El Insomnio.

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Una gélida noche. Estaba de nuevo desnudo. Las gotas de lluvia caían fuerte pero espiritualmente. Me preparaba para una extensa noche, pues como solía suceder; El Insomnio me visitaba de nuevo, aunque hoy lo hacía más cansado, famélico, un poco raquítico.
Me dijo que muy pronto nuestras noches y albas juntos desaparecerían junto con la lluvia, que poco tiempo tendríamos juntos. En mi desnudez lo abrazé fuertemente y le pregunté si lo nuestro ya no tendría sentido, si no me empaparía con su belleza intelectual nuevamente. Él solo sonrió.
Me sentí muy frágil, débil, vulnerable. ¿Qué sería de mí sin él? Él me lo había brindado todo; amor, sabiduría, erudición, belleza, locura, tristeza, pulcritud. Él me había entregado el arte. Le pregunté si todo lo que pasamos juntos no significaba nada. Si mis lagrimas, mi espíritu, mi brillantes, mi cuerpo gélido, mi amor, mi tristeza, nuestros monólogos, si nuestra locura, no había significado algo para él.
Él Me sonrió levemente y me dijo con una voz delicada y suave que todo ello había significado algo, pero que como todas las cosas nacen también tienen que morir.

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