Capítulo 8 - Rompecabezas

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LuHan

- Tengo entendido que vuestra madre murió hace poco a causa del hambre.

- No es novedad que la gente muera de hambre, mi madre sólo sucumbió a lo que era inevitable.

- No tendría que volver a suceder... Yo podría ayudarlo a salir de aquí antes de que el caos se desate.

- Mi padre ya está viejo, aunque fuera cierto lo que me propone nadie nos aceptará a ambos y no puedo abandonarlo.

- ¿No cree que seria mejor irse solo? Es joven, buen mozo, bien puede olvidarse de su anciano padre.

- Puedo parecer buen mozo, aunque eso no borra el hecho de que sigo siendo un esclavo.

- ¿Y por eso ha decidido enredarse con un noble?

- Sabe mucho para ser un simple invitado extranjero.

- Y usted aspira demasiado para ser un simple esclavo.

- Al señor Oh no parece incomodarle mi situación, no es un delito ser pobre.

- Pero si tener interés en otro hombre, sobre todo si ese hombre es un noble. No se haga ilusiones señor Lu, jamás será aceptado por los padres del señor Oh.

- Lo aceptarán, no dejarán que su único hijo viva en la pobreza.

- Y pensé que era listo. A esa gente sólo le importa su estatus, una vez que huya con él, no tardarán en encontrarlos y usted, junto a su anciano padre serán decapitados. Le estoy ofreciendo estabilidad económica, suficiente para que se vaya de aquí.

- ¿A cambio de qué?

- Nos estamos entendiendo.

- Hable, no tengo mucho tiempo antes de que el señor Oh venga a nuestro encuentro.

- Es simple, entregueme a su amante y tendrá una bolsa llena con cincuenta mil libras.

- Señor, me siento ofendido por tan cruel petición. Yo amo al señor Oh, ¿Qué clase de persona cree que soy?

- El tipo de persona que sabe lo que quiere. Aquella que aspira a ser algo más que el amante sin clase de un noble que terminará dejándolo en cuanto sus padres lo amenacen con desheredarlo.

- Supongo que tiene razón, después de todo, el señor Oh carece de carácter.

- Entonces ¿Tenemos un trato?

- Tengo un par de peticiones, si las acepta lo tendremos.

- No está en condición de pedir, puedo buscar a alguien más para que me ayude.

- Entonces váyase y deje de quitarme el tiempo.

- Hable, el tiempo se termina.

- Quiero el triple de lo que ofrece y saber por qué quiere que le entregue al señor Oh.

- Me pareció haberlo escuchado decir que amaba al señor Oh.

- No tanto como al dinero. No me hace ilusión tener que fingir toda mi vida.

- Ha elegido bien. El dinero no es impedimento, no se preocupe, le daré lo que pide. Lo segundo, no es de su incumbencia, entreguemelo en dos noches, antes de que la luna nueva aparezca. En cuanto lo haga su dinero estará en sus manos.

- Tenemos un trato, mi señor.

Una sonrisa se formó en mis labios, una inclinación de cuarenta y cinco grados la acompañó...

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