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Bajó la guardia.

—No. Mejor dicho- si... No sé si contarte...

—Me interesa todo lo que te pasa. Estás viviendo una etapa difícil.

—¿Por qué supones eso?

—En la adolescencia se descubren muchas cosas. Se aprende a vivir. Los sentimientos son muy intensos.                                          José Carlos se animó a mirarla. La molestia de haber sido importunado en sus elucubraciones se fue tornando poco a

poco en gratitud. Le agradaba sentirse amado y ser importante para alguien que estuviera dispuesto a desvelarse sólo por hacerle compañía.

—Está bien —concedió—, te voy a contar... Hay una muchacha que me gusta. .. ¿Por qué sonríes? Es más complicado de lo que crees. Soñé con ella desde antes de conocerla. Por

eso cuando la vi por primera vez me quedé asombrado. Es una chava muy especial. Le he escrito cosas, imaginando el momento en que podré dárselas a leer para que me conozca.

Pero ahora todo se echo a perder. Ella cree que soy el ayudante de un promotor pornográfico.

—¿Cómo?

—Lo que oíste, mamá. Fui convencido por un tipo que se hizo pasar por profesor de biología.

—¿Convencido de qué?

—Soy un estúpido.

—¿Qué te pasö?

—Un hombre... me invitó a subir a su coche. No te enojes, por favor, sé que hice mal, pero parecía una persona decente...

Es imposible confiar en la palabra de otros, ¿verdad?

—Sigue.

—Esas revistas... eran ilegales, supongo. No tenían el sello de ninguna editorial.

Ella se puso de pie, movida por una alarma interior. Trató de recuperar su compostura y volvió a tomar asiento.

Historia sin títuloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora