda que encontré force la puerta trasera. Y entre, cogi todas las rosas rojas que encontré. Sintiéndome ridículo las llevé a mi apartamento, después cogi el coche y volví por más. No era un ladrón, puede que fuera un asesino, traficante y un montón de cosas más pero no un vulgar caco.
Así que deje en un cajón una cantidad de dinero considerable y asegurándome que dejaba la puerta bien cerrada me fui de aquel lugar.
Siguiente paso velas aromáticas. Eso fue más fácil de conseguir.
En poco tiempo mi apartamento - estudio parecía sacado de una novela romántica. Dejé música puesta, concretamente un cantante americano de balada que me encantaba.
Sintiéndome inquieto y anhelante, fui a buscar a mi diosa.
Según me acercaba a mi oficina, oí su melodiosa risa, entré y me llené de celos. Allí estaba, recostada en mi pequeño sofá, con los pies posados en las piernas de mi inestimable amigo. Sara no se había molestado en taparse, seguía con la parte de arriba de su vestido bajada.
Los dos reían y bebían y antes de arrepentirme de mi decisión, le quité la copa de las manos, la levanté en brazos y me la llevé. Sentirla tan menuda y suave me excito y me hizo desear llegar cuanto antes a mi estudio.
Desoi sus quejas y resoplidos. Sólo quería llegar y perderme en su cuerpo. Adorarla.
Una vez dentro de mi guarida no la deje admirar mucho, solo quería verla desnuda en mi cama con colchón de agua.
Como si fuera algo ligero como una pluma, la dejé caer sobre la cama, sin importarme nada más.
Con brusquedad e impaciencia le quité el vestido que me impedía admirar su cuerpo.
Retiré las copas de su sujetador, tragué saliva al ver sus pequeñas cimas de color melocotón erguidas esperando ardientemente mi lengua. No demore mucho en bajar mi boca hasta ellos.
Lami, mordi, succione, sin darme cuenta que sus quejas se habían convertido en gemidos. No sé cuánto tiempo tardé en amar sus pechos, pero de repente no fue suficiente. Subí hasta su blanco cuello y oli su perfume a lirios hasta quedar borracho. Pasé la lengua por esa vena que latía frenética, hasta que reparé en sus sensuales gemidos.
No podría soportar mucho tiempo más sin aventurarme dentro de ella. Estaba tan duro que dolía. Bajé por su cuerpo besando cada rincón, pero sin detenerme, arranqué el último estorbo que me impedía avanzar, en esa zona parecía concentrarse el mismísimo infierno.
Estampe mi boca ahí en todo su centro, emborrachandome de su esencia, bebiendo de sus jugos. Pare unos instantes para coger aire, no pude evitar darle la vuelta, ponerla en cuatro para continuar torturando su monte de Venus. Su blanco y firme trasero me llamaba. Pero ese no era el momento.
Le volví a dar la vuelta y me coloqué en medio de su infierno, era irónico que para mí, en ese instante fuera el cielo.
Puse mi duro miembro en su entrada y empuje hasta sentir aquella pequeña barrera que intentaba impedir que continuara. Tragué saliva, pare, para darle tiempo y después volví a empujar. Una embestida más y estaría por completo dentro de ella. Me estaba costando la vida hacérselo lentamente, pero no quería lastimarla, estaba tan estrecha. Me quedé completamente quieto, hasta que Sara me envolvió con sus piernas y elevó sus caderas. Ya no había quién la salvará de mí.SARA:
El muy imbécil se había ido y me había dejado allí sola. ¿Dónde narices habría ido?
Larry entró con una enorme cantidad de dinero en las manos, estaba demasiado acostumbrada así que no me asombre por la cantidad. No hablé, estaba confusa, enfadada y turbada.
-Diablo puede ser un poco bipolar y desconcertante, pero no tiene mal fondo.- dijo Larry mirándome fijamente. Entonces me di cuenta que ninguna prenda, a excepción del sujetador, cubría mis pechos. Me dio algo de vergüenza. ¿Qué pensaría Larry de verme sentada en la mesa con esas pintas? Además que mi respiración seguía agitada. Pero él no parecía que fuera a juzgarme y eso me relajó.
Pensé en taparme, pero, ¿para qué? Ya me había visto.
Le observé servir dos copas, me hizo señas para que me sentará en el sofá. Obedeci, una vez sentada me ofreció aquella bebida, no pregunté que era, solo bebí. El alcohol me reconforto. Empezamos una conversación interesante que me relajó y distrajo.
En un momento dado me sentí tan cómoda y agusto, que coloqué mis pies descalzos sobre las rodillas de Larry. Bromeabamos y nos reíamos, hasta que la puerta se abrió y Diablo entró.
Sin mediar palabra el orangután me quitó mi deliciosa bebida y me cogio cuál saco de patatas. Por supuesto que me enfade y empecé a gritarle para que me bajará.
-¡Gorila sin modales! ¡Bajame ahora mismo! ¿Qué haces? ¿Adónde vas? ¡Mis zapatos! ¡Mi bolso!
No importaba lo mucho que gritase, él no parecía querer detenerse, pensé que lo mataría lenta y dolorosamente por hacerme bajar a la calle, así con estas pintas que llevaba.
Afortunadamente por la calle no había ni un alma y no tardamos mucho en llegar a un edificio diminuto de gastado ladrillo rojo. Sí, ya sé que era de noche y estaba oscuro, pero todos los ladrillos son rojos. ¿O no?
¿Cuánta distancia habríamos recorrido? Como mucho cinco minutos.
Nada más entrar me recibió un olor a vainilla y rosas que me encantó.
Pero no pude mirar, Diablo no me dejó, parecía tener un destino en mente.
Sentí como me tiraba sobre una superficie que tembló al hacer yo contacto con ella, como si fuera agua.
-¡Maldito animal! ¿Qué te crees que soy? ¡Un saco! ¡Te voy a cortar los huevos!
Mis protestas murieron lentamente cuando él con desesperación me termino de quitar el vestido. Como un animal hambriento se abalanzó sobre mis pechos, dándoles semi libertad, iba a comenzar una nueva retahíla de insultos y amenazas, cuando me mordió un pezon y después lo lamio con deleite. Las palabras murieron en mi garganta, sentí una agradable sensación de hormigueo que se expandia por otras extremidades. No podía estarme quieta, movi la cara y me di cuenta que estaba tumbada sobre un lecho de pétalos de rosas rojas.
Mi corazón tembló ante aquella consideración hacía mí, Diablo un tipo duro, se había tomado la molestia de tener un gesto hermoso.
Gemi, vergonzosa, de lo que estaba sintiendo. Aunque en realidad lo que quería era gritar.
Parecía no querer saciarse de mí, seguía besando mis pechos, hasta que de repente levantó la cabeza, sus ojos estaban más oscuros. Subió por mi cuerpo hasta el cuello, allí continuó besándome, arrancandome gemidos, haciéndome temblar. Sin darme tiempo a respirar bajó hasta llegar a mi monte de Venus.
A esas alturas yo ya no sabía cómo sentirme, tenía mucho calor, ardía y necesitaba algo que no sabía que era.
Cuando estampó su boca en mi pequeño botón y me lo mordió, grité y me volví loca. Las sensaciones se incrementaron y cuando creí que ya no podía sentir más, me dio la vuelta. La incertidumbre de no saber qué iba a hacer, me excito aún más, sus manos se posaron en mi trasero sin aviso. Acariciando y ahuecando, sentí el peligro, algo que me elevó de forma insospechada. Y de repente su lengua de nuevo succionaba mi pequeño botón.
En menos de lo que esperaba me encontré acostada de nuevo sobre mi espalda. Diablo me miró, vi la decisión en sus ojos, pero no tuve miedo. Sentí su hinchado y húmedo miembro en mi entrada y gemi de nuevo. Empujó y entró unos centímetros, no me atreví a moverme y él tampoco. Aunque yo quería sentirlo entero, estaba tan duro y tan suave. Se sentía tan bien y extraño al mismo tiempo.
El sudor perlo su frente y supongo que la mía también. Entonces pujó unos centímetros más, yo clave ardientemente mis uñas en su espalda, él no lo notó.
《Solo un poco más, vamos entra de una vez》 Pensé con impaciencia y sofoco.
Y mientras pensaba el último empujón y ya lo tenía por completo llenándome, haciéndome sentir mujer, intuía que lo mejor estaba por llegar y lo quería ya. Pero Diablo parecía petrificado. Me desesperaba tanta quietud. Entonces enrede mis piernas en su cadera, levanté las mías buscando esa profundidad que necesitaba.
Entonces empezó a moverse tan lento como exquisito. Ya me olvidé de cualquier otra cosa que no fuera sentir su vaivén, sus embestidas certeras y aquel delicioso calor que me envolvía.
Aferre la almohada, encorve la espalda de forma inhumana y grité, explote de forma literal y sé que le arrastré a él conmigo porque sentí que me llenaba de algo caliente.
ESTÁS LEYENDO
APARENTEMENTE DULCE
RandomAquí tenemos la segunda parte de Locura Desenfrenada. Pero esta vez será Sara la protagonista, con su increíble historia. Atreveros a leer. Os sorprenderá