Capítulo 0

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Oí el ruido del grifo al abrirse y eché la cabeza hacia la almohada haciendo que el techo fuera lo único que viera. La puerta se abrió y miré a la chica, solté un mueca burlona y me tiró uno cojín que había en el suelo.

- ¿De qué te ríes?

- De tus pelos de loca y tu cara sin maquillaje.- Me miró a los ojos y fue bajando la vista.- ¿Ves algo que te guste?

- Todo.- Le sonreí travieso y le hice hueco en la cama. Estaba tapado de cintura para abajo dejando ver mi trabajado cuerpo.

Se tumbó y me acarició el pecho mientras yo le rozaba su desnuda espalda. Era una piel suave y cuidada. No por su tacto sino por el olor que desprendía su crema corporal.

Decidí que era hora de irse antes de que empezarán los arrumacos. No era un romántico, que se digamos, era más tipo, 'te doy lo que quieres a cambio de que tu me des lo mismo'.

- ¿Ya te vas?- La miré cuando me ponía los calzoncillos y el vaquero.

- Sí.- Me abroché la camisa y me despedí con la mano.

Fui a mi cuarto y cerré la puerta. Rápidamente me quité la ropa y me metí a la ducha. Me quedé quieto mientras las gotas se deslizaban por mi cuerpo y cerré el grifo cuando oí un ruido.

Salí con una toalla atada en la cintura a la habitación y vi a mi compañero de cuarto. Iba a decirle hola pero un profundo olor a colonia invadió mi nariz.

- Sí tío, las mujeres de tanta colonia que se echan se te impregna el olor hasta en la ropa.- Chasqueó la lengua y efectivamente, comprobé que la ropa que había dejado encima de la cama desprendía ese olor.

- Me visto y vamos a clases.

- Tú mandas tío.

Después de que me hubiera puesto el uniforme con esa agobiante corbata, salí al pasillo y fuimos hacia el edificio que era nuestro instituto. Sonó la alarma de que habían empezado las clases pero no fuimos más deprisa, al revés, fuimos más tranquilos.

- Scott Mans y Erick Frederiksberg llegáis tarde.- La voz contundente de la profesora me hizo sonreír.

- Como todos los días.- Le sonreí pícaro y ella apartó la vista de mí.

Aún recuerdo como se quedaron mis amigos al saber que la profesora novata que enamoraba a cualquier chico, había sido enredada entre uno de mis muchos lazos.

- Chaval, ¿te has ligado a la santurrona?- La pregunta de Hank me hizo mucha gracia. Claro que lo había hecho, siempre lo hacía.

- Aún quedan muchas por conquistar.

- Tío, deberías escribir en una libreta tus ligues hasta el final de curso y luego pasarnos tus notas.- Miré a Scott y le sonreí con malicia.

- ¿Por qué no? Es buena idea.

- Pero qué dices, eso es de ser un verdadero capullo.- Mi risa invadió toda la habitación y todos se giraron a mí.

La profesora que me tiré me echó de clase y me dijo que hablaría conmigo. Claro que sí, hablarás con la boca llena muy bien, pensé.

Al acabar las clases la esperé en un banco y me señaló el edificio de profesores. Le seguí y me condujo su despacho privado. Entró primera y yo cerré la puerta con pestillo, al girarme la vi sobre el escritorio. Miré el suelo y vi su falda. Me di el gusto de mirarle y ella me miraba sonrojada.

- Quiero que me hagas lo que me hiciste la última vez.- Me acerqué a ella y coloqué mi mano sobre su sexo, apreté un poco y gimió.

- Sabe profesora.- Iba subiendo y bajando mi mano por ese botón tan preciado que tenían las mujeres.- Tal vez me esté suicidando pero...

- Calla y sigue.- Gimió más fuerte cuando mi dedo casi entró en ella y me agaché, metiendo mi cabeza entre sus piernas.

- No suelo repetir con la misma persona.- Le lamí y sus bragas se mojaron. Volví a chuparla y echó la cabeza hacia atrás.- Jamás.

Le di con mi mano en su sexo y volvió a jadear. Me agarró la mano y me negó con la cabeza. Me miró suplicante que siguiera, que consiguiera lo que su novio no lograba, pero me solté de ella. Hoy no me apetecía lo de siempre.

- Espero que esto no haga que entre usted y yo haya una mala, como diría, relación.

Salí fuera del despacho y fui al baño. Me miré y efectivamente, mi amigo se había despertado. Joder, pensé. Entré a un cubículo y empecé a intentar quitarme esa evidencia.

- ¿Me dejas entrar?- La voz de la profesora me devolvió a la realidad y abrí la puerta. Ella miró mi pene y abrió los ojos como platos.- ¿Eso causo yo en ti?

- Esto lo causan todas las tías con un par de tetas.

Por la tarde después de ese encontronazo fui con mis amigos que me esperaban en un banco alejado del instituto. Me dieron un cigarro y lo rechacé.

- Tío, follar todos los días como unas tres veces es malo para tu masculinidad pero fumar una vez en cuánto, ¿cada dos años? No es malo.

- Los dos dan placer. Uno por un momento y el otro también, pero uno te mata antes y el otro te hace vivir más.

Todos comenzaron a reír y mi mejor amigo, Scott, me dió una palmada en la espalda.

El Lobo Es MaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora