Epílogo

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DEREK

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DEREK

—¡Alguien sujete a ese bebé! —le escucho gritar a mi madre, a lo que salgo disparado corriendo detrás de mi pequeño.

Los chillidos de felicidad pensando que es un juego me hace reír a mí por varios momentos, pero cuando lo atrapo entre mis brazos le ofrezco una sonrisa llena de orgullo, a lo que puedo ver una pequeña carcajada salir de su boca.

El miedo invade mi cuerpo por unos segundos en los cuales me concentro en bloquear los recuerdos de mi mente. La mirada de mi madre se encuentra clavada en mí, esperando a que salga de mi trance. Mi pequeño me rodea con sus brazos, y aquello es todo lo que necesito para dejar de tener los flashbacks.

—Campeón, ¿qué te he dicho sobre estar corriendo desnudo por toda la casa? —pregunto, a lo que él ríe emocionado —. Venga, vamos a ponerte tu ropa antes de que mamá venga y se la agarre con papá.

Después de que he terminado de cambiarlo, sale corriendo en dirección a su cuarto de juegos, haciéndome reír. Camino en su dirección encontrando a mi madre sentada en una de las pequeñas sillas de colores de madera, leyendo un libro sobre abuelas.

—Espero que ya no quieran tener más hijos tu hermana y tú, me están volviendo vieja más rápido —me reprocha, a lo que no puedo evitar soltar una pequeña carcajada. Mi campeón va corriendo a los brazos de su abuela —. Mi tesoro, ¿quieres una galleta? 

Hace un año, Claudia me dio la noticia de que se encontraba esperando un hijo de ambos. En aquel momento, tuve una de las peores reacciones que algún hombre ha podido tener ante tremenda noticia que debería traer felicidad. Pero doy gracias a los Dioses que ella tuvo mucha paciencia, y me ayudó a superar el miedo más grande de todos: perder a mi bebé por mi culpa.

Al comienzo no puedo negar que entré en pánico, debido a que los recuerdos de mi padre dejándome me atacaban noche tras noche en mis pesadillas, y lo único que me calmaba era la sensación de mi pequeño dentro de mi esposa, a la cual jamás pensaba abandonar con mi propia vida. Mi hijo siempre me tendría a mí, siempre estaría junto a él en todos los momentos de su vida.

Lo único que calmó todos esos malos pensamientos fue el hecho de por fin poder tenerlo entre mis brazos, haberlo visto nacer y ver a mi esposa luchar contra todos para así traerlo al mundo con nosotros. Lo más gracioso fue que mi campeón ha nacido el mismo día del cumpleaños de mi madre, el 6 de junio. 

Tener a mi propio pequeño en mis brazos fue algo indescriptible. Saber de qué él había sido formando del amor que existía entre mi esposa y yo era todo lo que necesitaba para saber que en este mundo sí había felicidad completa. Que, si eras bueno, la vida te recompensaba demasiado.

No sé qué hubiese sido de mí sin la ayuda de mis maravillosos padres, quienes con mucha paciencia me ayudaron a asimilar la idea de que me convertiría en padre muy pronto. Mi padre estuvo ahí, detrás de mí con palabras de apoyo, recordándome que la vida es buena si tú lo eres.

Dangerous Woman ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora