CAPITULO 1: EL REENCUENTRO

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El último año de secundaria, dicen que debe ser inolvidable, bueno, eso es lo que siempre dice mi hermano, pero, ¿Qué puedo hacer el último que quede como un recuerdo para toda la vida y poder contarles a mis nietos o cuando de mis caminatas por la plaza y dar consejos a "chibolos pulpines" que encuentre en dichas caminatas? Pensándolo mejor, también les diría que fui pareja de una chica demasiada hermosa para mí, me pondrían en un pedestal en esta sociedad tan machista de ahora.

Vivía en Perú, exactamente en Lima, en la capital, no podía quejarme de donde vivía y la forma de como lo hacía, tenía 17 años y estudiaba en una buena escuela, la escuela era buena pero no era bueno en ella con respecto a los estudios. Era una mierda, así con todas las letras.

Pero hay algo que siempre me ha apasionado desde que estaba en la panza de mi madre, es más, creo que desde que estaba en los "huevos" de mi padre. ¿A qué me refiero? La música, el arte espectacular de escuchar, de crear melodías, de hacer feliz a la gente con una simple guitarra o las mismas palmas de mis manos. Pero, tener como objetivo ser un músico no es muy bien visto por algunas personas. Aparte mi estilo de vestir combinaba, con mi cara mediana, con ojos grandes negros, nariz aguileña y los labios que tenían un 40% de parentesco con los de un bembón.

-Oe Bonaventura, ¿Nos acompañas después de clases?

+No puedo, tengo cosas que hacer.

-No tengo idea de porque te estás volviendo aburrido este año, dijimos en 1ro que cuando sea el último año íbamos a hacer todas las cosas posibles.

+Pues espero que me comprendas, pero quiero hacer todas las cosas, pero a mi manera.

Hasta ahora me sigo preguntando porque Mario me sigue diciendo por mi apellido si prácticamente lo conozco desde que tenía pañales, aunque por un momento me decía por mi nombre, Rodrigo. No era tan alto pero me podía igualar a las jirafas que conocía de amigos. Bueno, como me diga igual me cae bien, aunque aún lo odio por haberme convencido de empezar una relación con mi mejor amiga, ahora no sé nada de ella, sólo que se fue a vivir a Turín después de que me terminó.

Dicen que cuando un estudiante llega a casa después de clases, debe ser recibido con mucho cariño al igual que un niño de 8 años después de jugar en el parque, pero en mi caso, el único que se alegra cuando regreso de la escuela es Hércules, mi perro, mi mamá y mi hermano, pero, ¿A qué me refiero? Vamos, no creo que sea el único que tenga un padre amargado que ya está en sus últimos años en la policía.

+ ¡Ya llegué!, ¡Hola mamá!

-(Ladridos de Hércules, no sé si eran de alegría o de hambre)

-¿Qué tal la escuela Rodri?

+Bien, no tengo muchos deberes, así que, ¿Puedo ir a la casa de Fabián?

-Hijo, ¿Recién estás a mitad de año las clases y ya estás saliendo? Está bien, pero no llegues tarde.

+Gracias, te quiero mucho.

Admiro mucho a mi madre. Desde que tengo uso de razón siempre nos ha dado lo mejor a Daniel y a mí, y lo sigue haciendo hasta ahora. Siempre admiré ese gran pelo negro.

Cambiando de tema, no sé porque Fabián me invitó a su casa, sólo me dijo por WhatsApp que "Estaría sorprendido" con lo que veré, ojalá no sea otra de sus bromas pesadas que acostumbra a hacer, aún tengo ese pegamento en mi pantalón favorito que no sale con nada.

Al momento de llegar donde Fabián, vi prácticamente a todo el salón en su puerta esperando a mí, que, por la forma en que me recibieron, no era yo.

CREO SOLAMENTE EN TIWhere stories live. Discover now