...Así comenzó...

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*más que fic, esto pretende ser una novela, estoy muy entusiasmada con esto que se me ocurrió escribir y espero que el alma que lea esto, la disfrute, vote, comente y comparta :3 de más está decir que es una idea completamente original y que queda prohibida su copia o adaptación*

Sin más que decir, disfruten de la lectura.

-Supongo que debería presentarme. ¡Hola! mi nombre es Alexandra Clamiswey pero pueden llamarme Alex. Tengo veinticinco años y tal vez no soy dueña de una gran belleza pero no estoy nada mal, así que... no me quejo, creo que eso es lo "propiamente básico" que deben saber de mí, bueno.... tal vez hay algo insignificante que también deberían saber,casi olvido lo más importante "mi maldición especial" como me gusta llamarla.
La cual es... ¿Cómo decirlo sin parecer una completa lunática? No creo que sea posible así que solo lo diré. Mi maldición es poder ver aquellos famosos hilos rojos que conectan a las personas destinadas entre sí. Cabe destacar que también soy asquerosamente rica y acá es donde viene la parte difícil, ¿cómo hice mi fortuna? Quisiera poder decir que trabajé arduamente para conseguirla o que tuve muchísima suerte y gané la lotería; pero la verdad es que en mi historia no hay nada noble y digno ya que obtuve mi fortuna aprovechandome de la gente bondadosa, esperanzada y en su mayoría completamente desesperada.

Solo digamos que una maldición como la mía, a veces, y solo a veces, puede llegar a ser muy beneficiosa, sobre todo para mi bolsillo, claro está.

Algunas veces podría llamarla hasta "don" y no maldición.

En fin lo diré sin rodeo alguno, yo "ayudo" a las personas a encontrar el amor de sus vidas. Que tiene eso de malo, se preguntarán, pues... la cosa es que... no lo hago gratis.

No siempre tuve este poder, un día de la nada, como a los cinco años de edad aparecieron frente a mi estos hilos rojos. Los veía en mi casa, con mis padres y pues, me parecían normales, que les digo, la verdad es que llegue a pensar que todos podíamos verlos y nunca se me pasó por la cabeza el hablarlo con mis padres o con nadie más, al menos, no hasta aquel día.

Era tarde y mi madre no pudo conseguir una niñera y tuvo que llevarme con ella y su amiga a una cafetería la cual solían frecuentar todos los viernes.
Recuerdo quedar completamente aturdida con la cantidad de hilos rojos que pasaban y se enredaban frente a mí, no creo poder olvidar jamás la sensación de pánico que me invadió. Con mis manos trataba de apartarlos desesperadamente de mi camino, pero terminé rindiéndome al percatarme de que estos ni se inmutaban.

Una vez que ya habíamos tomado asiento, la señora Roberts, la amiga de mi madre, que por cierto era muy adinerada, comenzó a mirarme algo confundida y al notarme incomoda le pregunto a mi madre.

- Sophía, ¿Ocurre algo malo con Alex? Cariño ¿Estás bien?- dijo mirándome fijamente a los ojos- ¿Qué es lo que tanto te molesta?

-Son estos hilos- rezongué- ¿Por qué hay tantos? ¡No me gustan! ¡Me harán tropezar!- dije haciendo un berrinche.

-¿Que hilos querida? ¿A qué te refieres?- preguntó mi madre.

-Los hilos rojos mamá, están por todas partes- expresé mientras agitaba fuerte mis manos en un claro intento nulo por apartarlos.

Mi madre ya acostumbrada a monstruos, amigos invisibles y demás delirios míos, solo se limitó a reír, pero la señora Roberts (que más tarde descubriría que era una romántica empedernida) al parecer, conocía la leyenda del hilo rojo y lo que yo acababa de decir llamó poderosamente su atención.

-¿Hilos rojos?- preguntó - ¿Acaso... tu vez algún hilo rojo saliendo de mí?- su semblante había cambiado, un aura de curiosidad y alegría la rodearon por completo.

Maldito Hilo Rojo © NovelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora