—Quince.
-¿cómo vas en la escuela?
—Pues... bien... muy bien.
—No me digas que te gusta estudiar.
Le miré a la cara. Conducía demasiado rápido, como si conociese la colonia a la perfección.
—Si me gusta, por qué lo pregunta?
—Eres hombre... supongo. Aunque te guste estudiar, piensa. Seguramente no te gusta tanto y el trabajo que te voy a proponer es mucho más satisfactorio. Algo que le agradaría a cualquiera.
-¿el trabajo? ¿Cuál trabajo? ¿No es usted profesor de biología? ¿No vende productos? Mire... la escuela es por allí.
—Ah, si, si, lo había olvidado, pero no te preocupes, conozco el camino.
Sudor frío. "¡Estúpido!", se repitió una y otra vez. Había sido engañado. Giro para ver a Mario, pero éste parecía encontrarse en otro mundo. Hojeaba unas revistas con la boca
abierta.
—No te asustes, quiero ser tu amigo —el hombre sonrió y le dirigió una mirada rápida; de lejos, su saco y corbata le ayudaban a aparentar seriedad, pero de cerca, había algo
anormal y desagradable en su persona; era un poco bizco, tenía el cabello largo y grasoso-—. Confía en mí, no te obligaré a hacer nada que te desagrade.
—Regréseme a donde me recogió.
—Claro. Si no eres lo suficientemente maduro para el trabajo, te regresaré, pero no creo que haya ningün problema;
supongo que te gustan las mujeres, ¿ O no?
Acelero; parecía no importarle conducir como loco en plena zona habitacional; José Carlos estaba paralizado. Si sufrían un accidente tal vez podrfa huir, pero si no... ¿A dónde se
dirigían con tanta prisa?