11. Nuestra cita 1/2

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Las mejillas guardaban el secreto de aquellas lágrimas secas, después de toda una tarde llorando. La luz del atardecer traspasaba los cristales de los grandes ventanales de su cabaña, acompañada de un suave viento qué hacia bailar las delgadas y floreadas cortinas. En algún momento se avía quedado dormida llorando.

Quería hablar con Jack pero pensaba qué ya sería mañana, seguro debía estar durmiendo. De hecho todos en el campamento dormían. Se dispuso a recoger sus cosas y guardarlas. Tenía la cabaña regada con sus lienzos, pinceles y pinturas. Tomó su celular y pensó en apagarlo y guardarlo en la caja qué Anna tenía con todos los celulares o llamar a Eugene y disculparse.

Llamar a Eugene. Llamar a Eugene.

"¡Llamaré a Eugene!".

Marcó dos veces y la enviaba al buzón de mensajes, pero Rapunzel no se dio por vencida y volvió a marcar otras dos veces, hasta qué por fin Eugene contestó.

—Hola, disculpa qué te llamé a estas horas, se qué es muy tarde—susurró
—De hecho no es tarde, es temprano por aquí, ¿porqué susurras?—le preguntó susurrando—¿y porqué yo susurró?—se rieron y al instante Rapunzel se tapó la boca, por un momento se olvidó de las chicas.
—Pues mis compañeras están dormidas y no quiero despertarlas—le susurró de vuelta.
—Oh ya, ¿estás bien?—el la conocía y sabía cuándo estaba y no estaba bien.
—No, no estoy bien, es un desastre en mi cabeza, estoy confundida, no se qué me pasa, yo nunca avía estado así, siento cosas en mi barriga y no se sí son ganas de vomitar o...—la interrumpió.
—Estas enamorada—a el le dolía tanto decir aquello, porqué sabía qué no estaba enamorada de él, era de otro chico y ese otro chico era el mismo qué avía interrumpido su incómoda "conversación".
—¿Qué?, ¿de qué es...tas hablando?, no, yo no...—Rapunzel estaba sorprendida, ni siquiera ella avía llegado a esa conclusión, sólo pensaba qué le gustaba pero no más de ahí.
—Rapunzel te conozco demasiado bien, estás enamorada de ese chico, ¿cómo se llamaba?, era... ¿Jake?, ¿Jace?...—tenía un nudo en la garganta.
—Jack, es... Jack. Pero, ¿cómo lo sabes?—preguntó con la voz entrecortada y los ojos cristalizados.
—Porqué te conozco.
—Eugene yo...—una vez más la interrumpió.
—No digas nada Rapunzel, tu no tienes la culpa de haberte enamorado, no puedes corresponderme y lo entiendo aunque eso no evité qué me duela en el alma. Pero ahora se qué no podías ser mía porqué Dios te tenía guardada para alguien más, ustedes están destinados estar juntos, no me preguntes cómo lo se, sólo lo siento así y ya, yo pensaba qué podíamos pasar la barrera de la amistad pero ya veo qué no se pudo, no se puede y no se podrá jamás Rapunzel. Tu estás enamorada de alguien más y no sabes cuanto eso me duele pero también me alegra porqué yo te quiero con todo mi corazón y quiero qué seas feliz, no te voy a decir qué si tu lo eres, yo también lo seré, porqué créeme qué no será así, pero lo qué más quiero, es qué seas feliz—a éste punto de los ojos de Rapunzel y de Eugene brotaban lágrimas.
—Pero Eugene y la canción... y tu...
—Mejor qué esa canción se la lleve el viento, olvídate de todo eso, me tengo qué ir Rapunzel, adiós, te quiero.
—Eugene yo... también te quiero amigo—sin darle tiempo de decir algo más, Eugene colgó.

Con un nudo en la garganta y los ojos llenos de lágrimas apagó el celular y lo dejó en la cajita de Anna.

Se dejo caer en la cama y entré sollozos se dejó vencer por el sueño.

* * *

Las horas avían pasado cómo segundos en aquella triste madrugada. Cuándo miró el reloj marcaban las cinco de la mañana y pensó en deambular por el desolado campamento. Primero fue directamente al baño a darse una ducha y a lavar sus dientes, se cambió la ropa; qué estaba llena de pintura. Se cambió por un vestido y unas sandalias, cepillo su largo y rubio cabello y se hizo un chongo.

Salió de la cabaña y se dirigió al muelle, allí se encontró con una sorpresa, Jack estaba ahí, lanzando piedras al lago.

Silenciosamente se sentó a su lado.

—Hola—dijo, sin voltear a verla.
—Hola.
—¿Qué haces por aquí tan temprano?, ¿no deberías estar durmiendo?—en ningún momento dejó de lanzar piedras al lago, Rapunzel concentró su mirada en las ondas qué se hacían en el lago, y de un momento a otro se empezó a sentir mareada y tuvo qué sostenerse de Jack para no caerse—¿estás bien?, ¿te sientes bien?—asintió estabilizando se.
—¿segura qué estás bien?—volvió a asentir.
—Sí, debe ser porqué cómo no he comido desde ayer...—los ojos de Jack mostraban sorpresa y preocupación.
—¿Desde ayer?, tienes qué comer o te puedes desmayar.
—...pero el comedor no ha abierto y por esos no he ido a comer.
—Tengo privilegios por ser el sobrino de Norte, vamos, tengo las llaves—le dedicó una sonrisa traviesa y la ayudó a levantarse.

Se dirigieron al comedor y un rato más tardé se encontraban comiendo y bromeando.

—Creó qué hay qué irnos antes de qué despierten los demás y nos vean aquí—dijo Rapunzel.
—Sí tu quieres... ¿quieres ir a otro lugar?—ella asintió.
—¿Podemos ir a caminar al bosque?, tengo algo qué decirte.
—Claro, vamos—se levantaron de la mesa, limpiaron todo y luego se fueron a caminar al bosque.

Avía silencio entre ellos, pero no un silencio incómodo, sino uno más bien agradable.

—¿Y... qué me querías decir?—dijo, Jack rompiendo el hielo.
—Jack yo me quiero disculpar por cómo te hable ayer, me siento muy mal y... enserio, enserio lo siento, ¿podrías perdonarme?—dijo en tono de súplica.
—Por supuesto qué te perdonó, ¿y eso era lo qué me querías decir?
—Mmm si y no—Jack la miró confundido—hay otra cosa.
—¿Qué es?, dime.
—Nunca me dijiste el día de nuestra cita y... de verdad quiero salir contigo y si todavía tu quieres salir conmigo...

Jack se frenó delante de ella y tomó su delicado rostro entre sus manos y la miró con una sonrisa.

—No hay nada qué quiera más en éste mundo qué salir contigo—Rapunzel sonrió.
—Entonces, ¿hoy te parece bien?
—El día qué tu quieras princesa—dijo acariciando su mejilla.
—Hoy será.
—Perfecto—ambos miraron los labios del otro pero en lugar de besarse sólo se sonrieron y se dieron un abrazó.

* * *

Se vio una vez más en el espejo, arregló su falda con las manos y sonrió a su reflejó.

—Estás hermosa.
—Gracias amigas, por todo, sin ustedes no se qué hubiese hecho, jamás avía salido en con un chico qué no fuese mi mejor amigo... o Mascar.
—Ni lo menciones linda—le dijo Elsa viéndola cómo una madre ve a sus hijos.
—De verdad, mil gracias—se unieron en un abrazó.
—Son éstos momentos en los qué me pongo muy sentimental—bromeó Anna haciendo un ademán de limpiarse las lágrimas.
—Lo se, amiga, lo se—Mérida le dio un abrazó a Anna siguiéndole el juego y haciendo qué todas rieran.
—Gracias por hacerme reír, estoy un poco nerviosa—comentó Rapunzel.
—No hay de qué preciosa, para eso y más estamos las amigas—Mérida hizo una ademan de restarle importancia.
—Sí y oye deja de decir gracias por todo—objetó Ariel.
—Es qué estoy muy agradecida con ustedes, chicas.
—Tu eres un amor de persona—dijo Belle.
—¿Creen qué estoy lista para esto?, ¿y si no llega a la cita?, ¿y si no le gustó cómo estoy vestida?, ¿y si no se entablar una conversación?, ¿y si...
—Y si vuelves a decir y si voy abofetearte—le advirtió Anna.
—Estás perfecta Rapunzel, cuándo te vea se le caerá la mandíbula—todas rieron por el comentario de Jazmín.
—Bueno, una vez más, gracias chicas.
—Si, si, si, ¡ya vete!—la empujó Elsa.
—Cuándo regreses nos cuentas todo señorita—bromeó Anna.
—¡Con lujos y detalles!—agregó Mérida.
—Anna y Mérida—regaño Elsa.
—¿¡Qué!?—exclamaron las dos al unísono.
—Bien, hasta luego chicas.

Continuara...

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