Capítulo 32

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No pude soportar mucho más, me volví débil, Miguel me volvió débil.

Todo ese día estuve pensando en él, Raspberry me miraba y me miraba, era hora.

Llamé a Mangel.

-¿hola?

-Ah, hola Mangel, lamento molestarte, emm.. Sólo quería saludar, ¿cómo has estado?

-He estado excelente Rubén gracias por hablar, solo, me tengo que ir, se me hace tarde para el trabajo.

-Claro, claro. Oye, sólo he estado pensando en su carta, Miguel, voy a dejar salir a mis sentimientos, Mangel, no puedes simplemente quemar todo esto, no funciona así.

-No te escucho muy bien, Rubén, nos vemos, adiós.

-Adiós.- dije casi en un suspiro.

Era de noche, Miguel ya se había ido con su nueva esposa, a su nuevo trabajo en su nueva casa.

En su nueva y perfecta vida.

Y yo, seguía igual, deprimido, salí a un bar que quedaba un poco lejos de mi casa.

Al llegar noté que había muchas personas, quizás hoy era un día deprimente.

Recuerdo haber pedido una cerveza y tragos de diferente tipo, hasta que no tuve razón de lo que hacía.

Tomé un taxi, en mi mente quería ir a mi casa, pero al ver que el taxista que estaba en este estado, me pidió el celular, en mi agenda venía la dirección de Mangel, me preguntó que si quería que me llevara ahí, yo solo asentí, no sabía lo que hacía.

Cuando llegué le pagué al taxista, no me cobró mucho, ya que, yo estaba borracho, era un amor de persona, no sé porqué no se lo dije, quizá si se lo dije, no lo recuerdo.

Llegué a la dichosa casa, era muy bonita, debo decir.

Toqué a la puerta y me abrió Mangel.

-¿Ru-Rubén, pero que haces aquí?

-Miguelito, Mangelito, que guapo estás, mira como has crecido.

-Rubiuh pero que estás borracho, ven pasa.

-Miguel, dame amor como a ella.

-¿Qué?

--Dame amor como le das amor a ella, te dije que pelearía solo un poco, la última vez por ti, te dije que dejaría salir las lágrimas, sólo quiero abrazarte.

-Mirate Rubén, estás ebrio.

-Mangel, todo lo que quiero es el sabor que permiten tus labios.

Luego de decir eso, lo besé, lo más sorprendente es que él me correspondió, nos fuimos acercando a su habitación, la que compartía con Beatríz, que por cierto no estaba.

Pegué un pequeño salto y enredé mis piernas a su cintura, sin separarnos del beso, que se estaba tornando un poco más apasionado, había una guerra entre nuestras lenguas, era un sabor perfecto, nuestras bocas encajaban a la perfección. Con una mano Mangel abrió la puerta de su habitación y al llegar a la orilla de la cama me tiró sobre esta, se quito los pantalones y con un movimiento ágil sacó los míos también.

Nos volvimos a besar, esta vez, yo le quité la camiseta, y fui directo a su cuello, empecé a dejar marcas de un tono rojizo, Mangel solo soltaba pequeños suspiros. Luego de eso, quitó mi camisa y mis bóxers, dejandome totalmente desnudo, después se sacó su ropa interior y empezó a pellizcar mis pezones, no sé cómo lograba que se sintiera tan bien, era hermosa la sensación de estar con él, era como un sueño. Bajó sus manos hasta llegar a mi entrepierna y me empezó a masturbar, a mí solo me daban pequeños espasmos de placer y solté un pequeño grito agudo, luego de eso cubrí mi boca, Mangel me la destapó y dijo que quería escuchar más de esos hermosos sonidos. Luego hizo algo que no me esperaba, hasta que sentí algo húmedo en la punta de mi pene. Se sentía tan bien, él lo hacía sentir todavía mejor, empezó a mover su cabeza, mientras yo movía mis caderas, sentía que me iba a correr, pero antes de que eso sucediera, Miguel se separó de entre mis piernas y puso su dedo en la punta de mi miembro, tuve una sensación muy estremecedora, pero el prosiguió.

-¿Estás seguro?-Preguntó.

-S-si.- dije entre jadeos, aunque claro que no estaba seguro. Si estaba borracho.

Levantó mis piernas y las puso sobre sus hombros. Luego, sentí algo en mi entrada, era unos de sus dedos, lo introdució por completo y simuló pequeñas embestidas, luego introdució el otro dedo más y los fue abriendo y cerrando como si fueran tijeras, al final introdució el tercer dedo y dio pequeñas vueltas para que me acostumbrara, después sacó sus dedos y fue metiendo su miembro en mi interior poco a poco, era un placer y a la vez dolor, soltaba gemidos y jadeos seguidos. Cuando estuvo por completo en mí, se quedó quieto un momento hasta que empecé a mover mis caderas, deseando más, él comenzó a embestirme con un poco de velocidad y la fue aumentando cada vez más, hasta el punto en el que se escuchaban sus testículos chocar contra mi trasero seguidas veces.

-Ru..biuh. Me voy a...correr.

-Yo, también.- dije en mi clímax de placer.

Mangel se corrió dentro de mi, luego salió de mi cuerpo, me recosté sobre su pecho y me quedé profundamente dormido, sumido en mis fantasías, ahora estaba por completo despierto, sabía lo que sucedía, pero estaba demasiado cansado. Pensaba en mañana, pensaba en ¿Raspberry?...



Si él es feliz, yo también- Rubelangel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora