복수 revenge -➽ yeonhyun.

03-10 -➽[THREE]

Ponerse en contacto con un asesino profesional no es cosa fácil. Hay que armarse de paciencia y tenacidad y, sobre todo, confiar en la suerte.

Algunas frases murmuradas en el ambiente cargado de un bar de mala muerte, una confidencia que se escapa en el andén de una estación, y ya está, eso basta, todo está dicho. Ya se ha lanzado el anzuelo. Algunas veces la información se extravía por fangosos meandros y se pierde, se diluye.
En otros casos, en cambio, adquiere inercia, como la bola de acero bajo el cristal de un flipper. El destino, la fatalidad, el azar o la necesidad, a saber. La bola rebota, choca contra los obstáculos, sale despedida, así hasta que la noticia llega a los expertos, receptivos.

Entonces toda una coreografía se pone en movimiento. Los intermediarios entran en escena en una ronda frenética. El encargo circula, hasta alcanzar su destinatario, el verdugo, puesto que así es como hay que llamarlo.

A partir de ese momento las cartas quedan sobre la mesa.

La señora muerte, serena, observa el desarrollo de la partida, espía los gestos de los jugadores, explora la mayor información y el menor latido de sus corazones, les toma el pulso sin que se percaten de ello. Celebra, encantada con el espectáculo. Van a facilitarle la tarea, haciendo el trabajo sucio en su lugar. ¿Qué mejor cosa que eso?

Kim Seok-jin, o más bien, los esbirros que trabajan para él, no habían tardado en olfatear el olor a dinero.

En cuánto bajó del tren confió su equipaje a un operador turístico que le había informado de su reservación en una habitación en uno de los hoteles mas prestigiosos de la ciudad en nombre de su contratista. Para un joven que había vivido una infancia miserable, era una verdadera maravilla.

Se concedió algunos momentos de quietud. Recorrió el corazón de la ciudad economizando fuerzas, procurando respirar acompasadamente.

La cita era a las cuatro. No quedaba mucho para que se encontrase con Hueningkai el cual,vendría en nombre de Yeon-jun, y arreglaran la operación. Él siempre exigía que el acuerdo se llevara a cabo de forma clara y concisa. Ese día no tuvo motivo de queja.

Kai relató, sin omitir ningún detalle, toda la información que necesitaba saber sobre el mandatario y su hijo, Jung Beom-gyu.

Esa misma noche tomó el tren y reencontró su soledad en el compartimento del coche-cama. La luz artificial dejaba mucho que desear, pero al subirse las mangas para examinarse los brazos, halló pequeñas manchas rojizas que ya había aprendido a identificar. Los síntomas no evolucionaban, ni se agravaban. Primero el ahogo, luego las manchas. Nada más, al menos de momento.

La muerte y la vida se enfrentaban ante sus ojos en un duelo mecánico, regulado por vulgares agujas que se clavaban en su carne. La sangre extraída aquí, inyectada allá. Dos entidades antagonistas.

Un día, todo ese castillo de naipes que se había dedicado a construir toda su vida, se vendría abajo.

Suspiró, y sin poder evitarlo, pensó en Kai. En su mirada tan pacífica, pero al mismo tiempo siniestra. En su dulzura.

Un día... la enfermedad se declararía de verdad, y entonces se habrían acabado los avisos, las señales de alarma.

Un día, daría comienzo la inexorable cuenta atrás.