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Sus ojos se abrieron y por fin, pudieron mostrarle los muchos rostros que, con sonrisas en boca y risas a carcajada limpia, le acompañaban. Ahora lo entendía. La extraña forma de comportarse, sus buenas maneras, su belleza y sus dorados cuernos. Se había centrado tanto en su viaje que no había pensado que en este se cruzaría con esos seres inferiores, hadas.

Hasta la fecha, nunca se había encontrado con uno como Othar, un Gancanagh; Sin embargo, gracias a los estudios que le llevaron a la senda del druidismo, se percató de que su secuestro se debía a un hada de esta especie. Por lo que sabía, estos eran adictos a la compañía y, como método para conseguirla, los monstruos de increíble atractivo, eran capaces de segregar una droga que  igualaba las tornas. Solo esperaba no mantener mucho contacto con el Gancanagh pues, una vez se separara de él sufriría el síndrome de abstinencia.

- ¡Hey! ¿Es qué no estás contento con tu nueva familia?. - Preguntó Othar, como si no fuera nada nuevo para él atar y amordazar a una persona.

El joven de cuernos de oro se acercó al pelirrojo y le retiró la mordaza.

- No te preocupes, pronto te acostumbraras a vivir con nosotros, conmigo. - 

Renly no podía evitar mirarle con desprecio. Entendía que aquello era algo originario de la naturaleza de ese tipo de hada, para ellos era algo rutinario, habitual.

- ¿Crees que puedes retenerme en contra de mi voluntad? ¿A mi?. Soy temido por los humanos y criaturas. Podría interponerme entre dos ejércitos y evitar una guerra. Puede que te perdone la vida o puede que no y le realice un sacrificio a nuestro Dios, Dagda, dios de los druidas, el que nunca yerra y el que todo lo sabe. - 

- A delante, inténtalo. No creo que quieras hacernos daño a nosotros, tu familia. - 

Sin duda, nunca habían visto un druida lo cual, no era de extrañar pues pocos eran capaces de seguir la enseñanza y convertirse en maestro de la naturaleza. Los ojos cristalinos se quedaron totalmente en blanco y, su cuerpo comenzó a empequeñecer. De su piel brotaron plumas, tan negras como el carbón. La transformación siempre era dolorosa pero, era mejor que aguantar a una simple hada y a sus victimas.

Como resultado, un cuervo voló del sitio en el que se había encontrado el pelirrojo pero, pese a haberse librado de las ataduras, las cincuenta mujeres y cincuenta hombres que se encontraban en la sala junto al gancanahg comenzaron a alzar los brazos con intención de alcanzar al cuervo. Finalmente, un manotazo hizo caer al ave sobre la superficie del suelo. 

El hada se abalanzó sobre el ave de negruzco plumaje, provocando que Renly decidiera volver a su forma humana para luchar contra él. Othar alzó su mano, señalando al joven druida, ordenando de esa manera a las victimas de su ser que atacaran a su rival.

Entonces, una lanza de madera voló sobre la cabeza del druida, quien supo antes de que esta rozara su cabello, que se trataba de la lanza de Helliva.

- Menos mal que me elegiste para viajar contigo, los hombres sois orgullosos y no dejáis que las mujeres os protejan. - 

La dorada cabellera de Helliva podía verse a la espalda de Renly, siendo acariciada por la brisa del lugar.

- No necesito de tu ayuda, Helliva, pero tampoco quería a esos pesados encima mía. Trayéndote conmigo ellos se quedarían tranquilos. - 

- ¿Crees no necesitar mi ayuda? ¿Por que no lo pruebas druida todo poderoso?.

Tanto humanos como Sidhes se encontraban bajo el influjo de la droga del Gancanagh y, el tiempo que habían pasado bajo dicho control era lo suficientemente amplio como para poder separarles y sobrevivir a ello. 

El druida se agachó, agarrando un puñado de arena y frotando ambas palmas de las manos a la vez que sus cristalinos ojos brillaban con fuerza.

- Te mostraré que, aunque no soy veterano, guardo algunos trucos bajo la manga. - 

Las palmas de sus manos se abrieron y el joven sopló sobre estas, impulsando la arena con el soplido, cristalizando bajo el manto de cristales de cuarzo. Mientras, Helliva saco ambas dagas las cuales, portaba estrategicamente en cada mano para realizar sus ataques rápidos. Con dichas dagas, consiguió herir múltiples veces al enemigo.

- ¡Helliva! Es mio. - Expuso Renly mientras se acercaba al joven de cuernos dorados.

A medida que caminaba hacía él, tomó una de las dagas de su escolta y se posicionó detrás del hada.

- Dime, ¿Que hay mas natural que la muerte? Los druidas no la tememos, porque sabemos que seremos acogidos en el otro lado, pero, ¿Y tú?. ¿Crees que nuestra diosa morrigan te protegerá una vez no seas parte de este mundo?. Tu vida proviene de la naturaleza y a ella volverá. - 

La daga de Helliva la cual, ahora se encontraba en manos de Renly se acercó hasta el cuello del que momentos antes había intentado secuestrarle. Miró al frente y deslizó la daga con un elegante gesto, provocando la muerte de aquel monstruo de bello rostro. Posteriormente, limpió la sangre de la daga y se la cedió a la joven de tez color miel.

- Te dije que podía protegerme solo. - 

- ¿Y qué pasa con ellos? ¿Están muertos? - Dijo Helliva, refiriéndose a las cincuenta mujeres y cincuenta hombres que habían sucumbido ante el poder de la toxina del gancanagh. - 

- Siguen vivos. Su envejecimiento y funciones vitales se han detenido hasta que encuentre una forma de que superen la abstinencia. - 

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