Capítulo 3

314 17 0
                                    

Cuando sonó la campana que marcaba el final de las clases y el comienzo de las vacaciones, una chica se acercó a su mesa.

-Chicas, tenemos que hacer algo esta tarde para celebrar que somos libres.

-Buah… A ti solo te importa irte de fiesta, Anna -suspiró Alexa-. Además esta tarde tengo que quedarme con mi hermana, ¿recuerdas?

-Yo estoy muy cansada, me pasaré la tarde durmiendo.

-Sosas -les recriminó Anna-. ¿Y el lunes?

-Por mí vale -accedió Chris

-Y por mí.

-¡Perfecto! A las seis en…

-¿En mi casa? -dijo una voz masculina detrás suya.

-Métete en tus asuntos, Olson. -siseó Anne.

Frank Olson. El chico más deseado de todo el instituto y a la vez el más odioso. Ninguna de las tres saben que ven las demás en él. Bueno la verdad es que era guapo y estaba bueno, pero su gilipollez le restaba muchos puntos.

-Solo era una idea… Pero tranquila, Annie, ya me buscaré a otras -dijo con una sonrisa pícara, después se marchó andando como un modelo.

-Cada vez es más gilipollas… ¡No le aguanto!

Christina no comentó nada, puesto que desde lo de John, los chicos como Frank, se lo pensaban dos veces antes de insinuarse ante ella.

-No tiene solución… -murmuró Alexa-. Dejando a ese gilipollas de lado, ¿a las seis en la plaza del Hospital?

-Claro -dijo Anna recuperando la sonrisa.

Las tres recogieron sus cosas y salieron de clase, al parecer se habían quedado de las últimas. En la puerta del instituto se despidieron, Anna, con su cabellera de color caoba, por un lado y Alexa y Chris por otro. Las dos amigas se dirigieron a sus respectivas casas. Siendo un día normal, ya habrían llegado, pero a Alexa le daba miedo separarse de su amiga. Miedo a que sus pesadillas, por culpa de ese chico, volvieran. Terror le provocaba saber que Chris se quedaría sola todo el día.

-Podemos estudiar juntas literatura -sugirió.

-No finjas, Alexa -le contestó a su vez Christina-. Sé lo que intentas hacer, pero estoy bien. No necesito una canguro. No me voy a volver loca, ni nada. Además... Estamos de vacaciones, ¿recuerdas?

-Sé que todo esto es duro, no solamente para ti. A mí me mata cada vez que hablas así de él. En cada pesadilla que tienes, me siento fatal. Sólo quiero ayudarte -la última oración acabó en un susurro-. Tienes razón. Olvidemonos del insti, ¿me llamarás mañana?

-Y yo sé que sufres por mí. Pero estoy bien. Es verdad, estoy bien. Simplemente es por falta de sueño, ahora dormiré un poco, ¿contenta? Mañana hablamos.

-Si tú lo dices... Está bien, duerme un poco -y así se despidieron, mientas Chris entraba a su casa.

En cuanto abrió la puerta, Alexa se apresuró a su casa. La vio al final de la calle, y entró en ella.

-Hola, ya estoy en casa -saludó con un grito-. ¿Mamá? ¿Susan? ¿Lucca?

Acto seguido Lucca bajó las escaleras a todo correr y se abalanzó sobre Alexa.

-Tú sí que me recibes como es debido -dijo y se sentó en el suelo junto a la compañía de su Golden Retriever.

Se quedó así un rato, acariciando a su perro. Hasta que decidió que ya era hora de descubrir dónde estaba su familia.

-Vamos, Lucca -le apremió-. ¿Estás solito? ¿Donde están mamá y Susan?

El perro le respondió ladrando y Alexa sonrió.

-No lo sabes, ¿no? Pues vamos a mirar.

Así pues los dos fueron a la cocina, donde Alexandra encontró un post-it de su madre

´Alexa, me he ido con tu hermana al dentista. Tiene un dolor de muelas horrible. Volveremos sobre las cinco, un beso' Así decía la nota.

La chica suspiró. Su hermana llevaba varios días con el dolor de muelas, esperaba que no fuera nada grave.

Tenía trece años, cinco menos que Alexa. Sus cumpleaños habían sido hace relativamente poco. El de Susana, el 29 de febrero (que solía causarles problemas) y el de Alexandra, el 15 de marzo. Ellas apenas se parecían; Susan tenía el pelo castaño claro y ojos marrones. Mientras que su hermana se negaba a dejarse el pelo largo, ella lo tenía por la mitad de la espalda. Además, le encantaba cómo la gente se lo elogiaba, quizá era un poco ególatra... Eso sí, era mucho más tranquila que su hermana, parecía un delicado ángel... Al que todos protegerían, toda persona que la conocía la adoraba, era algo natural para ella. Y, para envidia de Alexa, al sonreír se le marcaban dos hoyuelos, uno en cada mejilla.

Era relativamente alta para su edad, rozaba el 1. 50. Tenía una complexión delgada y atlética. Practicaba gimnasia rítmica desde que tenía unos seis años, y por ello era extremadamente flexible. No solo era deportista, sino que también sacaba buenas notas, no nueves y dieces, pero sí ochos, sietes y algún nueve. Su profesor de matemáticas, estaba encantado con ella, aunque decía que le faltaba más confianza en sí misma.

Su madre, tenía el pelo igual que su hija menor; castaño, largo y sedoso. Sus ojos eran marrones, con los bordes del iris oscurecidos. No estaba estrictamente delgada, le sobraban alguno kilos, pero no muchos. Además, todos la veían muy joven para tener dos hijas, una de trece años y otra de dieciocho.

La verdad es que muchos decían que Alexa no se parecía a ninguna de las dos y asumieron que se parecía a su padre, al cual nadie conocía. Pero no sabían la verdad. Ella era adoptada. La acogieron cuando tenía unos doce años, pero nadie lo sabía, puesto que la familia se mudó hace poco a la ciudad.

También desconocían a su "padre", nadie le había visto desde que llegaron. El caso era que había dejado embarazada de Susana a los veinte, después no supo nada más de él. Era todo cuanto le había contado a sus hijas.

-Vamos Lucca -le apremió Alexa-. ¿Quieres dar un paseo?

Su perro ladró dando su asentimiento, la chica cogió una chaqueta, las llaves y la correa de paseo. Abrió la puerta para que él saliera primero, luego cerró con llave y le llamó para ponerle la correa.

Ángeles contra demoniosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora