¿Quién es esta chica?

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-¿Liva? Liva, ¿me oyes?

La muchacha no se movía y empecé a asustarme. Decidí que lo mejor sería llevarla lo más rápido posible a la enfermería, con suerte Madame Pomfrey sabría lo que hacer. Cargué a la chica entre mis brazos y no sé qué fue lo que me impulsó a darle un beso en la frente, pero sentí que debía protegerla.

-Te pondrás bien, Liva, te pondrás bien... -repetí una y otra vez más para mí mismo que para la inconsciente muchacha.Recorrí los pasillos a toda prisa hasta que el fin conseguí entrar en la enfermería abriendo las puertas de un golpe. Madame Pomfrey apareció alarmada a mi encuentro y corrió a ayudarme a dejar a la chica en una de las camas.

-Aquí, déjala aquí. ¿Qué le ha pasado, Severus? -preguntó mientras comenzaba a examinarla.

-No lo sé, dijo que no se encontraba bien y se desplomó de pronto. Suerte que conseguí sostenerla antes de que se estrellara contra el suelo.
No me di cuenta de que aún seguía agarrando con fuerza la mano de la chica hasta que la enfermera se quedó mirando el gesto y después me miró a mí con ojos llenos de duda y sospecha, y la solté inmediatamente.

-Tranquilo, Severus, se pondrá bien. -Dijo al terminar el examen médico. -Se ha desmayado de puro agotamiento, sólo necesita descansar. Iré a preparar un tónico para cuando se despierte.

Desapareció tras una pequeña puerta y me quedé completamente a solas con Liva. Me sentía culpable por haberla exigido tanto durante este mes. ¿Me habría excedido con la carga de trabajo de la pobre muchacha? 

Extendí la mano y rocé levemente su mejilla con la punta mis dedos. ¿Y si...? No, estaría mal. Desde el primer día en que la muchacha de pelo rubio y ojos claros entró por la puerta de mi clase y consiguió frustrar mis intentos de leer sus pensamientos, quedé totalmente obsesionado por poder adentrarme en su mente. Pero aprovechar que estaba inconsciente para saber lo que pensaba podría considerarse en cierto modo una violación. 

Pero ¿desde cuándo me importaba a mí que estuviera mal? Echar un vistazo no haría ningún daño.Sin duda era una experta en el arte de la Oclumancia, pues incluso inconsciente me resultó difícil acceder a ella.Estaba rememorando el momento en que se había desmayado. Pensaba que había sido culpa suya, por su torpeza en pociones, aunque se equivocaba.
Sintió el beso que le di, y me quedé rígido de pensar que lo recordaría cuando despertara, hasta que vi cómo se levantaba con la ayuda de mi propia mano. Liva estaba soñando. Me relajé un poco, con suerte pensaría que fue parte del sueño.

De pronto aparecimos los dos haciendo crujir las hojas secas a nuestro paso, dando un lento paseo por los exteriores del castillo que parecían estar totalmente desiertos en una preciosa tarde invernal. 

Llegamos hasta uno de los puentes cubiertos, y ambos miramos a través de los huecos tallados de piedra hacia el horizonte, y contemplamos juntos la tranquilidad del lago y la belleza del sol escondiéndose tras las verdes montañas recortadas en un cielo blanquecino. Y con una naturalidad serena, nuestras manos se rozaron suavemente y se entrelazaron sobre aquel muro de piedra.

Entonces sus ojos verdes me miraron, y el universo se paró de golpe. Sonrió, y su sonrisa y su mirada se iluminaron de tal forma que todo lo demás perdió el color, y sentí una punzada en el pecho que me cortó la respiración.

-¿Severus? -Preguntó Madame Pomfrey con preocupación sacándome de golpe de aquel perturbador sueño -¿Va todo bien?

Di un par de pasos hacia atrás tambaleándome, sin ser capaz de apartar la vista de aquella inconsciente muchacha, completamente turbado por lo que acababa de ver y sin comprender por qué aún sentía esa presión en el pecho que me impedía respirar con normalidad. 

Con un giro brusco de mi capa salí a toda prisa de la enfermería camino a mi despacho, intentando hacer desaparecer de mi cabeza la imagen de ese rostro sonriente y esos ojos felinos que expresaban más de lo que pudieran las palabras. Llegué al despacho, cerré con llave para que nadie me molestara, y comencé a dar vueltas delante del escritorio. Estaba claro que lo que había visto solo era un sueño, y a decir verdad no era nada escandaloso ni por lo que preocuparse, sin embargo había algo en ella que me había afectado causándome una conmoción interna. 

Traté de distraerme reestructurando el horario de Liva para que su salud no volviera a verse amenazada por el esfuerzo. Reducir la carga de trabajo no era mi estilo, y ella debía estudiar mucho aún sí pretendía aprobar sus exámenes. Sustituí sus clases de refuerzo matutinas por un horario vespertino, así podría descansar más tiempo y aprovecharía el tiempo de ocio tras la cena en vez de perderlo con los mocosos de su casa. Pensé que quizá también le vendría bien optimizar sus horas de sueño para lograr un mayor descanso, y busqué entre mis libros una poción que sirviera de tal propósito, así podría enseñarla a prepararla y ella no tendría que volver a la enfermería.

Decidí servirme un whisky de fuego con el fin de olvidarme de todo aquello. Tal vez el calor que se deslizaba por mi garganta fuese suficiente para calmar la inquietud que se había apoderado de mí. Con todo este asunto ya estaba a punto de terminar el desayuno en el Gran Comedor, y quizá debería hacer acto de presencia y tomar algo si no quería que el alcohol me afectara para la clase que tenía a continuación. Cuando llegué al Gran Comedor y comencé a servirme, me percaté de que Minerva y Flitwick me miraban con extrañeza.

-¿Te encuentras bien, Severus? -chilló la molesta vocecilla del semiduende. 

-¿Una mala noche? -Preguntó Minerva sin alzar el tono.

-Sin faltar al respeto, Minerva, no estoy de humor para participar en cotilleos absurdos ni frívolas trivialidades sin sentido. -Respondí cortante, con lo que me dejaron en paz.

Terminé mi zumo de calabaza y me dirigí de nuevo a las mazmorras. Seguramente conseguiría distraerme quitándoles puntos a los alumnos más ineptos de la siguiente clase, que no eran pocos precisamente. Unas horas más tarde, volví a mi despacho con una nueva perspectiva. Tan sólo había sido un sueño y no podía dejar que algo tan vano me afectara. Trataría a la chica como si no hubiera pasado nada, ya había cambiado sus horarios y no iba a ser más indulgente por un pequeño desvanecimiento. Sólo esperaba no tener que cruzarme directamente con sus ojos.

Aquella noche me costó conciliar el sueño, seguía intranquilo y los recuerdos de Lily Evans volvieron a mi mente con una intensidad que hacía tal vez años que no experimentaba. Lily... con su pelirroja melena brillando a la luz del sol como una antorcha y su mirada llena de dulzura. Sólo pensar en ella me aceleraba el pulso, y aún se me inundaban los ojos de lágrimas cuando recordaba que se había ido para siempre. Mi querida Lily... 

Me desperté agitado y empapado en sudor, terriblemente excitado y confuso. Los recuerdos de Lily y la experiencia del día anterior me habían jugado una mala pasada tergiversándose en mis sueños, y las imágenes de un encuentro subido de tono con Liva aún se mantenían frescas en mi cabeza. ¿Habría sido tan solo una jugarreta de mi mente? ¿O estaba empezando a volverme definitivamente loco? Di gracias de que sólo quedara una semana para las vacaciones de Navidad mientras me metía en la ducha y dejaba que el agua caliente se llevara por el desagüe los recuerdos de aquella inoportuna, aunque excitante fantasía.

✔️ Liva - parte 1/3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora