firme y tenía una sola amiga. iUna sola! iLa pecosa que estaba a punto de ser abordada por el pornógrafo!
—Qué tal, linda —dijo el tipo . Necesitamos tu ayuda; nos perdimos; no conocemos estos rumbos y queremos encontrar una escuela secundaria.
—Pues mire, hay una muy cerca.
—No, no. Queremos que nos Ileves. Vendemos productos y quizá tú conozcas a alguien que se interese. Si nos acompañas
te daré una comisiön.
"Si nos...?" La pecosa se percato de que había dos personas más en el automóvil.
— ¿por qué no 10 Ilevan ellos?
José Carlos cerró el ejemplar de la revista y acciono la palanca para abrir la portezuela. Se escucho un golpe seco. El tipo se volvió con la velocidad de una fiera y sonrió, sardónico.
—Solo se abre por fuera... Tranquilizate o te irá mal.
Las manijas habian sido arregladas para que, quien subiera al coche, quedara atrapado.
— ¿Cómo te llamas?
—Ariadne.
—Tú debes de conocer a varias muchachas y ellos no —comento el tipo jadeando—. Si nos deleitas con tu compañía unos minutos te regresaré hasta aqui y te daré algo de dinero.
— ¿Qué productos venden?
El hombre le mostró un ejemplar del material.
Mario había dejado su propio entretenimiento y se habia inclinado hacia delante, atento a lo que estaba sucediendo, pero la vergüenza y la sospecha de saberse cerca de su primera
experiencia sexual lo hacían esconderse detrás de la cabeza del conductor.
Ariadne se había quedado inmóvil con un gesto de asombro, sin tomar la revista. El hombre la hojeaba frente a ella.
—¿Cómo ves? Es atrayente, verdad?