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Percibió la alarma en su cerebro. Respondió casi de inmediato.

—No. Disculpe... Lo siento... —echo a caminar tratando de alejarse.

—Hey, ven acá, José Carlos. ..

Se detuvo. ¿Cómo sabía su nombre?

Giro el cuerpo muy despacio.

Mario, uno de los compañeros más gallardos de su salón, había salido por la puerta trasera del vehículo. El conductor también había bajado del auto y encendía un cigarrillo con

gesto de suficiencia.

—¡Ratón de biblioteca! —dijo Mario—, no tengas miedo, sube al coche... El señor es profesor de biología y vende algunos productos para jóvenes. Quiere que lo llevemos a la

escuela. Animate. Acompáñame.

Tragó saliva.

—Que productos?

—Sube, no seas cobarde. Ya te explicaremos.

—Pe... pero tengo algo de prisa. De qué se trata exactamente

—Es largo de contar —intervino el hombre—; te interesa. Además, al terminar la demostraci6n te daré un premio económico.

A José Carlos no le faltaba dinero, pero tampoco le sobraba.

Para conquistar a una chica como la recién Llegada a la escuela se necesitaban recursos; por otro lado, Mario era un donjuán,

sabía desenvolverse con las mujeres y seria interesante convivir con él para aprender. ¿Qué riesgos había? El vendedor de productos no parecía tener malas intenciones. Cuando se

percato de su error de apreciación ya era demasiado tarde.

Un viento helado silbaba en la ranura de la ventanilla haciendo revolotear su ropa. Quiso cerrar el vidrio por completo y movió la manivela, pero ésta dio vueltas sin funcionar.

- ¿cuántos años tienes?

Historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora