Una llegada abrupta

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Echaría de menos los bosques. Los densos árboles y la blanca nieve fueron a menudo un lugar donde poder refugiarme de aquello que me atormentaba, los helados lagos y los cielos grises formaban un paisaje tan hermoso que ni el frío ni la soledad eran capaces de mermar.
Echaría de menos las tierras del norte en las que me había criado, sin duda, pero tenía la esperanza de que comenzaría un viaje que cambiaría mi vida por completo. Y estaba en lo cierto.

Mi familia era más bien rústica y poco extensa, nos gustaba vivir en sintonía con la naturaleza, lejos de las atestadas ciudades. Además, vivir en los bosques nos proporcionaba una protección adicional para no ser vistos por los Muggles. Teníamos una pequeña cabaña de madera situada junto a al lago donde vivíamos mis padres, mi abuelo materno, mi hermano pequeño Alex y yo: Liva Gyllenblom. Sin embargo, cuando mi abuelo enfermó, decidimos viajar a un lugar más cálido.

De entre todas las tierras europeas, viajamos a Inglaterra. Allí podría vivir mi familia con mi abuelo mientras yo terminaba mis estudios mágicos. En el norte no existían escuelas de magia ni una educación completa, si no pequeños colegios en los que no podías realizar exámenes de EXTASIS, y la educación mágica dejaba que desear, pues no había muchos medios.

Así que allí me encontraba, en tierras inglesas, en aquella casita pintada de un azul plomizo y tejados de pizarra negra, esperando desesperadamente un 1 de noviembre a que apareciera de pronto una lechuza y dejara caer el sobre de pergamino. Había solicitado acceso en Hogwarts, aunque sinceramente no tenía mucha esperanza en ser aceptada, lo primero porque el curso ya había comenzado, y lo más importante: porque tenía 19 años.

Con la vista fija en el cielo, por fin conseguí vislumbrar la parda lechuza que portaba mi destino. Sobrevoló el jardín y se posó sobre el porche de la entrada. Por fin la tenía en mis manos.

Estimada señorita Liva Gyllenblom:

Sentimos informarle de que no podemos ingresarle como nuevo alumno en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería.
Como usted sabrá, supera la edad en la que los alumnos comienzan sus estudios mágicos en esta escuela, y por lo tanto no es posible su entrada al primer curso.
Sin embargo, y a modo excepcional, podrá ingresar al séptimo curso siempre y cuando se comprometa a realizar unos exámenes de ingreso previos y acepte tomar clases extraordinarias con el fin de recuperar el tiempo perdido de este curso y regularizar los estudios de su antigua escuela.

No me lo podía creer, lo había conseguido. Estaba completamente en shock, aunque no duró mucho, pues el estupor dio paso a la euforia y empecé a gritar mientras corría como una loca por la casa con el sobre en la mano.

La carta incluía una lista de materiales necesarios y dónde podría encontrarlos. Así pues, corrí a comprar todo lo necesario. Necesitaba una mascota, que sugería fuese un sapo, una lechuza o un gato.
Sin embargo, mi pequeño mapache de apenas un año era mi más fiel amigo, y no pensaba sustituirle por nada del mundo. Coon y yo nos enfrentaríamos juntos a todo lo que nos estuviera esperando en Hogwarts.
Compré los libros, un caldero, el uniforme... y de pronto me vi junto a la valla del jardín, despidiéndome de mi familia.

-Ten mucho cuidado, Liv. Te echaremos muchísimo de menos, nunca has estado tanto tiempo tan lejos de casa.

-Madre, no te preocupes, todo irá bien. Dentro de poco volveré y seré una bruja de verdad -Nos estrechamos en un fuerte abrazo que pareció eterno.

-¿Por qué yo no puedo ir contigo, Liv? Yo también quiero ser mago, y yo sí tengo 11 años.

-Alex, tú no puedes hacer magia -le dije a la vez que le revolvía el pelo con la mano -pero tienes una tarea mucho más importante, pequeño. Tendrás que cuidar del abuelo mientras yo no estoy. Te prometo que te enviaré unas cuantas ranas de chocolate cuando llegue.

✔️ Liva - parte 1/3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora