III

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El camino que les llevaría al puerto de Nartitta había desembocado en medio de un bosque. Los árboles eran altos, el viento hacía bailar las hojas que se encontraban en las copas de los altos y fuertes robles. La luz que se introducía a través de las hojas permitían a nuestro protagonista y su acompañante poder reconocer donde se encontraban. 

Habían recorrido un largo camino durante la noche y ahora, el sol se despertaba desde el oeste. Nadie sabía por qué en Indir el sol hacia acto de presencia en el Oeste, a diferencia de la dimensión mundana que se presentaba por el este. 

 Renly y Helliva aun montados en el corcel, decidieron hacer un receso para descansar. Era cierto que se habían encontrado en todo momento montando al caballo; sin embargo, el hecho de mantenerse sentado producía mas fatiga que el simple hecho de caminar por su cuenta. El joven de ojos cristalinos se tiró sobre la hierba, parándose a sentir la vida que la naturaleza desprendía en aquel lugar. Por el contrario, Helliva se dedicó a afilar sus dagas y posteriormente a buscar una fuente de agua con la que llenar la cantimplora.

Los Sidhe siempre habían sido un pueblo sedentario. Se conformaban con ocupar sus tierras y, no tenían ningún interés en ir mas allá de Idhrenniel, su hogar. Si conocían el lugar se debía a las pinturas y escritos que los antiguos Sidhe habían establecido por lo tanto, no conocían que en aquella arboleda les acompañaba un extraño y particular ser.

Una sombra impidió que el rostro del pelirrojo fuese iluminada por al tenue luz que se escapaba del bloqueo de las verdes hojas de los robles. Sus ojos se abrieron, creyendo que la figura que observaría sería la de su fiel acompañante Helliva pero no, la figura que eclipsaba la luz era la de un hombre. Su cabello era largo y lacio, brillante como el oro. Sus facciones eran finas y su piel blanquecina. Sus ojos se mostraban de un color verde claro y, en su cabeza portaba una pequeña cornamenta, formada por un cuerno a cada lateral de su cabeza, ambos de oro.

Renly se incorporó rápidamente ante la sorpresa, sentándose de esa manera en el suelo. El hombre no parecía ser un peligro pues, de haber querido hacerle daño lo habría hecho a demás, su cálida y carismática sonrisa tranquilizaban al druida.

- ¿Quién eres? - Preguntó el desconocido. 

- Me llamo Renly y... me hallo de paso. - 

El desconocido le tendió la mano con una sonrisa y elegancia que Renly jamás había visto. Su piel brillaba sutilmente ante la caricia del sol lo que le hacía parecer aun más hermoso de lo que a primera vista le pudo parecer.

- Perdóneme, no me he presentado, mi nombre es Othar y vivo en este bosque junto a mis esposas y esposos. Si me permite, podría guiarle y ofrecerle alimento y comodidad. - 

Las crónicas de IndirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora