Capítulo 4: "Consejos de una Oruga"

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Permanecí inmóvil admirando a esos ojos que flotaban entre una espesa humareda. Al aspirar un poco de ese humo no pude evitar toser, por lo que agité animadamente mi mano para apartarlo y recuperar la respiración. Entonces, la figura dueña de aquellos ojos se descubrió ante mí con mayor claridad.

Un joven que aparentaba unos diez años más que yo me contemplaba con expectación, como si hubiera encontrado un extraño animal al que analizar. Sus ojos dorados contrastaban con su piel marfil que parecía ligeramente azul y sus cabellos zafiros alborotados en una sedosa melena. Pese a vestir una camiseta de tirantes celeste, llevaba unos pantalones bombachos azul marino y una bufanda de rallas azules que se alternaban en tono claro y oscuro. Para finalizar, en su mano derecha, cuyas uñas eran del color de su cabello, sostenía la boquilla de una cachimba.

-¿Quién eres tú?-preguntó nuevamente.

-No estoy seguro, me han pasado tantas cosas que no me reconozco.

-¿Qué quieres decir con eso? ¿Insinúas que no sabes quién eres?

-Ayer era yo mismo pero ahora no sería capaz de reconocerme. Todo es tan confuso que no me aclaro.

-Ten por seguro que lo que fuiste ayer no lo eres hoy, pero dime, ¿quién eres tú?

-Sé que mi nombre es Allen, ¿y cuál es el tuyo?-dije dubitativo.

-Yo soy la Oruga azul.-aspiró un poco de su pipa y la soltó contra mi rostro.

-Bueno, Oruga, si no tiene nada más que decirme me marcharé.

-Espera un momento, hay algo importante que debo decirte. Cuidado con lo que reprimes.

-¿Lo qué reprimo?-entonces me señaló un lado de la seta para que me sentara.

Lo hice y me acomodé a su lado, seguidamente, la Oruga posicionó la cachimba entre ambos y aspiró una larga bocanada de ella. Permaneció silencioso por unos segundos, tras lo que me ofreció la boquilla del objeto y me indicó que tomase un poco. Realmente no me apetecía acabar como él por probar aquello, sin embargo, acepté por no darle una mala impresión. Tenía un ligero sabor a arándanos y frambuesas, aspiré el contenido, lo contuve unos segundos y lo expulsé tal y como me iba indicando la Oruga.

Apenas unos minutos pasaron cuando empecé a sentirme un poco mareado. Todo daba vueltas, un embriagador olor frutal inundaba mis fosas nasales hasta convertirse en nauseabundo, y sentí como poco a poco me fui relajando.

-¿Cómo te encuentras, Allen?-preguntó la Oruga exhalando humo hacia mi cara.

-Me...siento raro. Tengo la sensación de estar mareado y acalorado a la vez, ¿no es extraño?-No comprendía que sucedía, pero el calor me impedía respirar.

-Tranquilo, eso solo indica que estás despertando.-apartó la cachimba y me llevó hasta el centro de la enorme seta.

-¿Despertando?-cada vez me costaba más respirar.

La Oruga se sentó en la seta y me guió para que me posicionase entre sus piernas, dándole de esta forma la espalda. Pasó su nariz por mis cabellos, aspirando el olor de estos y comenzó a acariciar suavemente mis manos. Poco a poco, comenzó a ascender por mis brazos, después mis hombros y cuando creí que se había detenido, introdujo sus manos por debajo de mi camiseta y pellizcó mis pezones mientras mordió ligeramente el lóbulo de mi oreja.

Ante eso, mi única respuesta fue un sonoro gemido. Había sentido una sensación increíble, como si una corriente hubiera despertado en mi cabeza y se hubiese expandido hasta las puntas de todos mis dedos. Entonces noté algo palpitante en mi entrepierna, sobre la que la Oruga realizaba ligeros movimientos circulares con la punta de su dedo índice.

-¿Ves?-señaló mi aprisionado miembro.-Aquí, despierta poco a poco.

-No...otra vez...no.

-¿Qué te gustaría hacer, Allen?-dijo con una mirada insinuante.

-Volver...ah... a la... normalidad.

En ese momento, la Oruga me besó e introdujo su lengua, comenzando una lucha que ganaba por momentos. Me obligó a posicionarme sobre él y empezó a mover mis caderas para rozar nuestras entrepiernas. Cuando sentía que mi final estaba cerca, éste se detuvo y bajó de la seta. Me cogió del cuello de la camiseta y me besó nuevamente.

-Un lado te calmará-dijo con una sonrisa inocente-el otro te provocará.

-¿Un lado de qué?-pregunté un poco confundido.

-¡De la seta, muchacho! ¡De la seta!-Tras decir esto, desapareció envuelto en una espesa nube de humo.

Me bajé con dificultad de aquella seta y, al comprobar que ésta era completamente redonda, solo se me ocurrió coger un trozo de un lado y otro justamente del lugar opuesto. Le di un pequeño mordisco a uno y, tras unos pequeños instantes, la sensación de calor había aumentado y mi entrepierna dolía por la presión. Entonces un joven chico que pasaba por allí se paralizó al verme.

-¡Serpiente!-dijo señalando a mi entrepierna.- ¡Es una serpiente!

-¡No! Esto...puedo...explicarlo...

En un instante, el joven chico de cabellos grises se marchó corriendo, y yo me quedé allí, intentando aguantar el problema que me envolvía. Al poco tiempo, regresó acompañado de la Oruga, la cual me miraba con una sonrisa de complicidad junto con una mirada penetrante.

¿Qué haría? Necesitaba encontrar la forma de calmarme, entonces recordé el otro lado de la seta que cogí. Saqué el pedazo de mi bolsillo y le di un pequeño mordisco, tras el cual en pocos segundos alivió mi desesperante problema.

-Vaya, y que esta pobre Paloma haya venido a buscarme para nada...-empezó a decir la Oruga con un poco de teatralidad.- ¿Te gustaría divertirte un poco con él?-se dirigió entonces a la Paloma que asintió con vergüenza.

Mientras se distraían con su conversación, aproveché para intentar escapar, sin embargo, se dieron cuenta de mi intención y me sujetaron para impedirlo. Lo que ocurrió después sería algo demasiado desmesurado para contarlo, así que lo dejo a tu imaginación. Cuando conseguí librarme de ellos, me alejé lo más que pude de aquel lugar, con el único pensamiento de poder salir de allí fuera como fuera.

Entre pausa y pausa que me daba mi mente, algún vago recuerdo de mi antigua vida aparecía en mi mente. Aun así, ya no sabía qué lugar era peor, si aquel en el cual nadie me quería, o éste en el cual lo que me hacían lo convertían en una horrible pesadilla.

Por un segundo pensé en repasar cada una de las cosas que me habían ocurrido, cuando caí por la madriguera, cuando conocí a aquel grupo de libidinosos personajes, mi llegada a la casa del Conejo Blanco y, por último, mi encuentro con la Oruga y, posteriormente, la Paloma...

Mientras mantenía todos esos pensamientos en mi cabeza, llegué a un claro del bosque donde se alzaba una hermosa casita de elegante y regia apariencia.

País de las Maravillas (yaoi hard)  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora