Mildre

1.2K 69 9
                                    

Dios, no existe una mujer más hermosa que ella. Jamás me había sentido así.
Con solo verla, el corazón se me acelera y a veces me llega a doler el pecho.

Siempre que puedo paso a propósito de su casa. Aunque no la vea, me da gusto hacerlo.

Últimamente ha estado a fuera de ella cuando paso, y no puedo controlar mis nervios. Me sonrojo y sonrió cada que lo hago.

Entonces pasó algo. Se quejó en voz alta y me detuve por eso. Se le habían caído unas cajas.

¿De dónde saqué el valor para acercarme y hablarle? No tengo idea, pero mi cuerpo eso hizo y antes de hablarla, sentí que podría escupir mis nervios.

-¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda?- me dedicó una sonrisa que fue perfecta, encantadora. Nadie me había sonreído así.

-Si, por favor. Mi mamá quiere que deje esto en la banqueta. El camión de la basura pasará en unos quince minutos.- Incluso su voz era bonita.  ¿Podría tener algún defecto?

-Bueno, entonces...- cargué las cajas que sí estaban un poco pesadas y las dejé en la banqueta de en frente.

-Muchísimas gracias. Me has salvado la columna.- se me salió la risa y también ella rió.

-No hay de qué.- le dije y quedó un silencio un tanto incómodo.

-Entonces...Nos vemos.- me dijo.

-¿Nos vemos?- le pregunté.

-Todos los días te veo pasar.- mi corazón se aceleró de nuevo.- Por eso te digo, nos vemos.- se acercó a mí y me plantó un beso en la mejilla, que yo mismo le devolví con nervios.- ¿Cuál es tu nombre?- preguntó antes de entrar a su casa.

-Kentaro.- dije sin dejar de verla.

-El mío es Mildre. Hasta luego Kentaro.- sonrió una vez más y cerró la puerta.

Sonreí como un tonto y luego me fui de ahí, caminando sin rumbo, pero con una gran emoción. Habíamos hablado. Por primera vez. Me había besado la mejilla y yo hice lo mismo con ella.
Besé su piel tan rápido que ni pude saber cómo se sentía, y gracias a mis nervios, creo que hasta titubeé.

Ya era costumbre pasar todos los días a las 7 de la noche, aunque no tenía rumbo fijo. Solo pasaba porque sabía que ella estaría ahí.

Siempre que miraba a su casa, estaba ella en la ventana, me sonreía y me gritaba "¡Hola Kentaro!" O sino me decía "¡Adiós Kentaro!", y esas palabras me alegraban el día.

-Amigo, despierta.- me tronaron los dedos y parpadeé varias veces.

-Lo siento.- dije.

-¿Estás bien?- me preguntó.- Te veo distraído. Si quieres podemos hacer la tarea en otro momento.

-No te preocupes, Ruiko. Sólo estoy desvelado.- en parte era verdad.

-Bueno, entonces te dejo descansar.- sonrió.- Nos vemos. Hoy también tengo que hacer unas cosas. Hoy conoceré a la nueva esposa de mi papá. Siempre me había negado en conocerla pero creo que ya es tiempo. Ya llevan de casados quizás...-contó con sus dedos.- ¿Nueve meses?- soltó una risita.- Pero bueno. Me despido.

Chocó su palma con la mía y luego chocamos el puño.
Ruiko se fue en cuestión de segundos y me quedé pensando en Mildre, a como siempre lo hacía desde que la conocía.

Yo sabía que no era feo, en absoluto, sabía que varias chicas querían algo conmigo, y le había dado oportunidades a muchas, pero desde que conocí a Mildre (aunque no la hablaba) rechacé varias.

Historias que no viste en Enamorada de un celoso y hermoso pervertidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora