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Al día siguiente me volvía a encontrar bien, dentro de lo que cabe. Acabé convenciendo a mi hermano de ir al instituto. Estaba deseando hacer cosas normales como las que hace todo el mundo, pero sobre todo pasar más tiempo con Kaito.

Todos me trataron bien allí, eso me alegró bastante, ya que a veces tengo miedo de cómo pueda tratarme la gente debido a que soy algo tímida, y cuando se enteran de mi enfermedad suelen dejarme de lado. Esto es debido a que ni siquiera los médicos saben qué tengo, y a la gente le da miedo que pueda ser contagioso.

Me llamó la atención que había un grupo de chicas que no quitaban los ojos de mí y de Kaito, sin decirnos nada. Me preguntaba si una de ellas era esa tal Luchia.

Se hizo de noche y mi hermano por fin llegó a casa, así que le empecé a contar el día tan divertido que había tenido.

     —Y cuando ese perro se giró y empezó a ladrarme, ¿sabes lo que hizo Kaito? Le ladró él al perro.

     —Grrr... ¡¡Guau!! Así —recreó él.

     —El perro se fue corriendo. Fue muy gracioso. —Reí, pero de pronto empecé a toser.

     —Bueno, tranquila, Mikaru. No querrás que te vuelva a subir la fiebre, ¿verdad? —dijo Lixto.

     —Eso no me preocupa. No cuando tengo a mi querido hermano —Apoyé mi cabeza en su pecho—, y... a mi querido Kaito a mi lado —pronuncié, mirando a este último.

     —Eso está bien, Mikaru, pero se hace tarde, así que ya es hora de irse a la cama.

     —¡Pero si no tengo sueño...! Por favor, hermano, ¿no podemos quedarnos charlando un poco más?

De pronto, un dolor muy fuerte se apoderó de mí. Otra vez esos dolores... Ahora que todo parecía mejorar. Fueron como agujas atravesando mi cabeza, me mareé muchísimo y agarré mi cabeza con mis manos, ayudada de Lixto.

     —¡Mikaru! ¿Qué ocurre? —preguntó mi hermano.

     —Nada... Solo es un ligero dolor de cabeza.

     —La llevo a su habitación —ofreció el castaño.

Kaito... Es tan bueno conmigo, siempre me cuida.

     —Gracias, es lo mejor —respondió Lixto.

Kaito me ayudó a llegar a mi cuarto. Tras ponerme el pijama, me metí en la cama y me tapé con la manta.

     —Kaito —lo llamé, aunque él ya estaba sentado a un lado de mi cama—, quédate siempre a mi lado. Desde que llegamos a Japón, me he estado sintiendo algo más nerviosa. A veces siento que no puedo soportarlo...

Él tapa mis labios suavemente con su dedo índice y me dice:

     —Deberías descansar, Mikaru. Siempre estaré a tu lado.

     —¿Siempre?

     —Sí. Me quedaré un rato en la terraza mientras te duermes. Si necesitas algo, llámame, ¿vale?

Por alguna razón, Kaito siempre me transmite mucha paz. Puede sonar muy raro, pero la conexión que siento con el mar... es muy parecida a la que siento con él. Es algo así como si fuéramos iguales, pero no sé en qué.

Me acabé quedando dormida, pero fue horrible. Tuve una pesadilla que hizo que despertara nerviosa y sobresaltada. Me dolía muchísimo la cabeza, tanto que todas las cosas de la habitación daban vueltas. Es horroroso cuando me siento así...

¿Qué he hecho yo para estar siempre así de mal?

No recuerdo haber hecho nada tan malo como para merecerme todo esto... De hecho, ya nací enferma...

No me gusta tener solo algunos días de buena racha para luego estar meses enteros enferma, con fiebre, desmayos, vómitos, cansancio... Me gustaría ser como los demás.

Me levanté de la cama y miré por la ventana unos minutos. Era completamente de noche. Mi pajarito parecía ansioso, no paraba de saltar. Al final, tanto yo como mi pajarito nos acabamos tranquilizando un poco y volví a la cama.

【Renacer】» Mermaid MelodyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora