6. Fogata de amor.

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Rapunzel siempre fue una chica particular. Un poco desconcertada, pero centrada en sus estudios.

Se le conocía por ser una chica tranquila y algo impaciente. Muy cariñosa y amorosa, pero a veces molesta si se lo proponía. Podía ser la chica más despistada del mundo, pero en algunas cosas sabía más qué una persona normal, y se fijaba en más detalle qué cualquier otra persona. Cómo en ese momento.

Justo en ese momento: Entre su primer intercambió de palabras con el alto muchacho de un particular cabello blanco, qué estaba al lado de ella, hasta las últimas palabras pronunciadas por él, notó un cambió.

Sus ojos ya no mostraban diversión, más bien mostraban un brillo especial. Su sonrisa ya no era burlona o coqueta, era una pequeña sonrisa tímida. Su cuerpo enteró ya no mostraba tanta confianza, estaba un poco tensó.

Normalmente, la mayoría de los chicos le parecían aburridos. Un poco huecos y predecibles. Pero avía algo en el muchacho, qué le inquietaba.

Descuidada Rapunzel, pasó muy cerca de él, rozando su brazo al pasar mientras asaba su galleta con malva visco.

Un estremecimiento paso por los huesos de ambos chicos, las mejillas de ambos se enrojecieron. Sin duda Rapunzel no estaba acostumbrada a tener tanta cercanía con muchachos, sólo con su mejor amigo.

Jack aún con un nudo en la garganta y con una tensión apoderada por completo de su cuerpo gracias a ese rocé, imitó a la chica de ojos verdes. Comenzaba a percibir el olor qué provenía de la chica, era uno suave, le agradaba, nunca le agradó esas chicas qué usaban perfumes realmente costosos, qué a la larga eran desagradables y molestosos.

El peli blanco concentró su mirada en el fuego de la fogata. Pensando en qué la chica juntó a él, lo hacia poner nervioso, el no era así, nunca le avía pasado eso con alguna chica, no pensó sentirse así alguna vez.

—¿Te gusta leer libros cierto?.

Preguntó el chico de ojos azules, Rapunzel asintió con una sonrisa.

—Sí, mucho, de hecho traje una copia de un dolor imperial, es una de mis favoritas—respondió la chica aún con la sonrisa—¿cómo lo sabes?.
—Mm... soy un adivino—ambos se rieron de la broma de Jack.
—¿Así?, ¿en qué estoy pensando ahora?—decidió seguirle el juego.
—En qué soy muy guapo cómo para dejar de mirarme—se volvieron a reír.
—¡Oh sí, claro, en eso pensaba!, ¿a ti te gustan los libros?—en realidad ella, si avía estado pensando en lo guapo qué era el chico a su lado.
—No muchos te diré, algunos en realidad, no soy un chico de leer, sólo cuándo es un libro realmente interesante, cómo por ejemplo matar a un ruiseñor y el libro qué acabas de nombrar, son mis favoritos—la chica de cabello largo se asombró y se sonrojó ligeramente al pensar qué ambos tenían algo en común.
—Eso es genial—dijo mordiendo su galleta.
—¿El qué?—preguntó Jack.
—El qué ambos tengamos algo en común, me gustaría mucho ser tu amiga y eso lo hace más fácil, ¿no crees?—a ella realmente le gustaría ser su amiga, con la esperanza de qué más tardé se convierta en algo más.
—Mmm...—él chico se avía hecho la idea de qué a ella le gustaba el, pero con eso qué dijo le hizo pensar qué sólo lo quería cómo amigo, estaba desilusionado.—sí, claro—dijo cabizbajo.
—¿Qué ocurre?, ¿no quieres ser mi amigo?—preguntó con melancolía en su voz.
—¡No!, ¡no!, digo sí, ósea no, es decir... yo... claro qué quiero ser tu amigo, es sólo qué...—su mirada automáticamente bajó al piso, tratando de buscar las palabras qué usaría cómo respuesta.
—¿Si o no?, no lo entiendo, ¿es sólo qué-qué?—preguntó tomando otra galleta.
—Es sólo qué... no nada, olvídalo.

Summer LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora