El secreto

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Vi como Leo se alejaba por el pasillo hasta ingresar a su habitación. Junté la puerta mientras una pequeña e involuntaria sonrisa se asomaba en mi rostro. Me acerque a la cama y toque las blancas y suaves sábanas. Nunca había imaginado que alguna vez tendría una cálida cama en donde dormir. Miento, si lo imagine varias veces, pero jamás pensé que algún día pasaría. Definitivamente mi cuerpo podrá descansar mejor ahora sin la incómoda camilla de acero.

Me senté y apoyé mi espalda contra el respaldar de la cama y con la acolchada frazada cubriéndome el cuerpo hasta el pecho. La fría noche era incapaz de afectarme mientras me quedara aquí, quieta y abrigada. De pronto alguien tocó mi puerta.

─¿Puedo pasar?
─Ah.. sí. Pase. ─Dije mientras me aclaraba la voz.

Hyuk entró con una caja mediana color blanco en una mano. ─ ¿Sucede algo? ─Pregunté nerviosa.

Él se sentó al borde de la cama, junto a mi ─No pude evitar recordar que estabas herida cuando te encontramos en el bosque. No se notaba que fuera algo grave, pero es probable que no hayas tomado ninguna medida para prevenir una infección. ─ ¿Eres médico? ─le pregunté con un tono dudoso. No me gustan los médicos.

Hyuk se rio ─No, no soy doctor. Pero tomé varios cursos de primeros auxilios en la escuela superior.
─Entonces no eres un vago.
─¡Claro que no! ─Dijo riendo mientras empujaba mi hombro con su mano derecha. Casi pierdo el equilibrio de mi posición por su fuerza pero pude estabilizarme con ambas manos.
─Dime como te rasguñaste las piernas y los brazos.
─Estaba cruzando unos arbustos y no me fije que tuviera espinas. ─Dije en tono avergonzado rogando en mi mente para que no me pidiera más detalles.
─Está bien. ¿Podrías sentarte en el borde de la cama para revisarte?

Me acomodé a regañadientes. En este momento el dolor de aquellos rasguños era mínimo. Lo único que quería era dormir. Estaba realmente cansada por el más agotador día que había vivido. No quería que nadie me tocara y pudiera caer en la completa realidad de mi horrenda naturaleza.

─Vaya así que era cierto. ─Dijo en voz baja mientras tocaba suavemente la zona herida que tenía cerca del tobillo.
─Ya déjalo. Sé que es extraño. Yo puedo cuidarme sola. Solo déjame. ─Dije encogiendo mis piernas entre mis brazos y escondiendo mi cabeza. Jamás debí dejar que se acercara. No volverá a hacerlo de todos modos. ¿Quién lo haría?

─No quise decir eso, no me asustas. En realidad, yo sabía casi todo sobre ti incluso antes de conocerte. ─Respondió Hyuk en un tono muy serio. Levante mi vista y con una mirada confundida. ─¿Cómo es eso posible?
─En la librería de la casa hay mucha información sobre el trabajo de mi tío en el laboratorio pero hace 2 meses encontré uno de sus cuadernos personales donde explica muchas cosas sobre tu existencia. Sé cómo naciste, dónde creciste, tu condición física, tus habilidades, lo sé casi todo. Sé que tus ojos no siempre fueron brillantes y verdes, de niña los tenías ámbar. Sé que tus escamas son más suaves que las de cualquier reptil en el mundo y que cubren no solo tu cuello, piernas y brazos, también las tienes en la espalda y nuca.

Toqué mi nuca por debajo de mi cabello. Mis ojos sorprendidos no dejaban de mirarlo. Él continuó. ─No estoy diciendo estas cosas para asustarte, pero debes dejar de pensar que te ayudamos y protegemos contra nuestra voluntad. Leo ha registrado gran parte de las conversaciones que tuviste con él hace años y las narra con cariño y una gran pena por no haber podido hacer más por ti en aquellas situaciones. Lo que te estoy contando es un secreto. Leo jamás se debe enterar que leí sus apuntes personales. Podría enojarse mucho conmigo.
─Bueno, está bien. ─Dije mientras limpiaba con la manta mis ojos algo humedecidos. No podía creer que de hecho Leo me había querido. Que valoraba nuestros momentos juntos tanto como yo. Que siempre había querido rescatarme.

Hyuk abrió la caja que había traído al cuarto mientras me dejaba a mí con mis pensamientos. Tomó un algodón que humedeció en un líquido transparente y lo acerco a mi tobillo. Sentí el frío algodón tocándome y luego un ardor inesperado. Encogí mi pierna por el dolor. ─Disculpa. Es solo es un poco de alcohol. Te va a doler, pero debes resistir un poco. ─Dijo mientras continuaba limpiando minuciosamente mis tobillos, rodillas y codos.

Se retiró luego de ordenarme que no olvide cambiarme ponerme un pijama que había en los cajones. Asentí suavemente y sonreí agradecida pero aún apenada por el incómodo momento que había pasado hace unos minutos.

─Hasta mañana, que descanses. ─Le dije yo.
─Hasta mañana. ─Me respondió con una suave y calma sonrisa que desapareció por la puerta.

Me acomodé sobre la cama y sentí que toda mi vida no había sido tan miserable. Siempre tuve a Leo protegiéndome en secreto. Ahora nadie me puede arrebatar este momento de plena felicidad.

La única voz en la tierra [Vixx]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora