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—¿Qué revistas?

—Me da vergüenza describirte lo que vi.

—Háblame Claro.

—Logré escapar a tiempo.

—¿ A tiempo de qué?

—El hombre vendía revistas con... fotos... de... mujeres mostrando groseramente las partes más fntimas de su cuerpo y escenas sucias que... no puedo describirte.

La madre estaba azorada. Miró los libros de sexología que su hijo había dejado abiertos sobre el piso.

—-¿El hombre de ese coche — aclaró la garganta para que su voz no flaqueara—, te hizo algo malo?

—No. Pero Mario, un compañero de mi salón, se fue con él.

Parecía muy entusiasmado con el trabajo que le proponía.

—¿Qué trabajo?

—El de actor...

—Dios mío... Cuéntame más.

—El hombre quería formar dos parejas de jovencitos para llevarnos a un lugar y tomarnos fotografías... Primero nos

invito a Mario y a mi. Luego se detuvo junto a una pecosa de mi escuela. Ariadne. La convenció de acompañarnos y por último quiso hablarle a la muchacha nueva que pasaba cerca, la que me gusta, pero Ariadne lo impidió. Dijo: "Prefiero ir sola, no conozco bien a esa chava y tal vez lo arruine todo"

Estaba mintiendo, iClaro que la conocía! Es su mejor amiga.

El hombre le dijo "entonces vamos; no nos tardaremos mucho, sube al asiento de atrás, por la otra puerta; solo se abre desde fuera." La pecosa rodeo el coche. El hombre sonría

mirándonos a Mario y a mí en señal de triunfo.

—A ver, José Carlos. Explícame. ¿Las puertas del auto no podían abrirse por dentro? ¿O sea que ustedes estaban secuestrados?

—Si, mamá, pero la pecosa se dio cuenta de eso, dio la vuelta al coche, abrió las dos puertas, primero la de adelante y luego

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