-Espera, espera -dijo Chris mientras se recuperaba del shock inicial.
-De aquí no me muevo -replicó David con una sonrisa burlona, a lo que Chris le respondió entrecerrando los ojos.
-¡¿Cómo que mi madre sabe dónde estoy?!
-Claro que lo sabe -le interrumpió David-. Si una madre vieran a todas horas a una persona cerca de su hija y observándola, se preocuparía, ¿no crees? Las madres tienes ese sentido de sobreprotección. Así que Gabriel habló con ella y le presentó a Mandy. Además, años después se volvieron a reunir y le dio el colgante para que te lo regalara a ti.
La chica seguía en shock, ¿cómo que su madre sabía sobre todo esto?¿Por qué nunca se lo había dicho? Estos y otros pensamientos pasaban a toda velocidad por su cabeza.
-¿Por qué nunca me lo dijo? -preguntó dolida.
-Hicimos un pacto de silencio, cuanto menos supieras mejor estarías.
-Mintiéndome… Todos estos años…
-¿De qué te hubiera servido saberlo antes? Solo estarías preguntándote todo el rato cuando ibas a morir, que al más mínimo fallo te podías haber ido a la otra acera. ¿En serio hubieras querido eso? No te hubiera hacho ningún bien, créeme.
Al cabo de unos minutos Chris, por fin, asintió: -Vale, supongo que tienes razón…
-Tanto te costaba aceptarlo, ¿eh? -Dijo el chico con una sonrisa de suficiencia-. Ya sé que mi presencia es increíble, pero deberíamos pensar en volver a tu casa, ¿verdad?
-Claro -contestó enfurruñada.
David soltó una carcajada y se encaminó hacia la puerta. Acto seguido Christina le siguió y salieron al pasillo. Llamó a una de las puertas y esperó hasta que Mandy salió. Esta sonrió al verles.
-Mandy, nos vamos a la tierra, díselo a Gabriel cuando vuelve, ¿vale?
-Claro -asintió con una sonrisa-. Ten cuidado -añadió-. No quiero que te pase nada -y le abrazó.
-Ningún demonio podrá conmigo -replicó David con una sonrisa-. Te lo prometo.
-Sabes a lo que me refiero… *suspiró* Me alegro de haberte conocido por fin -se dirigió a Chris y la abrazó.
-Vamos, tenemos que irnos -apremió David.
-Claro -asintió Chris-. Adiós Mandy.
-Adiós Christina.
Dicho esto, Mandy volvió a su habitación y ellos continuaron por el pasillo, hasta el final de este. La puerta más cercana estaba a unos tres metros.
-¿Y ahora? ¿Vamos a atravesar la pared, o algo así?
-Si quieres intentarlo… -la anima David-. Eso sí, no aseguro que salga bien -concluye con una sonrisa burlona.
-Después de ti -replica Chris con la misma sonrisa, le pone de los nervios con esa sonrisita.
-Por favor, no soy un maleducado, las damas primero.
-Creo que las personas rubias, deben ir primero, para no perderse.
-De acuerdo.
Y de repente Christina volvió a notar esa luz cegadora, y al instante se encontraron en un parque cerca del centro.
-¡La próxima vez avisa! -gritó Chris.
-Me dijiste que fuera yo primero -replicó David riéndose.
-¿¡Querías que me diera un ataque al corazón!? Podrías haber avisado -dijo la pobre chica, pero se sintió algo mareada y se apoyó en un banco cercano.
David se acercó preocupado a ella.
-Túmbate -le ordenó.
Sin saber muy bien por qué, ella le hizo caso, se acomodó en el banco y cerró los ojos, durante unos minutos hasta que se sintió mejor.
-¿Ya estás mejor?
-Sí, sí, estoy bien -contesto mientras se intentaba incorporar.
-No, mejor quédate un rato más -dijo David empujando suavemente su hombro contra el banco de nuevo-, no quiero que te desmayes por el camino. Además aún tenemos tiempo de sobra.
No rechistó y cerró los ojos, al cabo de un rato los volvió a abrir. David le deba la espalda, observaba el cielo despejado de la mañana. Como no se volvía, se dedicó a observarle detenidamente. Acompasó su respiración a la suya y miró como se alzaban sus hombros con cada respiración. Apenas se había fijado el él. Llevaba unas zapatillas simples, tipo Converse, azules; una vaquero desteñido, de alguna marca (mira que "casualidad") tenía como logotipo una pluma negra, situada en el bolsillo izquierdo trasero; y (a pesar que ese Abril no era especialmente cálido) una camiseta negra, de manga corta.
-Eh… ¿David? -le llamó.
Este se dio la vuelta alarmado, pensando qué clase de peligro podría ser, así que se calmó al ver que no había ninguno.
-Mejor, ¿verdad? Estaría bien que pudieras llegar a tu casa antes del mediodía.
-Sí, claro -asintió.
Se levantó del banco y con un ángel a su lado, se dirigió a casa.
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-¿Qué tal en casa de Alexa? -le preguntó su padre con una sonrisa.
Estaban comiendo paella en la mesa del comedor. Esta, era de madera de sauce de algunas décadas, aún así estaba en bastante buen estado. La madera clara, era suave al tacto. En una esquina había un arañazo, no muy profundo, el cual nunca supieron cómo se había producido.
-Bien, bien -contestó Chris y se llevó otro bocado a la boca, prefería mentirle lo mínimo posible. Al ver que iba a insistir, ella se adelantó:- Nos hicimos la manicura, fuimos de tiendas, hablamos de cosas de chicas… Y esas cosas, te aburriría contándolo.
-Claro, claro -rió-. Seguro que sí.
-¿Os acordáis de los Mathieu? -les interrumpió Maggie.
-¿Los que vivían calle abajo? Sí, me acuerdo -asintió su marido a la vez que su hija.
-Pues he estado hablando con Rose, y ¿sabéis qué? Me ha dicho que Hugo se va a mudar a unas calles de distancia, tendremos que ir a visitarle, ¿no?
-¿Hugo? ¿El crío de quince años?
-Hace ocho años que se mudaron, papá. El "crío" tendrá ahora veintitrés años, él también crece.
-Ya no es ningún niño -continuó Maggie-. Terminó hace un año la carrera de enfermería y ahora trabaja en el hospital. Cuando ya esté asentado en su nueva casa, iremos a visitarle -finalizó.
-Claro, mamá -contestó con voz apagada-. ¿Me puedo ir a mi habitación? Estoy algo cansada…
-Claro, mi niña.
Sus padres la sonrieron mientras salía del comedor y se dirigía a su cuarto. Unos instantes más tardes continuaron hablando sobre Hugo y su próxima visita.
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Ángeles contra demonios
Roman pour Adolescents"-¿John? -preguntó Chris pero ya no estaba allí .En su lugar había otro chico. Un poco más alto que John, rozando el metro ochenta. Tenía el pelo rubio ceniza, un poco largo, pero no lo suficiente como para que le llegara al cuello. Sus ojos eran gr...